Ciudades de humo (Fuego #1)(39)
—Esa preciosidad —se?aló él— es un fusil de francotirador.
Alice lo miró, confusa por la elección de palabras.
—?Preciosidad?
—?Tampoco sabes lo que es?
—Es un adjetivo.
Rhett puso los ojos en blanco. Lo hacía mucho cuando estaba con ella. Después, empezó a colocar el material que iban a utilizar.
—A ver..., el paisaje que se ve desde lo alto de la colina te puede parecer una preciosidad, o una puesta de sol, o pensar en este mundo antes de la guerra... —La miró de reojo unos instantes—. Para mí esta arma o tu trasero también son una preciosidad.
Ella se miró a sí misma. ?La había insultado?
?Qué tenía que ver su culo con un arma o una puesta de sol? ?Por qué los humanos eran siempre tan raros?
él empezó a reírse cuando vio que no lo comprendía y volvió a la sala contigua. Alice, por su parte, aprovechó el momento para mirarse el trasero.
—No le des más vueltas —le recomendó Rhett al volver.
—Entonces, no me digas cosas así.
—Es que es muy divertido ver la cara que pones.
—Pero... ?es que nadie habla normal aquí?
—La que no eres normal eres tú —respondió el guardián, negando con la cabeza y sonriendo. Luego, le entregó un objeto.
—Esto se llama soporte. Puede que más adelante no lo utilices tanto, pero ahora mismo es importante que lo tengas. Este fusil sirve para avistar a un enemigo desde lejos, así que el más mínimo movimiento lo jodería todo. Esta vez te lo montaré yo para que veas cómo se hace. Vamos fuera.
Lo siguió hacia el exterior. Rhett colocó todo cuidadosamente encima de una mesa de madera y empezó a trabajar.
—?Puedo preguntarte algo? —Sonrió Alice.
él no la miró, la chica se percató de su expresión de hastío.
—Supongo que no puedo negarme —aceptó él, al final.
—?Cómo es que tenéis tantas armas y munición y tan poca comida?
—Ah, eso. —Rhett levantó la cabeza y pareció sorprendentemente contento con la pregunta—. A Max se le da bien arreglar y encontrar armas. Te sorprendería saber en cuántos sitios distintos es capaz de esconderlas la gente. Y con la munición igual. Es fácil hacerte con ella si sabes dónde buscar. La comida, en cambio... Aquí no se puede plantar nada. Y apenas hay animales. Así que, básicamente, lo que comemos es lo que negociamos con los de las caravanas a cambio de munición y armamento.
A Alice le sorprendió recibir esa respuesta tan extensa. Casi esperaba que le dijera que no era su problema.
Sin embargo, para su asombro, Rhett sonrió un poco.
—Eres observadora, ?eh? Eso está bien —murmuró distraídamente—. Me gusta la gente observadora.
No esperó respuesta. Volvió a lo suyo sin prestarle más atención, pero Alice estaba paralizada de pies a cabeza.
?Acababa de decirle algo bueno?
?Rhett? ?A ella?
?Se encontraba bien? ?Se había golpeado la cabeza antes de verla y por eso estaba tan simpático?
Intentó volver a centrarse y decir algo coherente, aunque al final solo le salió: —Gracias.
Rhett le echó una ojeada silenciosa, sin responder.
A partir de entonces, ella lo observó con más atención. Se fijó en que volvía a llevar los guantes de cuero con los dedos cortados. Se preguntó si no tendría calor. También aprovechó el momento para mirar la cicatriz que tenía en la cara, que estaba en el perfil al que tenía más acceso visual en ese momento.
Parecía bastante profunda. Se preguntó qué clase de arma —y de persona— habría podido hacerle algo así.
Rhett se incorporó y ella apartó la vista enseguida, fingiendo que miraba el fusil.
—Es semiautomático y dispara a distancias de hasta ochocientos metros —le dijo el guardián—. El campo solo mide ciento veinte, así que debería ser fácil. ?Ves esos objetivos del fondo? —Alice agudizó la vista, había unas peque?as siluetas pintadas al otro lado del campo, apenas visibles. Asintió con la cabeza—. Pues ahí tienes que acertar. ?Te ves capaz?
Asintió, se acercó y procuró agacharse de la misma forma que Rhett un momento antes. Colocó un ojo delante de la mirilla y se sorprendió al ver lo claro que parecía el objetivo.
—No te acerques tanto —le dijo él—. Y mantén la espalda recta. Pareces un orangután. Normalmente estarás tumbada en el suelo para que no te vean, pero, para empezar, esta posición es más fácil. Separa un poco las piernas.
Alice se apartó de la mirilla para comprobar que se colocaba bien y se dio cuenta de que el instructor la estaba mirando.
De hecho, la estaba mirando más de lo estrictamente necesario.
Ay, no. Seguro que ya se había equivocado en algo.
—?Lo estoy haciendo mal? —preguntó dubitativa.