Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(108)
Judd deseaba abrazarla, pero no podía arriesgarse a establecer un contacto físico, no estando tan frescos los recuerdos de la intimidad que habían compartido. Apretó un pu?o.
—?Conoces la identidad del que llamó?
—El mensaje nos lo comunicó la recepcionista principal de los DarkRiver. —Se pasó la mano por el cabello—. Llegó a través de su línea general. Deberíamos haber sabido que algo no iba bien, pero no se nos ocurrió porque el mensaje decía que había habido un ataque de los psi a los cachorros y que había varios muertos.
—?Riley no llamó para confirmarlo? —Era un procedimiento operativo estándar en la mayoría de las unidades tácticas y militares.
Brenna se estremeció.
—Creo que estaba demasiado furioso… y el francotirador contaba con eso.
Las emociones eran una debilidad; eso era lo que siempre le habían ense?ado.
—Teniendo en cuenta la gravedad del mensaje, ?por qué los gatos no sabían nada?
Clay, como centinela que era, sin duda habría sido informado por la recepcionista.
—El mensaje estaba cifrado según el código que usan los soldados del clan —reveló—. Decía que esta vez había pruebas irrefutables de que los DarkRiver estaban implicados. ?Dios, qué estúpidos hemos sido!
—No necesariamente. Si estaba codificado, entonces Riley no se equivocó al asumir que procedía de una fuente fiable. Aunque hubiese llamado, el tirador podría haber estado preparado para interceptar la llamada. —Muy listo. Pero a pesar de su inteligencia, el asesino de Timothy podría haber cometido un error fatal—. ?Cuánta gente conoce ese código?
—No tengo ni idea.
—Le preguntaré a Riley. ?Puedes rastrear la llamada?
—Veré si Dorian puede entrar en el sistema de comunicación de los DarkRiver, pero si el tirador usó uno de los teléfonos públicos de la guarida… —Se encogió de hombros—. ?Cómo hemos podido engendrar a alguien tan malvado? No consigo imaginarlo, y sin embargo es verdad. —Parecía furiosa y triste al mismo tiempo—. Yo me quedo aquí… es posible que me pase horas dentro de la cámara. ?Cenamos juntos?
Judd sabía que ella estaba poniendo distancia entre ellos a propósito, era demasiado perspicaz como para no comprender el devastador efecto que había tenido en él experimentar la ferocidad de la intimidad compartida después de no haber sentido nada durante la mayor parte de su vida.
—Sí. ?Es segura esta habitación?
Brenna le mostró el sistema de seguridad.
—En estos cuartos se realiza toda clase de trabajo tecnológico, así que son casi inexpugnables, más para proteger al público que a nosotros, pero una vez que entre y cierre la puerta, nadie podrá desactivar la cerradura. No te preocupes… no tengo intención de ponérselo fácil a esa escoria.
Satisfecho, Judd se marchó en busca de Riley.
—?Cuántos hombres y mujeres conocen ese código? —preguntó al teniente.
—Unos cien —respondió con hosquedad—. Cuarenta de ellos tenían asignado turno de vigilancia en otras áreas en el momento del tiroteo. Eso me deja con sesenta de los que ocuparme.
Seguía siendo una cifra alta.
—Tenemos que determinar sus movimientos en el momento del ataque.
—Claro, salvo que la mayoría de los soldados son lobos solteros e independientes. Va a llevar tiempo, y este psicópata está empezando a perder la paciencia: utilizar ese código ha sido una estupidez por su parte. —Riley no tuvo que a?adir que, estupidez o no, el asesino iba de verdad a la caza de Brenna.
Judd seguía teniendo la sensación de que estaba pasando algo por alto, pero por mucho que pensara en ello, no acertaba a dar con la respuesta.
—?Quieres mi ayuda?
Riley guardó silencio.
—No. No puedo respaldar que intentes forzar las mentes de hombres y mujeres leales por culpa de un bastardo. —Pero daba la impresión de que tenía ganas de aceptar—. Mantén a Brenna a salvo y yo daré con él.
Judd no tenía intención de acatar esa orden, no cuando su presa era una amenaza para Brenna, pero se limitó a asentir. Dejó a Riley y se fue a hacer otra llamada.
—No puedo pasarme hoy —le dijo a Sascha—. Lo siento.
—No te preocupes… de todas formas estaba pensando en sugerírtelo yo misma —dijo, para sorpresa de Judd—. Ayer avanzamos mucho… los ciervos necesitan tiempo para recuperarse. Esta clase de curación es lenta.
Tras colgar después de discutir cuándo podría volver a necesitarle, Judd regresó a su cuarto. Aunque la caza del asesino ocupaba una porción considerable de su cerebro, ya que abordaba el problema desde un ángulo diferente a Riley de forma deliberada a fin de no duplicar sus esfuerzos, había otra cosa en la que tenía que pensar.
Levantó los brazos y comenzó a ejercitarse en la barra horizontal haciendo alzadas. Aquel acto rutinario le ayudó a centrar la mente mientras realizaba diversas tareas. Una cosa era segura: se negaba a no volver a experimentar la intimidad de estar con Brenna. No era el sexo, aunque había sido la experiencia más alucinante de su vida. Era la forma en que la había hecho reír, la había hecho esbozar una sonrisa, en que había logrado que se quejase y que luego le abrazara. Todo porque se había sentido segura, tranquilizada por la fuerza de su conexión emocional.
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