Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(12)
—Hacer un seguimiento de aquellos que podrían ser susceptibles de romper el Silencio.
—La rehabilitación solventa el problema —se?aló Tatiana con cierto tono categórico.
—Si ese es el caso, explícame entonces qué fue lo que sucedió con Sascha Duncan y Faith NightStar —le retó Shoshanna, haciendo referencia a las dos recientes desertoras de la Red—. ?Nikita? A fin de cuentas, Sascha es hija tuya.
—Dos anomalías. —Kaleb apoyó a Nikita con suma intención—. Además, parece que estabais realizando investigaciones no autorizadas mucho antes de que estas dos anomalías tuvieran lugar, de modo que no puede existir una conexión lógica entre ambas cosas.
—Vimos venir dichas anomalías, mientras que el resto no las visteis. —Shoshanna no desperdició ni un ápice del calculado encanto psi que desplegaba en sus apariciones ante los medios—. ?Habéis oído los rumores que corren por la Red? Hablan abiertamente de rebelión.
—Ella tiene razón —dijo Tatiana, su lealtad era tan poco clara como siempre.
—Sugiero que dejemos que hablen. Hasta cierto punto. —Kaleb dirigió sus palabras a todo el Consejo—. Tratar de sofocar todas las disensiones es lo que provocó problemas en el pasado. Mientras la situación siga como hasta ahora, podemos mantener vigilados a los alborotadores… y ocuparnos de cualquier problema antes de que tengan la posibilidad de causar da?os.
—Sea como sea, ese no es el tema que nos ocupa —se?aló Nikita—. Propongo que los hallazgos de los Scott sean entregados al Consejo. Si estaban actuando como consejeros, la información pertenece al Consejo. Si estaban actuando por cuenta propia, no tenían autoridad y, en cualquier caso, los datos deberían ser confiscados.
Kaleb estaba impresionado por la ingeniosa trampa de Nikita, pero no dijo nada al respecto. Todo apuntaba a que Shoshanna no tardaría mucho en convertirse en su enemiga. Pero no fue eso lo que le llevó a guardar silencio, sino su deseo de ver quién salía en defensa de los Scott, revelando una posible alianza.
—Me interesaría ver la información —dijo finalmente Ming LeBon. Maestro en el combate mental, era un consejero al que nadie, salvo sus soldados de élite de mayor rango, veía en carne y hueso. Kaleb había sido incapaz de encontrar una sola imagen de él; Ming era una verdadera sombra.
—Puede que sea de utilidad —repuso Tatiana.
—Ponedla sobre la mesa y ya decidiremos —intervino Marshall, el consejero más veterano y cabeza no oficial del Consejo gracias a que era el que más tiempo había sobrevivido de todos.
Tres consejeros cuyas lealtades no estaban claras. A todas luces, Nikita y Shoshanna se encontraban en bandos opuestos, y Henry estaba con su esposa.
—Por desgracia, es imposible. —Shoshanna mantuvo un tono metal extremadamente confiado—. Requeriría volver a entrar de nuevo en los archivos marcados.
—Sin duda llevaréis un registro de seguridad. —Marshall expresó en palabras lo que todos estaban pensando.
—Por supuesto. Sin embargo, dicho registro ha sido pirateado hace diez horas. La información ha sido codificada y es imposible de recuperar.
—?Nos tomas por tontos recién salidos de rehabilitación? —espetó Nikita, con su cortante voz psíquica—. Ningún hacker de la Red es capaz de vulnerar la seguridad de un consejero.
—Fue un virus. —Shoshanna se negaba a dar su brazo a torcer—. Aquí está la prueba. —Algo entró de golpe en el negro espacio vacío dentro de la cámara, un archivo de datos que vibraba con una firma viral inconexa.
Todos retrocedieron, a excepción de Nikita.
—Es seguro —aseveró al cabo de un segundo—. No ha sido creado para extenderse por el negro espacio. Y aunque así fuera, este tipo de virus se disipa rápidamente. El espacio negro es un entorno inhóspito.
—Debemos estar agradecidos por ello. De lo contrario, los transmisores virales ya habrían corrompido toda la Red a estas alturas —replicó Shoshanna haciendo una fría referencia a las supuestas habilidades de Nikita.
Todos se tomaron su tiempo para examinar la prueba de Shoshanna. Parecía convincente. El archivo psíquico que había presentado debería haber sido legible para sus mentes psi, los flujos de datos deberían ser nítidos y estar bien ordenados. Pero esos datos estaban enredados en una amalgama gigante, distorsionados por espirales de chispas producidas por descargas internas que los diseccionaban y seguían destruyéndolos ante sus ojos.
—Se autoalimenta —murmuró Marshall—. Un ciclo que se corrompe constantemente.
—Una programación extraordinaria sin lugar a dudas. —Tatiana se acercó aún más—. Tenemos que conseguir que ese individuo trabaje para nosotros. Me gustaría ocuparme de localizar al responsable.
—Adelante. —Shoshanna le pasó el archivo a Tatiana—. Es poco probable que lo consigas. El hacker no dejó una firma útil.
—El virus es su firma —se?aló Nikita—. A menos que sea lo bastante listo como para enmascararla. Esto podría encajar en el patrón de altercados que se le atribuyen al fantasma. —Nombró al saboteador que se había convertido en una peligrosa espina en el costado del Consejo.
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