Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(118)
La reunión concluyó poco después y Judd contactó de inmediato con el fantasma. Como no quería abandonar la guarida, corrió el riesgo de enviar un mensaje codificado para pedir que le llamara a través de una línea segura. El fantasma le respondió en cuestión de segundos.
—Esta llamada debería ser imposible de rastrear, pero no podemos hablar mucho rato.
—Entendido. —Judd le detalló la situación con los ciervos y los psi sin mencionar a los DarkRiver ni a los SnowDancer.
De igual manera que él desconocía la identidad del fantasma, este ignoraba adónde iba Judd cuando dejaba la iglesia.
—?Necesitas los nombres de los oficiales?
—?Puedes conseguirlos?
—Tendré que colarme en una base de datos segura de la PsiNet, pero no debería suponer ningún problema, a menos que la información esté clasificada como altamente confidencial. Supongo que no quieres hablar con estos hombres.
Judd no respondió porque no era necesario hacerlo.
—Mi objetivo es ayudar a mi gente —declaró el fantasma con el tono glacial de un psi inmerso por completo en el Silencio—, no venderla. Puede que sea un revolucionario, pero no soy un traidor.
—Luchar contra una maldad que mata a mujeres y a ni?os inocentes no es traición.
—Coincido contigo… al menos en estas circunstancias. Matar a esos ciervos fue semejante a liquidar a los civiles más indefensos en una guerra que nadie sabe que se está librando.
—?Quieres que tratemos caso por caso? Me parece bien. Que sea tu conciencia la que te dicte qué debes hacer.
—No tengo conciencia, Judd. —El fantasma bajó la voz—. Tengo las manos tan manchadas de sangre que nada podrá limpiarla jamás.
—Puede que el futuro te depare alguna sorpresa. —Era más que obvio que así había sido con él—. Y si no tienes conciencia, ?por qué te has convertido en un revolucionario?
—Tal vez quiera hacerme con el poder.
—No. —De eso estaba seguro—. Lo haces porque ves en qué está convirtiendo el Consejo a los psi y porque sabes que eso no está bien. Hubo un tiempo en que fuimos la más grande de todas las razas, los auténticos y únicos líderes del mundo.
—?Crees que podamos volver a eso?
—No. —El mundo había cambiado, humanos y cambiantes se volvían más fuertes con el curso de los a?os—. Pero podemos convertirnos en algo mejor. Podemos ser libres.
Brenna estaba reparando algún tipo de peque?o dispositivo electrónico cuando Judd la encontró en su apartamento.
—Judd —dijo, dejando las herramientas—. No puedes estar aquí. La disonancia…
—He de preguntarte algo importante —le dijo al ver el pánico que reflejaban sus palabras.
—?Qué puede ser más importante que tu vida? —Brenna parecía a punto de echarse a llorar.
—La tuya. Si tú mueres no creo que siga conservando la cordura. —Esa era la verdad pura y dura.
Las manos le temblaban cuando se retiró el cabello de la cara.
—Haz tu pregunta.
—El empe?o con que el asesino te persigue hace suponer que existe un motivo más profundo que el mero hecho de que crea que vayas a recordar algo sobre la muerte de Tim. —Sabía que por fin estaba en el buen camino—. Sabes otra cosa que él teme que reveles.
—Tiene que ser la muerte de Tim. Eso supondría una sentencia de muerte para él.
—Pero él sabe que no viste nada, Brenna. —Se inclinó hacia delante, deteniéndose antes de tocarla. Aun así, Judd sintió que estaba a punto de tener una hemorragia nasal. Logró contenerla a tiempo con sus poderes telequinésicos, pero no por mucho tiempo—. Planeó la muerte de Tim con todo detalle, se aseguró de que no hubiera la más mínima evidencia, ni huellas ni testigos. Sabe que no se ha delatado.
—Quizá esté chalado. ?Como tú! —Se puso furiosa—. ?Te crees que no soy capaz de oler la sangre?
Judd se centró en la primera parte de su declaración.
—Está actuando con demasiada lógica para ser un loco. Piensa, Brenna, ?qué más puedes saber?
—?Nada! —Levantó las manos en el aire—. He pasado meses recuperándome, luego Drew y Riley han estado haciendo de ni?eras conmigo. Y tú también, ahora que lo pienso. ?Sigo estando sobreprotegida!
Judd sintió un gélido escalofrío descender por su espalda cuando su cerebro estableció la conexión que le había estado esquivando durante días.
—El día del asesinato de Tim fue cuando comenzaste a exteriorizar tus emociones… a no aceptar órdenes, a comportarte de manera agresiva.
—Me estaba comportando con normalidad —replicó.
—Sí. —La miró a los ojos—. Por primera vez desde tu secuestro te comportaste como lo haría alguien que se ha recuperado por completo.
Brenna frunció el ce?o.
—Judd, vas a tener que explicarte sin rodeos antes de que te desangres y mueras en el suelo de mi apartamento. —A pesar de sus duras palabras, la preocupación que sentía por él estaba dolorosamente impresa en sus ojos.
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