Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(104)



Se enderezó al tiempo que meneaba la cabeza y se afanó en recoger la ropa que él había dejado esparcida por el suelo, desorden que le pareció poco habitual.

Por irónico que pareciera, Drew volvió a hacer su vida normal antes que Judd. Doce horas más tarde llamó a la puerta justo después de que ella hubiera terminado de desayunar; se sentía un poco irritada por no haber podido dormir a causa de la preocupación por Judd. El psi dormía tan profundamente que Brenna no paraba de comprobar si seguía respirando.

—?Cómo te encuentras?

—Fenomenal para ser un tipo al que, según parece, le han volado medio pecho —respondió Drew.

Brenna tuvo cuidado al abrazarle, consciente de que la herida reparada tenía que dolerle.

—Drew, te pusiste delante de aquella bala por mí. —Todo había sucedido tan rápido que seguía sin poder ordenar la secuencia en su cabeza.

él se echó a reír.

—Pretendía ponerte delante a ti. Maldita sea.

—Idiota. —Puso fin al abrazo mientras gimoteaba—. Te quiero.

—Para eso están las hermanas peque?as. —Abrió el pu?o para revelar la bala que ella había cogido de su pecho—. ?Conoces el nombre de esta peque?a hija de puta?

A Brenna se le encogió el estómago al ver aquel pedazo de metal retorcido.

—No.

—Shrapnel X. Es ilegal. —Su expresión era de furia absoluta—. Está hecha para abrirse en cinco afiladas puntas al impactar y perforar todo lo que toca. —Se la guardó en el bolsillo—. Lo cual me convierte en un milagro andante. Me han dicho que es gracias a tu novio.

—?Así que ahora es mi novio? —una concesión muy importante.

Drew frunció el ce?o.

—No me lo restriegues en la cara. Lara dice que me falta algo de carne en la zona inferior del pecho y que eso es solo lo que puede apreciarse a simple vista… es como si hubiera desplazado peque?os trocitos para rellenar los agujeros.

—Eso fue lo que hizo. —Había visto cómo sucedía con sus propios ojos—. ?Vas a quedar deforme? —Brenna intentaba con todas sus fuerzas no ponerse a llorar. No podía imaginar un mundo sin Drew, sin poder pelearse con él.

Su hermano la abrazó.

—No. Volverá a crecer… probablemente. —La estrechó con fuerza—. ?Y bien? ?Dónde está?

—Durmiendo —dijo contra su pecho—. Y no, no pienso despertarle… está exhausto. Me alegro mucho de que estés bien.

Drew la apretó contra su cuerpo.

—Joder, no voy a irme a ninguna parte. Tengo que andar cerca para asegurarme de que te trata bien.

—Lo hará. —Brenna esbozó una sonrisa y se echó hacia atrás para poder mirarle a los ojos—. No le juzgues por su imagen de Hombre de Hielo. El es diferente.

—No, no lo es, cari?o —replicó Andrew—. Creo que Judd es igual que cualquier lobo de la guarida…, tan solo oculta mejor a su animal.

Proviniendo de un cambiante, aquel era el mayor de los cumplidos.





32


Judd despertó al sentir un tibio cuerpo femenino acurrucado de espaldas contra él. No se había puesto nada antes de caer desplomado y Brenna solo llevaba lo que parecía ser un delgado picardías, que se le había subido mientras dormía y dejaba al descubierto sus piernas. Un brazo de Judd hacía las veces de almohada en tanto que la mano del otro descansaba sobre la suave parte superior de su muslo. Las piernas de los dos estaban entrelazadas, y Judd tenía una entre las de ella.

Contacto de piel contra piel por todas partes. Aunque no había sentido la más mínima se?al de disonancia.

Comprobó sus escudos y descubrió que eran firmes. Sus reservas de energía eran cosa distinta. Estaba bajo mínimos. Cuando echó un vistazo al reloj láser proyectado en la pared del fondo, de un color verde oscuro, se dio cuenta de por qué. A pesar de la oscuridad, solo era poco más de mediodía; probablemente Brenna había apagado la luz diurna simulada. Había dormido diecisiete horas como mucho y sus habilidades psíquicas necesitaban casi veinticuatro horas para regenerarse. Sin embargo se sentía bien físicamente. No tenía sentido, pero no se quejaba por ello.

Sintiéndose muy vivo y muy hombre, acarició el muslo de Brenna. Ella murmuró algo y el deseo le inflamó las entra?as. Aguardó a que la respuesta dolorosa asociada le golpeara y le castigara por romper el condicionamiento. Nada. Su mano apretó a Brenna.

—Judd —se quejó adormilada.

El suavizó su contacto.

—Lo siento. —Mientras le besaba el cuello, aguardó de nuevo a que llegara el dolor. Nada—. Está vinculado a mis habilidades. —Por supuesto. Por esa razón la disonancia había sido tan extrema, por eso había empezado a sangrar. Porque así funcionaban sus dotes telequinésicas: aplicando presión.

—?Qué sucede? —La voz de Brenna sonaba medio adormecida.

—La disonancia. —Habían utilizado sus propias habilidades para castigarle. Tenía todo el sentido; asociar sus habilidades de manera negativa a las emociones reforzaba la necesidad de repudiar esas emociones, lo cual, a su vez, impedía que la telequinesia escapara a su control.

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