Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(7)
Si no hubieran desertado, les habrían borrado la mente destruyéndoles el cerebro hasta convertirlos en poco menos que vegetales andantes. Acudir a los lobos había sido un riesgo calculado. Walker y él habían esperado morir, pero conservaron la esperanza de que se mostraran clementes con Toby y con Marlee. Sienna, demasiado mayor para ser considerada una ni?a y demasiado joven para ser una adulta, había decidido correr el riesgo con los lobos en lugar de enfrentarse a la rehabilitación.
Pero los SnowDancer no habían aniquilado a los adultos nada más verlos. A resultas de lo cual Judd vivía ahora en un mundo donde su antigua vida no significaba nada. Se vistió poniéndose primero los pantalones, los calcetines y las botas. Un hombre podía derrotar a un adversario a pecho descubierto; estar descalzo era una desventaja mucho mayor. Mientras se ponía una camisa recibió el esperado mensaje en su peque?o teléfono plateado. Sin haberse abrochado los botones, leyó las palabras encriptadas decodificándolas mentalmente
Objetivo confirmado. Plazo: una semana.
Borró el mensaje inmediatamente después de leerlo. Lo siguiente que hizo fue remangarse la camisa blanca y vendarse los antebrazos con tiras de algodón; enmascararían el olor de la piel regenerándose a marchas forzadas. Brenna se habría quedado muy sorprendida al ver lo rápido que sanaba.
Su mente repasó la escena del crimen una vez más. Estaba seguro de que se enfrentaban a un imitador. Los cortes eran, en apariencia, similares a los realizados por Santano Enrique, pero nada más. Enrique se había enorgullecido de la precisión con la que mutilaba los cuerpos de sus víctimas, en tanto que este asesino había abierto tajos más que cortado de manera precisa. índigo también había confirmado que no se había percibido el olor de un psi en la escena. El factor decisivo era que Santano Enrique estaba muerto y bien muerto; Judd había presenciado cómo lobos y leopardos habían despedazado al psi con sus zarpas.
No era necesario que Brenna se preocupara porque su torturador hubiera regresado de la tumba. Naturalmente, aquello era pura lógica psi y ella era indiscutiblemente una cambiante. Más aún, Brenna no sabía que Judd había estado presente durante la ejecución de Enrique y, por tanto, durante su rescate. Y no tenía intención de que eso cambiara. Porque, a pesar de que no se le daba demasiado bien predecir las reacciones emocionales, había aprendido lo suficiente sobre Brenna durante las sesiones curativas —donde le había prestado su fuerza psíquica a Sascha mientras trabajaba para reparar las fracturas en la mente de Brenna— como para saber que ella reaccionaría de forma negativa si conociese su participación.
?Ya no soy una ni?a.?
No, no lo era. Y él tampoco era su protector. No podía serlo; cuanto más se acercara a ella, más posibilidades había de que le hiciera da?o. El Silencio había sido inventado para aquellos como él: asesinos brutales y locos peligrosos, aquellos que habían convertido el mundo de los psi en un infierno empapado en sangre hasta el punto de que el Silencio se había convertido en su mejor opción.
En cuanto rompiera el condicionamiento se convertiría en un arma cargada y sin el seguro puesto. Esa era la razón por la que jamás haría lo que Sascha había hecho: ponerle fin al Silencio en su mente. Pues era lo único que mantenía al mundo a salvo de lo que él era… lo único que mantenía a Brenna a salvo.
Tras ponerse una chaqueta negra idéntica a la que Tai le había destrozado, se guardó el teléfono en el bolsillo. Era hora de abandonar la guarida.
Tenía que montar una bomba.
3
Kaleb Krychek, tq cardinal y miembro más reciente del Consejo de los Psi, dio por concluida la llamada y se recostó en su sillón, con las yemas de los dedos de ambas manos unidas frente a sí.
—Silver —dijo activando el interfono con una insignificante porción de sus habilidades telequinésicas—, busca todos los archivos que tenga sobre la familia Liu.
—Sí, se?or.
Sabiendo que tardaría varios minutos en realizar la tarea, repasó en su cabeza la conversación que acababa de mantener. Jen Liu, matriarca del imperio Liu, había dejado clara su postura.
—Tenemos una relación mutuamente provechosa —le había dicho sin inmutarse—. Estoy segura de que no harás nada que la ponga en peligro. Sin embargo, no estoy tan segura acerca de tus colegas del Consejo. Todavía estamos pagando las consecuencias de su última decisión… el precio de Faith NightStar casi se ha duplicado mientras su familia se propone resarcirse de las pérdidas.
El asunto NightStar, como ahora llamaban a esa debaele política en concreto, había tenido lugar justo antes de su inclusión en el Consejo. Faith NightStar, una poderosa clarividente, había optado por desconectarse de la PsiNet y caer en brazos de uno de los felinos de los DarkRiver. Dos consejeros habían tomado la decisión apresurada de intentar volver a capturarla, poniendo su vida en peligro y granjeándose la animosidad no solo de su familia, el poderoso grupo NightStar, sino también de todas las empresas que dependían de las predicciones de Faith. Empresas como las del grupo Liu.
Nalini Singh's Books
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