Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(128)


—Entonces hazlo. —Una declaración de lealtad, de unión, de una confianza tan absoluta que Judd la sintió dentro de su mente. Frunciendo el ce?o para sus adentros ante la imposibilidad de aquello, terminó de instalar el detonador. Hecho eso, se internó aún más profundamente hasta el lugar donde el condicionamiento formaba un duro caparazón alrededor de su núcleo emocional que segregaba esa parte de él. Los escudos estaban fragmentados, pero aguantaban. Puso una mano psíquica sobre el primero.

Una ráfaga repentina de dolor atroz recorrió su cuerpo.

Entonces Brenna profirió un grito.

Judd apretó los dientes. Cuando abrió los ojos, vio que su rostro había palidecido.

—?Brenna?

—Oh, Dios mío, Judd. —Le apretó la mano—. He sentido las… vibraciones de eso, un eco. Si lo que he sentido estaba atenuado, ?cómo es posible que sigas consciente?

—?Por qué lo has sentido? —Su instinto protector entró en acción—. No estamos emparejados.

Brenna abrió como platos aquellos ojos que parecían fracturados.

—?Estás seguro?

El corazón de Judd se detuvo durante un segundo, deseaba con todo su ser que ella le perteneciera de forma absoluta e irrevocable.

—Supongo que lo descubriremos. —Regresó de nuevo al campo minado que era su consciencia al tiempo que levantaba un escudo alrededor de Brenna. Pero sabía que eso solo acallaría el impacto, que no lo detendría del todo, no cuando él desconocía el enlace que los conectaba.

Pasó varios minutos revisando sus bloqueos emocionales.

—Tengo que destruirlos. Sin sutilezas. Una exterminación total.

—?Cómo te afectará eso?

La verdadera cuestión era: ?cómo iba a afectarla a ella? El podía capearlo casi todo, exceptuando el sufrimiento de Brenna.

—Será doloroso.

Judd sintió el suave roce de sus labios sobre la mejilla.

—Puedo soportar el dolor.

Judd no la cuestionó, no dudó de ella. Brenna se había granjeado su respeto el día en que había salido cuerda de aquella habitación en la que había estado encerrada.

—Pase lo que pase —le dijo—, no dejes que nadie interfiera.

—Pero…

—Nadie.

—Vale, pero solo mientras tu vida no corra peligro.

—Lo acepto. —Focalizando sus sentidos hasta darles la precisión de un láser, cortó los escudos por la mitad.

Durante un momento, no hubo nada. Silencio absoluto. Calma total.

Luego la agonía atravesó todas las terminaciones nerviosas, todas las sinapsis y todos los sentidos que poseía. Oyó gritar a Brenna y su instinto protector se negó a permitir tal cosa. Guiado por la intuición, erigió un escudo contra una conexión que no debería haber existido y tuvo la satisfacción de escuchar el repentino alivio de Brenna. Un segundo más tarde, el dolor dejó su mente completamente en blanco.

Shoshanna Scott se reunió con su marido, Henry, en el salón de su apartamento después de que hubieran concluido sus respectivas intervenciones quirúrgicas. La ayudante de Ashaya Aleine, la misma que les había colocado el implante, se había ocupado de realizar la extracción. Había tardado una hora con cada uno, los procedimientos resultaron complicados por el modo en que los implantes se habían integrado con sus células neurológicas.

—?Cómo te encuentras?

—Tengo una ligera jaqueca y cierta debilidad en las extremidades, pero se supone que es algo pasajero. —Henry respondió a la pregunta con el mismo ánimo con que había sido formulada. Centrándose en lo físico. Eran marido y mujer únicamente por fines propagandísticos; a humanos y a cambiantes parecía agradarles la idea de que hubiera una pareja psi en el Consejo.

—Yo estoy igual. —Tomó asiento junto a él—. Es una ventaja que nos implantara después que a los otros. —Eso les había avisado del catastrófico fracaso de los implantes experimentales—. La lástima es que los implantes estuvieran tan degradados que no puedan analizarlos.

—Tal vez deberíamos reconsiderar la idea de guardar copias de seguridad en la Red.

—No. —Shoshanna estaba de acuerdo con el resto de consejeros a ese respecto, por mucho que pecaran de ser poco previsores en la mayoría de sus decisiones.

—Llevará meses, si no a?os, alcanzar el punto en que estaba Aleine antes del sabotaje. —Henry se movió—. Es desconcertante tener que volver a este poco eficaz método de comunicación.

Durante los dos últimos meses habían estado funcionando como una unidad psíquica perfecta, compartiendo todo pensamiento. No obstante, no se habían convertido en una sola mente; Shoshanna era consciente de que había ostentado más poder en la unidad. Eso demostraba la teoría de que siempre debía haber una mente que controlase. Por ejemplo, los otros ocho que fueron implantados antes que ellos habían sido incapaces de fundirse con las mentes de Henry y de Shoshanna, pero sí había sido posible lo contrario.

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