Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(126)
El era un ser psíquico. Lo habría visto si hubiera estado presente, sin importar qué forma tuviera. El que no fuera así denotaba que, a pesar de sentirse atraídos mutuamente, no estaban hechos el uno para el otro. A Judd le importaba un comino; no pensaba dejarla.
—?Qué estaba haciendo Tai contigo? —preguntó Brenna al ver que él guardaba silencio.
—Tai es un buen alumno. Pero ?cuándo me he convertido yo en profesor?
—Eres teniente, un hermano mayor para los más jóvenes.
—Ah. —Eso tenía sentido—. Confían en mí.
—Sí.
—Podría hacerles da?o.
—Pero no lo harás.
Brenna mostraba una fe ciega en un renegado de la Red.
—Ha llegado el momento.
Ella entendió de inmediato.
—?Aquí? —Se encontraban en un claro muy peque?o entre imponentes secuoyas—. Está oscuro.
—Es un lugar tan bueno como cualquier otro. Y a donde voy no necesito que haya luz. —Se acomodó en un tronco caído después de sacudir la nieve que lo cubría, y Brenna tomó asiento a su lado—. Puede que no responda si me llamas. No te dejes llevar por el pánico.
—No lo haré —repuso con voz trémula. Luego inspiró hondo—. No lo haré —repitió, esta vez con mucha más firmeza.
—También has de estar preparada para la posibilidad de que pueda no funcionar, de que tengamos que separarnos para siempre.
Brenna palideció.
—Funcionará.
—La tozudez no servirá de nada en esta ocasión —dijo tratando de ser delicado, pero sabiendo que sonaba tosco—. Ha resistido tanto gracias a su solidez. El condicionamiento reprograma los aspectos más fundamentales de nuestros cerebros. Romper el Silencio integral es una cosa, pero hacer uso de un aspecto aislado del mismo, como pretendo hacer yo, podría ser otra muy distinta. —Lo que no quería decirle a Brenna era que el intento tal vez resultara mortal. Pero no iba a mentirle—. Si no lo hago bien, quizá dispararía el nivel más extremo de la disonancia.
—?Me estás diciendo que podrías morir?
—Sí.
A Brenna se le demudó el rostro.
—No puedes morir. Eres mío.
—No tengo ninguna intención de hacer nada mal y sí toda de sobrevivir. —Era una Flecha y, por primera vez, eso podría ser algo bueno—. Fui entrenado para sustraerme al dolor y utilizarlo en mi propio beneficio. Confía en mí.
Brenna notó que se le formaba un nudo en la garganta, pero asintió.
—Sé que no puedo ayudarte, pero…
—Puedes ayudarme. —Era algo de lo que se había dado cuenta durante la calma que le había procurado instruir a Tai—. Después de recomponer el corazón de Andrew, recuperé mi fuerza física mucho más deprisa de lo que debería. Creo que fue por ti.
—?Cómo?
—No lo sé. —No había vínculo, pero Brenna llegaba a él de formas que nadie más había sido capaz de llegar—. Si algún día encuentras a tu verdadero compa?ero —dijo—, no te daré la libertad. —No tenía tan buen corazón.
Ella frunció el ce?o.
—Soy mujer de un solo psi.
Satisfecho con su aceptación, Judd asintió.
—Mantén el contacto físico conmigo.
Brenna se puso pálida.
—Sientes dolor cuanto te toco.
—Porque estoy condicionado para considerarlo como un peligro. Es un… el contacto me une a ti, lo cual amenaza con romper el Silencio.
Brenna asintió con un nudo en la garganta y le agarró el hombro con la mano.
—Lo primero que voy a hacer cuando vuelvas es acariciarte por todas partes tanto como quiera. Prométeme que me dejarás hacerlo.
—Te lo prometo.
Con aquel sensual objetivo como referente, Judd cerró los ojos y se internó en su mente. Más profundamente de lo que nunca lo había hecho. Lo que vio amenazó con hacer flaquear su confianza en su habilidad para utilizar el Protocolo en su provecho.
40
Nunca antes se había percatado de hasta qué punto el Silencio había clavado las garras en su cerebro. Retirarlas era como extraer espinas una a una. Pero lo más extra?o era que, a pesar de que estaba operando única y exclusivamente en el plano psíquico, podía sentir a Brenna a su lado, que había desplazado la mano para asirle del antebrazo, como un sostén que le mantenía centrado.
Era algo insólito.
El círculo exterior del condicionamiento era enga?osamente fácil de desentra?ar. Enga?oso porque a medio camino reparó en que estaba vinculado al circuito cerrado de la disonancia…, a un nivel que le provocaría la inconsciencia. Judd se detuvo, volvió sobre sus pasos y buscó los detonantes incrustados. Desarmarlos era curiosamente similar a desmontar diminutos dispositivos explosivos. Gracias a Dios que había sido entrenado para realizar justo esa tarea. Claro que aquello era un poco diferente. Un solo error y desataría una implosión en su cerebro. De modo que no iba a cometer errores.
Nalini Singh's Books
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- La noche del cazador (Psy-Changeling #1)
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