Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(14)
Si se hubiera tratado de cualquier otra mujer, habría puesto fin al contacto y se habría asegurado de que no se repitiera. Pero no era otra mujer.
—?Cómo de lejos? —preguntó, pues Brenna prácticamente se había vuelto agorafóbica desde su secuestro; aunque a veces se alejaba a cierta distancia de la guarida, había dejado de asistir a clase y nunca salía a correr con sus compa?eros de clan.
—Lejos —dijo con resolución a pesar de que su mano lo aferraba como una tenaza.
Judd la condujo a través de varios túneles traseros hasta una salida que sabía que estaba menos vigilada que otras debido a que daba directamente a un jardín de la Zona Blanca. Dicha zona era la sección más próxima al perímetro interno y se consideraba lo bastante segura como para que los lobeznos salieran solos a jugar.
—Espera aquí mientras compruebo el área.
Brenna tardó unos pocos segundos en soltarle el brazo.
—Lo siento, yo…
—Si hubiera querido que te disculparas, te lo habría dicho.
Ella cerró la boca de golpe.
—?Dónde te han dado clases de encanto…? ?En un campo de concentración?
—Algo parecido. —Al salir encontró el jardín desierto. Lo más seguro era que hubiesen llevado dentro a los lobeznos cuando el cielo se nubló con la promesa de más nieve. Tras el reconocimiento visual realizó uno telepático para confirmar sus conclusiones—. Está despejado.
Brenna salió por la puerta con expresión resuelta, pero en cuanto se encontró al aire libre, su respiración se tornó agitada. Judd podía sentir el miedo que la embargaba como si fuera una oleada física que impactaba de forma repetida contra su cuerpo. Extendió el brazo hacia atrás y la tomó de la mano. Los cambiantes necesitaban del contacto físico, aquello les centraba, en tanto que en su raza producía el efecto contrario.
—No te separes. —Negándose a pensar en por qué había hecho algo tan impropio de su naturaleza, atravesó con ella el jardín y se dirigió hacia un angosto sendero—. ?Más lejos?
—Sí. —La voz ronca de Brenna tenía un sesgo duro—. Estoy harta de tener miedo. El no va a ganar.
—Eres demasiado fuerte para que eso sea tan siquiera una posibilidad.
Cuando descubrió lo que Enrique le había hecho, Judd supuso que la mente de Brenna se había quebrado y sumido en la locura. Pero no solo había sobrevivido, sino que además estaba cuerda.
Ella le apretó la mano.
—Judd…
Durante el reconocimiento telepático que continuaba realizando percibió algo.
—Silencio.
Era consciente de que Brenna le miraba fijamente; estaba tan cerca de él que podía sentir el calor de su cuerpo a través del aislante especial de su chaqueta. Relegando aquel hecho a un recóndito rincón de su mente, se concentró en el reconocimiento. Había dos soldados que se dirigían hacia ellos, posiblemente de regreso de su turno de vigilancia en el perímetro exterior.
Estos no le detendrían, pero no tenía intención de que nadie localizara su paradero. Por ese motivo había ideado varias formas discretas para asegurarse de que no quedara constancia de sus frecuentes entradas y salidas del territorio de los SnowDancer. Pero, si veían a Brenna, sin duda intentarían retenerla hasta que recibieran instrucciones de Andrew o de Riley.
—?Puedes confundir sus mentes? —preguntó Brenna en un susurro, apretándose aún más contra su cuerpo—. ?Hacer que miren para otro lado?
—Para nosotros resulta más difícil influenciar la mente de un cambiante que la de un humano. —Un psi poderoso podía matar a un cambiante con una explosión de energía, pero manipularlos era algo muy diferente—. Puede que haya otra alternativa.
Expandiendo nuevamente sus sentidos, encontró seis mentes desprotegidas. Asumir el control fue sencillo, los osos negros jóvenes carecían prácticamente de protección, sobre todo cuando se encontraban sumidos en un profundo estado de hibernación.
—?Puedes quedarte aquí sola durante unos minutos?
Brenna asintió con expresión tensa.
—Vete. —Soltándole la mano con manifiesta reticencia, retrocedió y se ocultó detrás de un árbol.
—No tardaré. —Podía ver lo cerca que estaba de sufrir un ataque de pánico, pero en su favor había que decir que se limitó a asentir cuando él le dio la siguiente orden—: Cuando oigas que los guardias comienzan a moverse, corre en dirección sudeste. Sin vacilar.
Judd se encaminó hacia los dos hombres asegurándose de apartarse del campo de visión de Brenna antes de desdibujarse. Ningún otro hombre de su unidad altamente especializada de las Flechas había poseído esa habilidad. La capacidad de desdibujarse, o de ?confundir? como lo había denominado Brenna, se llevaba a cabo en el plano mental la mayoría de las veces, donde los psi provocaban interferencias telepáticas en la mente del sujeto.
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