Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(130)



—?Da?os? —susurró.

—No te preocupes, cielo. Estaré en perfecto estado. —Puso gran énfasis en las dos últimas palabras.

Brenna deseó darle un mamporro por preocuparla de esa manera, pero se lo impidió el afecto sin reservas que percibió en su tono de voz mental. Nunca antes lo había escuchado. Pero ahora le hablaba sin barreras… confiando en ella con todo su ser. Notó que se le formaba un nudo en la garganta y se limpió los ojos con el dorso de las manos.

—Idiota. Yo sí que te voy a hacer da?o si no cierras el pico y te das prisa.

Una risa masculina repiqueteó dentro de su cabeza. Sonaba tal y como siempre había imaginado que lo haría si Judd riese: arrogante, un tanto perversa, y absolutamente divina.

—Puedo escuchar tus pensamientos.

—Pues deja de cotillear. —Pero se sentía demasiado feliz como para preocuparse. Y… aquel era Judd. Tenía privilegios que iban más allá de la piel—. ?Cómo es que podemos hablar de este modo? Ninguno de los otros puede. —No que ella supiera.

—Soy un telépata de alto nivel. Siempre he podido comunicarme, incluso con receptores muy débiles, y tú no tienes nada de débil.

Se hizo un breve silencio.

—?Qué me hizo Enrique? —Había estado evitando el tema al ver que nadie parecía ser capaz de darle respuestas, pero en esos instantes Judd se encontraba en el único lugar en el que Brenna había jurado no permitir jamás la entrada a otro ser. Y su presencia ahí le parecía que era lo correcto—. Dímelo, estoy preparada.

—No sé cuál era su intención, pero parece que podría haber abierto tu mente de un modo que nunca debió ser abierta. Por eso has estado captando fragmentos de los pensamientos y sue?os de otras personas, y por esa razón has estado actuando de forma extra?a. Tengo que ense?arte a protegerte, no como una cambiante, sino como un psi. Hasta que puedas hacerlo, yo te protegeré.

—Bueno, si podemos hablar de esta manera, al menos algo bueno ha salido de esto. —Depositó un beso en su frente. Luego frunció el ce?o—. ?Puedo yo comunicarme contigo a través del pensamiento?

—Sí. —Judd parecía encantado—. Brenna, no es solo mi telepatía y los cambios operados en ti lo que nos permite hablar de esta manera. Puedo verlo… un vínculo como el que me une con la LaurenNet familiar, salvo que este es… es… no soy poeta…

Sintió una caricia susurrada a través de su mente y supo que Judd quería que cerrase los ojos. De modo que Brenna así lo hizo. Al cabo de un segundo notó que algo le llegaba a través del vínculo. Era una imagen del propio vínculo. Un deslumbrante caleidoscopio entretejido con las hebras marciales de un soldado y las brillantes chispas animales que la representaban a ella.

Una lágrima rodó por el rostro de Brenna.

—Te quiero.

—Eres mía.

Brenna rió al escuchar su posesivo tono de voz.

—Siempre he sido tuya. Bueno, date prisa o los demás me encontrarán aquí hablando sola.

—Te dije que no necesitaba ayuda.

—Y yo te dije que ahora eres uno más del clan. —Iba a meterle eso en la cabeza aunque tardara toda una vida en conseguirlo.

Judd guardó silencio, obviamente volviendo al trabajo. No le interrumpió, y cuando aquellas negras pesta?as se alzaron veinte minutos más tarde, no pudo evitar sonreír.

—Hola.

Mirándola a los ojos, levantó una mano para asirla de la nuca.

—Acércate.

Brenna se inclinó y le rozó los labios con los suyos. Sintió el afecto fluyendo de su cuerpo al de Judd y regresando después a ella. El vínculo vibró antes de estallar enviando una débil descarga eléctrica por su espalda. Brenna puso fin al beso ahogando un grito.

—No creo que eso sea algo normal.

—Estás emparejada con un tq. —Judd sonrió, y aunque no lo hizo de oreja a oreja, no cabía duda de que se trataba de una sonrisa. El efecto fue, cuando menos, devastador—. Parece que puedo hacerte todo tipo de cosas ahora que el vínculo funciona como debe. —Y para demostrarlo, la siguiente descarga fue directa al calor que palpitaba entre sus piernas.

Conteniendo el aliento con brusquedad, Brenna se inclinó y le mordió el labio inferior.

—Me toca. —Compa?ero, él era su compa?ero. Para siempre—. Eres mío.

—Soy tuyo. —Presionó la mano sobre su nuca mientras la dejaba aprovecharse de él.

—?Por qué el vínculo no funcionaba? —preguntó cuando paró para tomar aire—. Mi lobo no podía sentirlo.

—El Silencio. —Un matiz sombrío ti?ó su voz—. Estaba tan arraigado en mí que lo bloqueaba, seguramente también impedía que tú lo sintieras. Lo más probable es que aceptarlo hubiera provocado un ataque mortal de la disonancia, de modo que mi cerebro se protegió del único modo que sabía. —La ira se apoderó de sus palabras—. El Silencio trató de destruirnos antes de que pudiera haber un nosotros.

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