Ciudades de humo (Fuego #1)(37)



—?Qué quieres preguntarme exactamente?

Vale, ya se estaba arrepintiendo de haberle dicho nada.

—?Y bien? —insistió él.

—Yo... —Alice dudó—. Si fuera por una buena causa, incumplir las normas no estaría tan mal, ?no?

Rhett, de nuevo, la observó por unos segundos.

—?Qué causa?

—Puede..., bueno, puede que algún día alguien se entere de que pasa algo especial, algo que sucede solo cada no sé cuántos a?os y quiera verlo, pero para ello tenga que salir de la habitación por la noche y...

—Es decir, que tus amigos y tú queréis ver el cometa, ?no?

Alice, de nuevo, notó que su cara se calentaba. Asintió con la cabeza, nerviosa.

—Ya. —Rhett suspiró, mirándola—. Salir por la noche no está permitido.

—Bueno..., puede... No sé, da igual. Ha sido una tontería.

Aquel silencio fue uno de los peores que había vivido. Rhett se quedó mirándola fijamente. Pero muy fijamente. Casi se sentía como si estuviera volviendo a juzgarla.

Y, finalmente, él puso los ojos en blanco y suspiró.

—Termina de recoger eso y deja de hablar tanto —le dijo, simplemente.

Alice no pudo evitar levantar las cejas, sorprendida.

—Pero... ?no vas a decirme nada más?

—Voy a hacer como que no he oído nada de todo lo que me has contado y me iré a dormir muy tranquilo sabiendo que, en el remoto caso de que unos alumnos salieran de noche para ver un cometa, nadie los descubriría y no tendría que preocuparme por ello. ?Está claro?

Alice sonrió un poco y asintió con la cabeza.

—Bien —murmuró Rhett—. Ahora, sigue recogiendo y hagamos como si esto no hubiese pasado para que yo vuelva a ser el amargado de siempre.

Vale, quizá Rhett no fuera tan malo, después de todo.

De hecho, Alice casi se sintió mal cuando llegaron los demás. El instructor le había parecido incluso simpático por un momento, pero se había vuelto a poner la máscara de idiota en el instante en que habían dejado de estar solos.

En cuanto la clase estuvo lista para empezar, Jake se acercó rápidamente a Alice.

—?Para qué quería hablar contigo? —preguntó curioso—. Me he tenido que comer tu plato para que no se enfriara.

—Me ha... ense?ado a disparar una escopeta.

—?De veras? —Su rostro reflejó sorpresa y entusiasmo a partes iguales—. Qué pasada, ?yo también quiero!

—Pero me gusta más esta pistolita —Alice apuntó al mu?eco—. Es más fácil de usar.

—Peeero ?la escopeta es mucho mejor!

—Y pesa más. No es que tenga los mejores brazos del mundo para sujetarla.

Jake se echó a reír cuando ella movió los bracitos flacuchos.

—Vaya par de fideos. —El chico sacudió sus brazos regordetes—. Yo tengo brazotes de mamut.

Alice se rio a carcajadas. Nunca había reído de esa manera tan generosa, y fue extra?amente agradable. Jake también se reía cuando volvió a hablar.

—Y Trisha tiene brazos de...

—?Se puede saber por qué se os oye parloteando y no disparando? —preguntó Rhett al pasar por detrás de ellos.

Los dos dieron un respingo, se callaron al instante y volvieron rápidamente a la práctica.



*



Era la una de la madrugada. Alice todavía no había cerrado los ojos, estaba demasiado excitada para dormirse. Jake se levantó lentamente, sin hacer ruido. Le dio un codazo para avisarla y ella tocó el brazo de Dean con el pie. Saud estaba ya despierto. Se aseguraron de que el resto dormía y salieron de puntillas, con las botas en la mano. Alice fue la más rápida en atárselas, por lo que terminó yendo en primer lugar. Bajaron la escalera hasta llegar a la planta baja, que estaba vacía, y salieron del edificio asegurándose de que nadie los veía.

—Vayamos a la casa abandonada —sugirió Dean.

Saud lideró el grupo y los guio por las calles de la ciudad. Alice advirtió unos cuantos guardias en las torres de vigilancia, pero ni siquiera miraban las calles, sino al muro, al exterior. Fue sencillo cruzar la ciudad hasta llegar a la casa abandonada, que era una peque?a vivienda completamente vacía, pues no contenía un solo mueble. Los cuatro se tumbaron en el suelo de la terraza, ya que así no se los veía, y miraron al cielo.

—?A qué hora pasa? —preguntó Jake.

—En unos minutos, creo —Saud observó el cielo con atención—. No dejéis de mirar. Podría ser en cualquier momento.

—No me puedo creer que lo hayamos hecho —sonrió Dean entusiasmado—. ?Hemos llegado aquí sin que nos pillaran!

—Lo sé. —Sonrió Jake a su vez—. Somos los mejores.

—No lo creo —bromeó Saud.

—Yo tampoco.

Los cuatro se incorporaron de golpe. Trisha estaba de pie en la puerta de la terraza. Alice habría reconocido esa cabeza rubia y esa mirada afilada en cualquier parte.

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