Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(101)



—Tu trabajo es importante —le dijo a Brenna—. Tenemos que atacar al corazón del Consejo.

—Lo sé. —Ella le brindó una sonrisa—. Pero gracias por decirlo.

Judd la dejó concentrada en su ordenador personal y pasó el resto del día suministrando energía a Sascha. Cuando quedó claro que no iba a conseguir regresar a la guarida antes de que amaneciera, llamó a Riley.

—échale un ojo. El acosador ha estado tranquilo, pero sigue libre.

Riley estuvo de acuerdo con él.

—A Bren no va a gustarle.

—?Y te importa?

—Lo que me importa es que siga con vida. —Hizo una pausa—. Estoy investigando a los soldados.

—?Algún indicio de quien podría ser?

—Todavía no —repuso Riley con frustración y una férrea determinación—. Haz lo que tengas que hacer para ayudar a los DawnSky. Yo cuidaré de Bren.

Judd colgó el teléfono, con la mente puesta en el asesino y en la consiguiente amenaza para Brenna. Aquello reforzó su resolución de volver a la guarida tan pronto como le fuera posible. Sin embargo, debido al número de víctimas, no logró regresar hasta después de las ocho de la ma?ana siguiente. Estaba cansado, pero no exhausto; dado que Sascha se estaba viendo obligada a trabajar con mucha lentitud, el consumo de su energía psíquica había sido regular pero no intenso.

Muchos de los ni?os de los DawnSky estaban casi en un estado catatónico. Varios habían visto cómo hacían pedazos a sus padres. Un muchacho había quedado atrapado debajo del cuerpo de su madre moribunda; otro había intentado proteger a sus hermanos y había acabado con el pecho abierto en canal. Había sobrevivido, su mente era fuerte. Otros… otros estaban quebrados. El proceso de curación iba a ser largo, pero Judd se había comprometido a ayudar.

Con ese pensamiento en mente, se dirigió a su cuarto para asearse antes de ir a ver a Brenna. No verla no era una opción. Llegó a su apartamento cuando pasaban unos minutos de las nueve. Pero al entrar, ella le había dado libre acceso, no fue a Brenna a quien encontró, sino una nota pegada en la nueva mesa que había construido utilizando un grueso tablón y unas meticulosas torres elaboradas con ladrillos sintéticos. Muy ingenioso.

La nota era breve y muy propia de Brenna.


He salido antes de que amaneciera para hacer uso de mi otro título. Llevo guardaespaldas, así que no te preocupes. Volveré cuando termine de trabajar. Duerme un poco.

Bren.



Se guardó el trozo de papel en el bolsillo y llamó a las oficinas de los DarkRiver para confirmarlo. Fue Clay quien respondió:

—Está en el sótano con Dorian. Andrew está con ella. Riley ha ido a montar guardia mientras las sanadoras se ocupan de dispensar los cuidados físicos.

Era mucho esperar que los hermanos se mantuvieran alejados. Dada su estrecha relación, sabía que eso sería difícil.

—Gracias. —Después de colgar, utilizó la telequinesia para deshacerse de los restos apilados junto a la puerta, teletransportándolos de forma discreta hasta uno de los grandes contenedores de reciclaje situado en una esquina del garaje subterráneo.

Hecho eso, decidió hacerle caso a Brenna y dormir un poco. Cuanto menos durmiera, peor sería la degradación mental. Pero solo habían pasado tres horas cuando despertó. Algo no iba bien. Algunas partes de su cerebro que nunca habían estado activas comenzaron a chispear hasta cobrar vida. Y esas chispas tenían el sabor de Brenna… y del terror.

Telefoneó a Clay.

—?Dónde está?

—Se ha marchado hace dos horas. Iba con sus hermanos.

Dos horas no eran suficientes para regresar a la guarida a menos que hubieran pisado el acelerador a fondo.

—?Por qué se han marchado?

—Porque recibieron una llamada urgente. ?Va todo bien?

—Sí.

Colgó el teléfono convencido aún de que algo iba mal. Si la llamada había sido tan urgente como para apartar a Brenna de algo importante, habrían conducido a toda velocidad y ya habrían llegado. Intentó comunicarse con Brenna, pero nadie le cogió el teléfono.

?Sal fuera de esos muros.?

Aquella orden provenía de esa sección de su cerebro que había despertado recientemente. Judd le hizo caso. En cuanto abandonó la guarida, esos chispazos se convirtieron en una tormenta de fuego. Tenía la impresión de que podía sentir gritar a Brenna. Dejó todo a un lado, para concentrarse en seguir el rastro de aquel eco psíquico. En cuanto tuvo una conexión, una conexión inexplicable, echó a correr. Los encontró a veinte minutos de la guarida, y no se veía el coche por ningún lado.

?Lo más probable es que la carretera se haya quedado bloqueada en algún punto y que no hayan podido despejarla. Por eso se han visto obligados a seguir a pie. Una emboscada.?

Mientras contemplaba la escena, lo más recóndito de su mente evaluó la situación con la frialdad de una Flecha: Andrew yacía en el suelo, Riley y Brenna estaban arrodillados a cada lado de él. Era obvio que el soldado caído de los SnowDancer no respiraba. Judd tampoco encontró el pulso cuando le colocó los dedos en el cuello; no era de extra?ar dado el tama?o del agujero que tenía en el pecho.

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