Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(16)



Al contemplar la superficie helada del peque?o lago, sobre la que se reflejaba la imagen de las monta?as y los árboles durante los meses más cálidos, Brenna se sintió de pronto más libre de lo que se había sentido en mucho tiempo. El miedo que la había mantenido atrapada dentro de la guarida desapareció, aplastado por la dolorosa belleza de aquella tierra salvaje a la que llamaba hogar. Solo había necesitado que alguien la acompa?ara hasta allí.

Con una sonrisa en la cara, alzó la vista hacia el ángel oscuro que tenía a su lado. Vestido de negro, con ese cabello y esos ojos, no había otro modo de describirlo.

—Gracias.

Judd tenía unos labios bellamente formados, lo bastante carnosos como para resultar una tentación, pero con un aire duro que hacía que se le encogiese el estómago. Entonces habló, y aquello le recordó con brutal claridad que no se trataba simplemente de un hombre fuerte y sexy. El era un psi.

—No me des las gracias. He sido incapaz de encontrar respuestas concretas con relación a tus sue?os premonitorios. Tienes que hablar con alguien más entendido en la materia… los sue?os podrían ser un signo de deterioro mental.

Brenna se soltó del brazo de él y metió ambas manos en los bolsillos de la chaqueta. El olor de Judd, poderoso e íntimamente varonil, resultaba embriagador para sus sentidos de cambiante, pero ya no deseaba que la envolviera.

—?Crees que estoy perdiendo la cabeza? —Aquel era su temor secreto, el monstruo bajo la cama, el escalofrío que recorría su espalda.

—Los psi no nos andamos por las ramas. He dicho exactamente lo que quería decir.

Dios, qué arrogante parecía.

—Menuda gilipollez —repuso frunciendo el ce?o—. Tu Consejo ha elevado la ambigüedad a la categoría de arte.

Aquellos ojos negros, en cuyas pupilas se reflejaba la nieve, se volvieron hacia ella.

—Ni es mi Consejo ni yo soy su marioneta. —El tono de su voz era lo bastante gélido como para arrancarle la piel a tiras.

Brenna se estremeció.

—?Deterioro mental? Si eso no significa locura…

—Enrique pudo haber da?ado partes del tejido orgánico del cerebro mientras realizaba sus experimentos psíquicos, pudo haber causado lesiones o contusiones. —La observó con la expresión impertérrita de un depredador, como si calculase su fortaleza—. Era un tq, y el uso de poderes telequinésicos casi siempre tiene un efecto físico. Las autopsias de sus otras víctimas revelaron que habían sufrido graves heridas cerebrales.

Fotografías. El carnicero le había mostrado fotos de las demás.

—Lo recuerdo.

—Sin embargo, la probabilidad de que padezcas tales da?os es mínima. Sascha y Lara se han asegurado de reparar todas las fisuras orgánicas antes de comenzar con la sanación a otro nivel.

Brenna se mordió el labio inferior y tomó una profunda y entrecortada bocanada de aire.

—Sascha dijo que esa parte debería de haber llevado más tiempo, pero que yo estaba tan resuelta a recuperar mi mente que daba la impresión de que hubiera hecho que sanasen las partes da?adas a fuerza de voluntad. —Casi como si fuera una psi—. Quizá le metí demasiada prisa.

—La llamé después de que hablaras conmigo —dijo Judd mientras continuaba mirándola como si fuera un cazador—. Sí que lo hiciste, pero no en lo relativo a la curación física.

Brenna sintió ganas de abofetearle por su presunción, a pesar de que había sido ella quien le había pedido ayuda.

—Nada de eso cambia el hecho de que Sascha no tiene experiencia con esta clase de cosas.

La empática, que poseía el don de sentir y sanar las heridas emocionales más oscuras, ya la había visto quebrada y cubierta de sangre demasiadas veces. A pesar de toda su amabilidad, Sascha hacía que recordase cosas que preferiría olvidar.

—No. Pero Faith sí. —Judd cruzó los brazos—. Tienes que hablar con alguien.

—Estoy hablando contigo.

Brenna no podía explicar de un modo racional el por qué. Judd era frío y despiadado y tenía el encanto de un lobo feroz.

—Concertaré una cita con Faith.

Brenna rechinó los dientes.

—Yo lo haré. Por si no lo has notado, a Vaughn no le caes bien. —Había conocido a Faith y a su compa?ero, Vaughn, cuando la clarividente acudió a la guarida para aceptar un regalo que le habían hecho los ni?os del jardín de infancia, que estaban vivos gracias a una visión que ella había tenido. Sin esa advertencia, habrían perdido a varios de los lobeznos—. Aunque no es que tú te hayas esforzado en mostrarte cordial.

—Es irrelevante. —Judd se dio media vuelta y contempló el paisaje helado—. Las emociones no son una de mis debilidades.

Faith acababa de terminar una breve aunque perturbadora conversación con Brenna Kincaid cuando Anthony Kyriakus, cabeza del grupo NightStar —y su padre— entró en la sala de juntas. Tras guardarse el teléfono en el bolsillo, se acercó a Vaughn mientras aguardaba a que Anthony hablara.

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