Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(8)
Ahora, Kaleb miraba pensativamente la pantalla transparente que momentos antes había reproducido el rostro de Jen Liu. La matriarca no se había equivocado al estimar sus lealtades. Kaleb valoraba las alianzas que había forjado y que le habían llevado a ocupar un asiento en el Consejo. Había preservado esas alianzas con fría precisión; sabía bien que un consejero que contase con el apoyo de ciertos sectores de la sociedad ostentaría una gran cantidad de poder. Y a Kaleb le gustaba el poder.
Pulsó en la pantalla para pasar de la función de comunicación a la de datos, luego abrió los archivos del resto del Consejo. Colocando los archivos personales a un lado, accedió a aquellos acerca del asunto NightStar. Además, dejó un espacio vacío para la información que Silver estaba recopilando.
Por último, abrió un archivo altamente confidencial titulado ?Implante P?. En esos momentos todo lo que tenía acerca de ese asunto eran solo sospechas, pero eso iba a cambiar. El tema Liu serviría como un primer golpe. No veía la necesidad de derramar sangre… todavía.
Kaleb era un hombre muy paciente… tanto como una cobra.
4
Un día después del asesinato, y tras innumerables horas de discusiones consigo misma, Brenna sabía que Judd era la única persona a la que podía preguntarle, la única que podría llegar a entender. Y, sin embargo, también era el menos indicado, tan frío que a veces parecía menos humano que una estatua esculpida en hielo. Antes de ser secuestrada, se había tomado muchas molestias para evitarle, sintiéndose turbada para sus adentros por la inhumana frialdad de su personalidad.
Plenamente consciente de que sus hermanos se pondrían furiosos solo de pensar en que estuviese a solas con Judd, puso extremo cuidado en que nadie la viera cuando salió a hurtadillas de las estancias de su familia después de cenar y se dirigió hacia la sección ocupada por los soldados solteros. Judd vivía solo, en tanto que su hermano, Walker, y los tres menores habían sido reubicados en la sección familiar. La mudanza había tenido lugar cuatro meses después de que los Lauren buscaran refugio con los SnowDancer.
Por sorprendente que pudiera parecer, habían sido las madres del clan quienes habían ordenado a Hawke que pensara de qué forma estaba afectando a los ni?os psi estar aislados en el área de los soldados. Teniendo en cuenta lo sensibles que eran las mujeres con respecto a cualquier cosa que pudiera entra?ar un peligro para los lobeznos, Brenna habría esperado que exigieran que los peque?os guardasen las distancias; Marlee y Toby eran ni?os, pero eran unos ni?os muy poderosos.
Por el contrario, los lobeznos de los SnowDancer acostumbraban a jugar con dureza y podían herir a los ni?os psi sin querer. Pero las madres habían extendido la invitación y Walker Lauren la había aceptado por el bien de su hija, Marlee, y de su sobrino, Toby. A sus diecisiete a?os, a Sienna, la hermana de Toby, ya no podía considerársela una ni?a, aunque tampoco una adulta. En ese caso, la obstinada adolescente había optado por quedarse junto a los ni?os.
Dejando solo a Judd.
Puesto que Judd estaba considerado como el miembro más peligroso de la familia Lauren, su alojamiento nunca fue objeto de discusión. Continuaban mirándole con recelo, a pesar de que Brenna sabía que él había formado parte integral de su rescate. Aunque no había sido uno de los que entró en la habitación cargada de dolor que era la cámara de su torturador —algo por lo que siempre le estaría agradecida—, había ayudado a Sascha a tender una trampa psíquica que había conducido a la captura de Enrique. Judd había demostrado su lealtad, pero seguía siendo un forastero.
Lo injusto de la situación atentaba contra su sentido de la justicia, pero no podía culpar a los miembros de su clan por sus sentimientos, no cuando Judd parecía resuelto a darles motivos para que mantuvieran su actitud. El hombre era distante hasta rayar en la grosería. Cuando llegó a su puerta, Brenna llamó suavemente.
—Date prisa.
A pesar de que el corredor estaba desierto, podía escuchar el sonido cercano de pasos aproximándose. Con su suerte, sería uno de sus sobreprotectores hermanos.
La puerta se abrió.
—?Qué…?
Brenna agachó la cabeza para pasar por debajo del brazo de Judd y entró en la habitación.
—Cierra antes de que venga alguien. —Por un segundo creyó que Judd se negaría, pero entonces él hizo lo que le pedía.
Tras darse la vuelta para apoyarse contra la puerta, Judd cruzó los brazos sobre su pecho desnudo.
—Si tus hermanos te encuentran aquí te encerrarán bajo llave.
De pronto fue muy consciente del olor a sudor masculino reciente y de piel firme dentro de aquel espacio cerrado. Sintió que el terror comenzaba a invadirla, pero Brenna lo acalló casi antes de que apareciera, relegándolo a aquella caja inexpugnable dentro de su mente.
—?Es que no te preocupa lo que te harán a ti? —A pesar del ligero temor, notó que los dedos le hormigueaban por el deseo de tocar a aquella peligrosa criatura.
—Sé cuidarme solo.
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