Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(115)



—Los tres, el fantasma, el padre y yo, queremos proteger a los psi de la mayor amenaza desde el Silencio. —Aunque los motivos de Xavier Pérez seguían siendo un misterio, la lealtad del hombre era incuestionable—. El Implante P llevará a la destrucción de los jóvenes… sus mentes serán eliminadas y sus identidades individuales, aniquiladas.

Brenna le tomó la mano, separados tan solo por la manta. Judd sintió su calor. No era suficiente. Ansiaba sentirla; un hambre acuciante, casi animal, dentro de él.

—Judd… huelo a sangre. —Se irguió y alargó la mano para encender una lámpara.

El la detuvo con la otra mano.

—Solo es una hemorragia nasal.

Se hizo un breve silencio y, acto seguido, Brenna se apartó de él.

—No —susurró con la voz cargada de dolor—. Te matará si no dejamos de estar juntos.

Judd se limpió la sangre con la manga del jersey de cuello vuelto; podía distinguir que era oscura y densa.

—Hay otra alternativa, tal y como una vez me dijiste. Tengo que desactivar el Protocolo. —Y de algún modo conseguir evitar convertirse en un asesino involuntario.

El primer cadáver fue hallado veinticuatro horas después de la reunión del Consejo. El varón joven, que resultó haber sido paciente en un centro de prerrehabilitación antes de su pronta e inesperada liberación, había muerto de un traumatismo neurológico masivo.

Kaleb dejó el informe y se volvió hacia Nikita, que contemplaba la ciudad de San Francisco a través de la ventana. Se encontraba en el despacho de su ático privado, a salvo de ojos indiscretos.

—Están atando los cabos sueltos.

Nikita meneó la cabeza.

—La autopsia ha revelado una implosión localizada en el sector de su cerebro en el que se habría alojado el implante. Este falló y se destruyó en el proceso.

Kaleb no estaba tan seguro.

—El momento es de lo más oportuno.

—Sí. Muy cierto.

—En cualquier caso, parece que están echando tierra al problema.

—Eso no importa. —La voz de Nikita era grave, contenida—. Ming ha de tener sus sospechas, sino pruebas fehacientes. Retirará su apoyo a futuras propuestas de los Scott.

—?Crees que son tan estúpidos como para haberse sometido al implante ellos mismos?

—Si los implantes están fallando de verdad, muy pronto sabremos la respuesta.

Kaleb asintió mientras contemplaba el reflejo del sol matutino en el agua que bordeaba aquella ciudad. No pudo evitar compararla con su hogar sin acceso al mar. Dos ciudades muy dispares, pero el poder tenía el mismo significado en una que en otra.

Brenna tenía el corazón en un pu?o mezcla de dolor y furia cuando se tropezó con Hawke al día siguiente. Maldito fuera el Consejo por meter ese veneno en el cerebro de Judd. El contacto y los sentimientos eran la piedra angular de su ser, pero eran tóxicos para él. Judd se había marchado temprano esa ma?ana diciendo que tenía que pensar en cómo romper las cadenas del Silencio sin convertirse en un peligro para ella o para cualquier otra persona, pero Brenna ya no estaba segura de que eso fuera lo correcto… ?y si su intento resultaba ser letal?

Hawke frunció el ce?o al verla.

—?Qué ocurre?

Brenna se vio invadida por una sensación de fuerza y de autoridad en estado puro. Aquello no era típico de ella… igual que sus episodios previos no habían parecido propios de ella. Se sacudió de encima el pánico a que la locura estuviese regresando, y respondió: —Nada.

—Vamos, cari?o, ?estás bien? —preguntó sin preámbulos.

Ella le rodeó con los brazos.

—Necesito un abrazo. —él le dio lo que quería al instante. Brenna sorbió por la nariz sabiendo que aquel era un aspecto de Hawke que los soldados, hembras y machos, nunca presenciaban—. ?Puedo preguntarte una cosa?

Hawke le frotó la espalda con la mano.

—Adelante.

—?Por qué no has tomado una compa?era?

El alfa se quedó inmóvil contra ella.

—?A qué viene eso?

—El tema del emparejamiento ha estado rondándome en la cabeza —dijo con sinceridad—. Me puse a pensar en lo buen compa?ero que serías, pero solo para una mujer lo bastante fuerte como para plantarte cara. —Era un lobo alfa y podía ser brutal, pero Brenna sabía de algún modo que jamás le tocaría un pelo a su compa?era. Igual que su Flecha caída.

—Sabes que emparejarse no es tan sencillo.

Brenna lo sabía. Del mismo modo que sabía que había algo que ?faltaba? entre Judd y ella, algo importante. Pero Judd era suyo. Se negaba a creer que no fuera su compa?ero.

—Mucha gente busca una pareja permanente cuando a cierta edad no han encontrado a su compa?ero. —Emparejarse era algo mágico y maravilloso, pero podían tenerse relaciones satisfactorias dejando eso a un lado.

Hawke rió entre dientes.

—Solo tengo treinta y dos a?os, todavía no chocheo.

Brenna gru?ó suavemente.

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