Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(109)
No le robaría ese sentimiento. Y mucho menos iba a renunciar a ella en favor de ningún hombre que pudiera darle lo que necesitaba. La idea hizo que deseara romper algo. Sin embargo, a pesar de lo que había pensado en el calor de la pasión, no podía seguir forzando colapsos para protegerla de sus habilidades de tq-cel. Lo cual solo le dejaba una alternativa y una cuestión que previamente había desestimado: cómo desactivar el protocolo del Silencio, en concreto la disonancia, sin liberar la cólera asesina de su don.
Sonó el teléfono. Judd se bajó de la barra y lo descolgó.
—Judd al habla.
—Soy Hawke. ?Puedes reunirte conmigo junto a la cascada?
Se percató de que el alfa probablemente quería preguntarle sobre la desprogramación que había llevado a cabo en las hienas del clan de los PineWood.
—Voy para allá.
De camino a la salida se cruzó con varios cambiantes. Eso no era algo extra?o. Pero sí lo era la respuesta que su presencia suscitó. Sonrisas, saludos con la mano, holas e incluso palmadas en la espalda cuando no se apartó lo bastante rápido.
Casi había conseguido salir, cuando índigo le detuvo.
—Tengo algo que querrás oír.
34
LLa teniente le llevó hasta las sombras de un nicho cercano.
—Uno de los amigos de Tim ha regresado hoy de la ciudad y ha descubierto un mensaje en el contestador de su casa… que le dejó Tim la noche en que murió. En él le decía que tenía cierta información que quería comunicarle a Hawke a través de una fuente de confianza. Esto confirma que estaba a punto de delatar al traficante.
No era mucho, pero sí otra pieza de información que agregar al programa psíquico en constante funcionamiento dentro de la cabeza de Judd.
—?Has logrado localizar a algún otro consumidor confirmado?
—Sí —respondió—. Pero no saben una mierda… Este tipo es listo, nunca deja que le vean la cara. Es un cobarde. De no ser por ti, hoy estaríamos llorando la muerte de Drew. Lo que voy a disfrutar desgarrándole la garganta cuando le descubramos. —Esbozó una amplia y pausada sonrisa y se marchó.
Judd agradecía que índigo le mantuviera informado, pero se preguntaba cuáles eran sus motivos. A pesar de lo que hubiera hecho, seguía siendo un forastero dentro de la jerarquía de los SnowDancer, y los lobos no confiaban en nadie que no fuera de los suyos. Aunque en esos momentos no había más espacio en su cabeza para una cuestión tan irrelevante.
Dejó atrás la guarida en ese gélido día de crudo invierno para dirigirse a las heladas cercanías de la cascada. Hawke estaba ya esperando, con los brazos cruzados. A sus pies había dos lobos. Por su tama?o y postura dedujo que no eran cambiantes. Aquella no era la primera vez que había visto al alfa de los SnowDancer rodeado por los lobos salvajes que vagaban por algunas de las mismas áreas que los cambiantes. Incluso había oído rumorear que esas criaturas también consideraban a Hawke su alfa; era más que probable que tal cosa fuera cierta. Hawke estaba tan próximo a su animal que a veces no estaba claro qué o quién te miraba con aquellos ojos claros.
Los lobos vieron acercarse a Judd, pero no se mostraron agresivos.
—Llegas tarde —dijo Hawke.
—Me han entretenido algunos miembros del clan.
Hawke asintió.
—Después de lo que has hecho por Drew, creo que quieren montar un desfile en tu honor.
—Espero que pongas freno a esa idea.
—No sé, no sé… quizá eso haga que tu sobrina se ponga al fin de buen humor.
Así que para eso era aquella reunión.
—?Qué es lo que ha hecho Sienna ahora?
La hija de diecisiete a?os de su difunta hermana pisaba hielo quebradizo. Casi había completado el condicionamiento cuando desertaron, lo que la había dejado en una posición complicada, más aún a causa de los problemas relativos a sus habilidades que se producían con la edad. Pero aquello quedaba eclipsado por el hecho de que parecía haberse propuesto irritar a Hawke tanto y de tan variadas maneras como le fuera posible.
—Ha convencido a algunos de los menores de que puede leerles la mente y de que yo le estoy pagando para que lo haga. —Hawke tenía el ce?o fruncido, pero sus ojos reflejaban diversión—. Las confesiones me salen ya por las orejas.
—Hablaré con ella.
Walker se había hecho cargo de los más peque?os: de su hija, Marlee, y por supuesto de Toby, su sobrino. Para Judd había sido algo natural hacer lo mismo con Sienna; él podía ayudarla de formas que Walker no podía. Claro que su sobrina no creía necesitar un guardián adulto.
Hawke agitó una mano.
—No te preocupes. Yo me encargaré de ella.
Durante los primeros meses posteriores a su deserción, Judd habría rechazado la idea. Pero después de haber presenciado el modo en que Hawke manejaba a los lobos jóvenes, sabía que aunque el alfa flagelase a Sienna con su afilada lengua de alfa, no sufriría ningún da?o.
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