Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(113)



—Si mal no recuerdo, ?no era Aleine contraria a la idea de un traslado? —Nikita había conocido a la investigadora jefe. La mujer tenía una voluntad comparable a la de cualquier consejero.

—Ese tema ha quedado subsanado.

Nikita se preguntó qué incentivo habría utilizado Ming; tenía que haber sido muy persuasivo.

—Pero si ese es el caso, ?por qué no trasladarla a una localización fuera de Estados Unidos? —Algunos de los emplazamientos de la Europa de Este eran mucho más adecuados para llevar a cabo una investigación clandestina.

—Por Zie Zen —dijo Ming—. Es el padre biológico del único hijo de Ashaya Aleine. Tienen un acuerdo de custodia compartida y él desea que la madre permanezca en el país, ya que está entrenando al chico en ciertos aspectos poco habituales de sus habilidades.

Nikita también era consciente de quién era Zie Zen, pues en más de una ocasión se había cruzado con el poderoso magnate mientras se disputaban los mismos contratos.

—No podemos permitirnos crear dificultades en lo relativo a los asuntos de negocios… no después del fiasco con Faith NightStar. —Dirigió sus palabras a los Scott, que habían sido los causantes de todo aquel desastre.

Pero fue Tatiana quien intervino:

—?Es segura la nueva ubicación?

—Mucho —respondió Ming—. Nadie del laboratorio sabe adónde va a ser trasladado, y una vez que hayan llegado, tendrán restringida la comunicación, exceptuando las llamadas controladas a sus familias o empresas una vez por semana. Su acceso a la PsiNet será supervisado en todo momento; instalar los dispositivos de rastreo es lo que está acaparando a tantos de mis efectivos. En cuanto al personal del Consejo, solo los imprescindibles conocen el nuevo enclave. La lista se reduce a un centenar. Si tenemos una filtración, sabremos por dónde empezar a buscar.

—?Has comprobado posibles amenazas de los cambiantes? —Nikita también había estado considerando hacer la misma pregunta que Kaleb—. El secretismo podría no servir de nada si ellos nos localizan.

—No hay familias ni clanes poderosos en los alrededores.

—Y a los cambiantes —agregó Tatiana— les trae sin cuidado lo que hagamos siempre que no les afecte a ellos. Creo que debemos centrarnos en la amenaza interna.

La estrella de Ming centelleó.

—Estoy de acuerdo. No hay peligro de sufrir un ataque externo en el nuevo laboratorio.

—Esperemos que tu confianza esté justificada —replicó Shoshanna.

Nikita deseó comentar algo acerca de las sospechas que Kaleb y ella tenían, aunque solo fuera para poner fin a la arrogancia de la otra consejera, pero no era el momento oportuno… todavía estaban recabando pruebas. Sin embargo, sí que podían dar inicio al proceso.

Aguardó hasta que la sesión del Consejo hubiera concluido antes de solicitar a Ming una reunión privada. Kaleb había dejado que fuese ella quien diese el primer golpe. Eso no implicaba una relación de confianza; Nikita no confiaba en nadie y él, tampoco. Pero Kaleb podría ser un aliado útil. Si resultaba ser un enemigo… bueno, siempre podía conseguirse que una muerte pareciera un accidente.

—Ming, no quería sacar esto a colación durante la sesión en caso de que tuvieras motivos para mantenerlo en secreto a cierta facción… —Había que sembrar las semillas lentamente—. Pero ?por qué no nos cuentas más sobre las pruebas realizadas en psi del Implante del Protocolo?

—Vuestra información es errónea. No se han realizado pruebas en psi.

—Confío en mi fuente —repuso Nikita—. Por lo visto hay diez participantes. Una víctima mortal hasta la fecha. —Le mostró el archivo de datos y vio que Ming lo descargaba en su mente.

Cuando Ming habló por fin, el hielo de su psique podría haber cortado diamantes.

—Gracias por informarme de esto. Tengo intención de descubrir quién lo ha autorizado y ordenar que sea revocado de inmediato. El proceso no está lo bastante desarrollado como para llevar a cabo semejante ensayo clínico.

Nikita creía en sus palabras. Como consejero al mando de las fuerzas armadas, Ming no toleraba que nadie se saltase la cadena de mando.

—Esa ha sido también mi valoración. —Lo dejó ahí. Que Ming sacase sus propias conclusiones, que decidiera cuáles eran sus enemigos. A las Flechas, aunque no estuvieran en activo, se les daba muy bien matar. Era su razón de ser.





36


A medianoche del día de su ingreso en la jerarquía de los SnowDancer, Judd se encontraba en la parte de atrás de la iglesia del padre Pérez, al otro lado de las cortinas que normalmente ocultaban el coro antes de que hiciera su entrada. Esa noche no había ni coro ni luz, solo un hombre que bien podría ser otra Flecha y él.

El fantasma habló desde las profundas sombras que siempre parecía preferir.

—No estaba seguro de que respondieras a mi mensaje.

Judd se apoyó contra la pared.

—?Por qué no?

—Estaba equivocado en mi anterior juicio: has cambiado; el mundo fuera de la PsiNet ha influido en ti.

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