Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(105)



Pero ahora estaba agotado, lo que significaba que, a pesar de que las respuestas dolorosas asociadas de la disonancia seguían existiendo, no tenían energía de la que alimentarse. Más importante aún, hasta que sus habilidades se regenerasen, no entra?aba ningún peligro para Brenna. Podía tocarla, saborearla, amarla. Se puso duro antes de acabar de pensar en aquello.

Ascendió por su muslo y notó el borde de encaje de sus braguitas, tan delicado bajo sus dedos, aunque no tanto como su piel. Introdujo un dedo por debajo y descendió para rozar los rizos que cubrían sus partes íntimas.

—?Judd! —Despertó ahogando un grito—. ?Qué estás haciendo?

—Tocarte.

Ella movió la cabeza que descansaba sobre su brazo.

—Oh —susurró—. ?No sientes dolor?

—No. —Extendió los dedos y los ahuecó sobre su sexo como había hecho la última vez.

Brenna profirió un grito estrangulado.

—Cielo, ?no has oído hablar de los preliminares?

Judd casi podría haber sonreído si hubiera sabido hacerlo.

—Solo estoy empezando. —Su calor le abrasaba la piel—. He dispuesto de mucho tiempo para planearlo.





33


Brenna abrió los ojos como platos, pero pareció necesitar algunos segundos para responder.

—?Cómo…? —Tragó saliva—. ?Cómo sabes que va a gustarte el sabor?

Su loba estaba jugando con el y, esa noche, Judd podía hacer lo mismo.

—Bien pensado. Deja que pruebe. —Sosteniéndole la mirada, Judd introdujo un dedo en aquel calor líquido, entrando apenas en ella antes de retirarlo. Luego se lo acercó a la boca y lo chupó consciente del cuerpo excitado de Brenna.

—?Y bien? —preguntó de un modo muy sexual cuando él se sacó el dedo de la boca.

Judd respondió bajando la cabeza y utilizando la boca sobre ella. Brenna gritó con voz ronca, excitada. Apretó el talón fuertemente contra la espalda de Judd mientras se retorcía. Cuando subió la otra pierna sobre su hombro, él la abrió con los dedos de una mano y continuó saboreándola. Y la saboreó como solo podría hacerlo un hombre que hubiera pasado hambre. Con todo su ser, con la más absoluta concentración y determinación.

Brenna intentaba respirar, pero no lo estaba consiguiendo del todo, ya que el aire entraba en sus pulmones en entrecortados resuellos. Judd era… Oh, Dios bendito, la estaba matando de placer. Para tratarse de un hombre que nunca había hecho aquello, se le daba increíblemente bien. Hacía que sintiese una gran curiosidad por saber qué clase de investigación había estado realizando.

Gimió cuando él la mordisqueó y a la vez se obligó a encontrar una pizca de control. De lo contrario, la arrogancia de Judd se volvería insoportable. Salvo que él le estaba haciendo auténticas virguerías con esa boca suya y el control le parecía un concepto extra?o.

Judd palpó su entrada con el dedo, la rodeó, la provocó. Pero no entró en ella. Volvió a hacerlo una, otra y otra vez más. Cuando comenzó a deslizar aquel dedo travieso en su interior, Brenna estaba tan excitada que la respuesta dolorosa que su mente asociaba con una invasión de su cuerpo quedó enterrada bajo una avalancha de sensaciones.

—Eres demasiado estrecha —dijo. Parecía completa y deliciosamente dominante.

Brenna contrajo los músculos internos alrededor de su dedo a modo de respuesta.

—Eso —consiguió decir— se considera bueno.

Judd comenzó a mover el dedo.

—No cuando estás tan apretada que podría hacerte da?o.

Pensar con coherencia se estaba volviendo una misión imposible, pero Brenna lo intentó.

—Judd, cielo, hazlo antes de que pierda la poca cordura que me queda. —Había sentido su rígida dureza contra ella y sabía cuánto la deseaba. Toda aquella carne caliente, dura…— Te quiero dentro de mí.

—Necesitas un poco más de estimulación.

—?Lo retiro! —gritó—. ?Los juegos preliminares son una mierda!

?Por qué no se había dado cuenta de que el gélido control de Judd, una vez se fundía, podía traducirse en una infinita paciencia en la cama?

—No estoy de acuerdo. —Entonces la besó de nuevo saboreando su carne más íntima como si fuera una exquisitez que había esperado toda una vida poder saborear. La roja bruma del deseo invadió su mente, y cuando se entregó, lo hizo con todo su ser.

Judd sintió la entrega de Brenna dentro de su cerebro, como si estuviera leyendo sus pensamientos más recónditos con algún sentido desconocido hasta ese momento. Levantó la cabeza, se liberó de ella para trazar un sendero ascendente de besos por su cuerpo y se apoyó en la cama con un brazo sin apartar la otra mano de entre sus muslos.

Brenna le rodeó el cuello cuando él la besó y le dio todo cuanto pedía. Y no protestó en el momento en que Judd se dispuso a introducir un segundo dedo en su interior, tan solo rompió el beso con un jadeo y se aferró a su bíceps.

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