Caricias de hielo (Psy-Changeling #3)(114)
—Mi postura con respecto al Implante P no va a cambiar jamás. —Era una abominación, una profanación que no podía consentirse.
—?No hay conflicto de lealtades?
—Aún no. —Pero si se daba el caso, ya había tomado su decisión. Se llamaba Brenna y ella era su corazón—. Sugiero que me permitas revelar algo de lo que sabemos a aquellos que ahora comparten mi vida. Ellos son tus aliados. —Y no pensaba mentir ni ocultar información necesaria a aquellos que confiaban en él.
—?Mis aliados? ?No los tuyos? —La voz del fantasma era mesurada, fría, psi.
—Ahora son mi gente. —Tal vez fuera una Flecha caída, pero también era un teniente de los SnowDancer.
—Bien, ?le preocupa a tu gente el bienestar de los psi? —El fantasma no preguntó quién era su gente, ateniéndose a su código tácito. No podía revelarse lo que no se sabía.
—Les preocupa la estabilidad del mundo. Los psi poseen la capacidad de destruirlo si continúan por el camino que van. —Le gustase o no, los psi eran la raza más poderosa del planeta. En el pasado, habían sido conscientes de los efectos que sus decisiones tenían en las demás razas. Ya no lo eran—. Nadie tiene por qué saber de dónde procede mi información.
—Somos un equipo, Judd, me fiaré de tu buen juicio.
—?De qué querías hablar?
—El laboratorio donde se investiga el implante está siendo reubicado. Detalles. —Le lanzó un cristal de datos—. La información es confidencial. Por lo que he podido confirmar, parece que solo un reducido porcentaje de la subestructura del Consejo conoce la localización exacta.
Lo que significaba que si actuaban basándose en esos datos, el anonimato del fantasma podría quedar comprometido.
—?Has podido confirmar los da?os causados por nuestro último ataque?
—Sí. No cabe duda: se han visto retrasados, casi han vuelto al principio.
—Así que podemos esperar un poco antes de atacar el nuevo laboratorio. Las filtraciones existen.
El fantasma guardó silencio.
—Corren rumores de que se están realizando pruebas en psi. De ser cierto, significa que hay copias de los implantes experimentales que han sobrevivido.
La mente de Judd rechazaba la idea de que individuos únicos fueran convertidos en autómatas.
—Tenía la impresión de que los implantes no estaban tan avanzados.
—Toda la información de la que dispongo me dice lo mismo. Con ciertas reservas, supongo que alguien actuó de forma precipitada y que los implantes se desintegrarán solos; no me sorprendería que ya hubieran comenzado a fallar.
—Mantenme informado. Si es necesario puedo encargarme de destruir el nuevo laboratorio y hacer que parezca un desafortunado accidente. —Eso requeriría de una mayor planificación y de la cooperación del clan, pero podía llevarse a cabo.
El fantasma asintió.
—?Alguna vez has deseado volver a ser quien eras?
La pregunta era extra?a, pero la respuesta era fácil.
—No.
Brenna estaba en la cama cuando Judd regresó a su apartamento. Sin hacer ruido, se detuvo a comprobar que el dispositivo de seguridad en la puerta funcionase de forma óptima. No descansaría en paz hasta que el asesino fuera atrapado; ya había descartado a veinte de los sesenta sospechosos iniciales de Riley utilizando la lógica, pero el instinto le decía que casi no le quedaba tiempo.
Brenna abrió los ojos cuando él entró en el dormitorio.
—Has vuelto. —Le brindó una sonrisa so?olienta, acurrucada entre las sábanas.
Judd se sentó en el borde de la cama.
—Tengo que contarte una cosa.
—Aquí me tienes. —Se arrimó a él, pero no le tocó.
Judd sabía que la distancia debía de estar desgarrándola debido a su necesidad de contacto típica de los cambiantes, y su hombría se revelaba contra ello; se suponía que debía darle lo que necesitaba, no causarle dolor.
—Quiero contarte adónde voy —dijo dándole otro tipo de intimidad—, y lo que hago cuando desaparezco de la guarida.
Comenzó por el principio: el decisivo encuentro en la PsiNet, un encuentro que estaba seguro de que había sido orquestado por el fantasma. Los demás psi le habían encontrado solo porque Judd deseaba que lo hicieran.
—él me había estado observando, había visto mi sutil insubordinación. Conocí al padre Xavier Pérez un a?o después. —En un bar al que él había ido en busca de información y Pérez, para emborracharse hasta perder el sentido. Pero aquellos secretos pertenecían al párroco. No tenían nada que ver con su trabajo.
—Almas gemelas. —Brenna estaba aún más cerca, como si no fuera capaz de mantenerse lejos de él. Judd tampoco era capaz, a pesar de que podía notar la serie de delgados vasos sanguíneos que reventaban y eran reparados de forma instantánea dentro de su cráneo. Sus habilidades de tq-cel estaban consiguiendo subsanar los da?os nada más producirse. Por los pelos.
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