Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(18)



Anthony pasó a otro punto del orden del día. Media hora después habían acabado y Faith se despedía de su padre con un abrazo. Aunque él no le devolvió el gesto, sí le dio una palmadita en la parte baja de la espalda. Solo alguien que hubiera estado preso del Silencio podría comprender el increíble alcance de ese acto. Faith tenía los ojos empa?ados de lágrimas cuando él se apartó y salió por la puerta.

Barker, un soldado de los DarkRiver, esperaba a Anthony para escoltarle fuera de la sede financiera del clan. Se trataba de un edificio público y muy seguro, ubicado en el corazón de San Francisco, cerca del organizado caos de Chinatown.

—Ven aquí, pelirroja. —Vaughn la estrechó entre sus brazos, deshaciendo con la tosca demostración de afecto típica del cambiante el nudo que ella tenía en la garganta.

A veces le asustaba la profundidad de sus sentimientos hacia Vaughn.

—Es importante… el fantasma. —Había tenido una revelación, no una visión como tal, sino un atisbo de cómo podrían ser las cosas.

Fue entonces cuando llegó: una verdadera visión. Una imagen del futuro que no duró más de una fracción de segundo.

Pero no tenía nada que ver con el fantasma. Se trataba de Brenna. Muerte. La joven de los SnowDancer estaba rodeada de muerte y tenía las manos empapadas de sangre. ?La sangre de quién? Faith no lo sabía, pero podía percibir el olor de la carne desgarrada, la desesperación y el miedo. Enseguida desapareció, tan rápido que ni siquiera dejó una impronta residual en sus retinas, mucho menos algún rastro de la desorientación que a veces acompa?aba a las visiones.

No había obtenido ningún detalle concreto, nada que pudiera compartir con Brenna, pero sirvió para confirmar lo que el instinto le decía con respecto a lo que la joven le había contado por teléfono. Mientras abrazaba a Vaughn retomó el asunto que tenían entre manos.

—?Crees que debería contactar con la MentalNet para preguntarle acerca del fantasma?

La MentalNet, un ente sensible que se encontraba a sus anchas en las redes formadas por las mentes, era la bibliotecaria y, según creían algunos, la policía de la PsiNet. Faith, sin embargo, sabía que era mucho más que eso.

—Este tipo parece trabajar bien solo. ?Estás segura de que quieres involucrarte en esto?

—Debería haber sabido que te pondrías de parte del lobo solitario —bromeó, encantada de poder hacerlo.

Vaughn gru?ó y Faith pudo sentirlo reverberar contra su mejilla.

—No me compares con esas criaturas salvajes.

Faith alzó la cara y esbozó una sonrisa.

—Jodidos lobos. —Era un exabrupto que a menudo mascullaban los felinos del clan de los DarkRiver.

—Muy cierto —convino el jaguar.

él la besó apasionadamente al más puro estilo Vaughn.

—Seguiré tu consejo… no deseo desencadenar algo en la MentalNet de manera involuntaria. —Aunque el ente en período de desarrollo era bueno, no estaba completamente libre del Consejo—. ?Sabes?, creo que el fantasma va a ser importante también para los DarkRiver. No ahora, pero sí algún día.

—?Una visión?

Faith negó con la cabeza.

—En realidad ni siquiera es una revelación, sino más bien… —No encontraba la palabra adecuada.

—Una corazonada.

—Sí. —No era de extra?ar que no le saliera aquel término; reconocer algo semejante mientras estaba conectada a la PsiNet habría hecho que la medicaran—. Ah, y que sepas, mi querido gatito, que ma?ana por la ma?ana iremos a territorio de los SnowDancer para ver a alguien.

—?A quién? —Enroscó un mechón de su cabello en la mano, pero Faith sabía que era solo un gesto de cari?o.

—A Brenna Kincaid.

Decidió no mencionarle que Judd Lauren también estaría presente. Vaughn reaccionaba de una forma muy negativa al alto, moreno y muy peligroso psi. Judd… no, no veía nada acerca de él. De entre toda la gente que había conocido en su vida, Judd era el más inmune a su don. Tan oscuro. Tan desgarradoramente solo.

Veinticuatro horas después de que hubiera accedido a las demandas de Judd, Brenna seguía sin tener muy claro el encuentro con Faith, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Se habían reunido en un peque?o claro a unos veinte minutos de la guarida. A pesar de sus reservas al respecto, Brenna tenía que reconocer que la pareja de los DarkRiver había elegido un bonito lugar. La nieve estaba blanda bajo sus pies y una cascada congelada resplandecía a unos pocos metros de distancia, el hielo se había solidificado hasta el punto de que el sol de media ma?ana se reflejaba en él de un modo casi doloroso. El cabello rojo oscuro de Faith parecía una llama en contraste con tanto blanco.

Por fin acortaron la distancia que los separaba.

—Gracias por venir.

Faith sonrió, pero Judd habló antes de que la psi-c pudiera decir nada:

—Habéis elegido un lugar muy cerca de la guarida. ?Por qué no otro sitio más próximo a vuestro clan?

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