Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(116)



—No es eso lo que quería decir y lo sabes. Verás, he oído hablar a las mujeres. Dicen que ni siquiera intentas mantener una relación estable, que en cuanto a alguna se le ocurre ponerse un poquito posesiva, te largas.

—?Debería decirte que esto no es de tu incumbencia?

Ella le abrazó con fuerza.

—Sí que lo es. —Como su alfa, Hawke le pertenecía a ella tanto como al clan—. Quiero que seas feliz y no creo que lo seas. —Tal vez porque ella misma estaba sufriendo mucho. La idea de vivir sin Judd era una pesadilla.

Hawke no respondió durante largo rato.

—Ella tenía dos a?os cuando nos conocimos. Yo tenía siete. Supe en el acto que era mi mejor amiga. Cuando crecí, también supe que de mayor se convertiría en mi compa?era.

Brenna no quería que él continuase, pues tenía una horrible sensación en la boca del estómago; sabía lo que les había sucedido a los SnowDancer hacía dos décadas, el derramamiento de sangre, la pérdida de vidas. Se aferró a Hawke, le estrechó contra ella tratando de prestarle su apoyo con los vínculos del clan.

—Estaba hecha para mí de un modo que nadie más podrá estarlo. Y murió cuando tenía cinco a?os y yo diez.

Una lágrima rodó por el rostro de Brenna. Daría lo que fuera por poder retroceder en el tiempo y salvar aquella vida, ya que los lobos solo se emparejaban una vez. Aunque Hawke hubiera sido demasiado joven para que el vínculo se materializase, había encontrado a la mujer que estaba hecha para él. Eso no ocurría dos veces.

—Lo siento mucho.

—He aprendido a vivir con ello. —Le acarició la parte superior de la cabeza con el mentón—. Pero tú no tienes por qué hacerlo. Si te has emparejado con Judd, yo no pondré objeciones.

No podía reconocer ante él que solo sentía un vacío sordo allí donde debería haber estado el vínculo de pareja. No era justo; amaba a Judd. ?Por qué su lobo no le reconocía como pareja? Brenna inspiró hondo y soltó a Hawke.

—No se lo contaré a nadie.

él le limpió la lágrima de la cara con el pulgar.

—Ni siquiera sé por qué te lo he contado. —Parecía divertido—. Eres peligrosa.

Brenna prorrumpió en una carcajada.

—No. Solo tengo la mala costumbre de preocuparme por hombres que parecen no preocuparse de sí mismos.

—Hablando del maldito psi, ?dónde está? Le necesito para que asista a una reunión.

—Anda cerca —dijo consciente de que su ángel oscuro velaba por ella—. ?Puedo preguntar de qué va a tratar la reunión?

—Los condenados gatos creen que tienen algo sobre los psi que atacaron a los DawnSky. El líder de las hienas no sabía nada al respecto… fue un asalto solo por parte de los psi. —Su voz se había vuelto grave, letal por su serenidad—. Esos putos cabrones mataron a ni?os.

—Espero que les destripes mientras aún viven.

Hawke esbozó una sonrisa feroz.

—Por eso me gustas, Brenna. Tu lobo es más fuerte que tu lado femenino.


No debería haber usado el código. Se había vuelto demasiado engreído. Ahora Riley estaba interrogando a todos sus hombres de mayor rango. Tarde o temprano iban a deducir que no había estado donde se suponía que debía estar el día que Andrew recibió el disparo.

No importaba. Siempre y cuando Brenna no anduviese cerca para se?alarle con el dedo, jamás serían capaces de demostrar que había hecho otra cosa aparte de abandonar su puesto de vigilancia sin autorización.

Ya estaba bien de andarse con miramientos. Ese día iba a acabar todo.





37


Judd ocupó su posición contra la pared en la sala de reuniones, impaciente por acabar con aquello para poder regresar junto a Brenna. Como era natural, no se acercaría a ella, pero podía mantenerla vigilada desde lejos. Sus magníficos instintos le decían a gritos que el peligro acechaba cerca.

Si pudiera la encerraría con llave para que estuviese a salvo. Pero eso acabaría con ella del mismo modo que un asesinato.

?Jamás volverán a meterme en una jaula…?

No, él nunca le haría eso a Brenna.

—Estamos en directo —dijo índigo cuando la enorme pantalla al fondo de la habitación se encendió. Lucas apareció en ella, flanqueado por Dorian y por Mercy, del mismo modo que índigo y Judd hacían con Hawke.

El alfa de los leopardos miró a Judd a los ojos, enarcó una ceja y luego se volvió hacia Hawke.

—Así que por fin te has encargado de él. Ya era hora, joder.

Judd se movió para atraer de nuevo la atención de Lucas.

—Yo diría que hemos llegado a un entendimiento mutuo.

No fue Lucas quien habló a continuación, sino Dorian:

—Bueno, ?cómo caza un teniente psi?

Judd se enfrentó a la mirada azul intenso del centinela.

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