Ciudades de humo (Fuego #1)(38)
—Os vais a meter en un buen lío —dijo, como si la idea le pareciese maravillosa.
—No se lo cuentes a los guardianes —suplicó Jake enseguida.
—?Y por qué no debería hacerlo? Es mi responsabilidad.
—No lo hagas —le rogó Dean—. Haremos lo que quieras.
—Así me gusta —Saud puso los ojos en blanco—, el orgullo siempre por delante de todo.
Trisha, mientras tanto, los observaba con perspicacia.
—?Qué hacéis aquí?
—Queremos ver un cometa —le dijo Alice, y la chica le dirigió una mirada acerada—. Estábamos esperando a que pasara.
—?Os habéis expuesto a un castigo de gravedad por un maldito cometa?
—Son bonitos. —Dean enrojeció hasta las orejas.
—Mi pu?o en tu cara también sería bonito, pero no por eso lo pongo ahí —sonrió ella, y luego miró a Alice—. Tú, apártate.
Esta se hizo a un lado y Trisha se tumbó en el hueco que había dejado, mirando el cielo con el ce?o fruncido, como si también estuviera enfadada con él.
Jake y Alice intercambiaron una mirada confusa, pero ninguno de los dos se atrevió a quejarse. De hecho, estuvieron casi cinco minutos sumidos en el más absoluto e incómodo de los silencios, con la vista hacia arriba. Al final, Trisha resopló.
—?Vamos a esperar toda la noche o qué?
—Pasará de un momento a otro —protestó Saud.
—?Y eso quién lo asegura?
—Yo.
—Pues menuda confianza me das.
—?Esperad! —Dean se?aló al cielo—. Mirad, ?ahí!
Alice entrecerró los ojos y vio una peque?a luz blanca que se movía lentamente por el firmamento. Al principio, parecía una estrella cualquiera entre las nubes negras, pero luego percibió que era bastante más alargada y que se movía con cierta rapidez. Era fascinante. Se quedaron mirándola embobados, con los ojos muy abiertos y sin apenas parpadear durante el poco rato que fue visible. Entonces, se perdió entre las nubes de contaminación y no volvió a aparecer.
—Qué bonito —murmuró Alice, sin poder contenerse.
—Os dije que pasaría. —Saud se puso de pie, muy orgulloso.
—Sí, sí. —Trisha también se levantó—. Ahora, me iré a dormir antes de que me pillen con vosotros, pringados.
Dijera lo que dijese, Alice estaba segura de que la había visto sonreír.
9
La preciosidad
de la vida
Al día siguiente, cuando se dirigió a su mesa, se sorprendió al ver que Trisha estaba sentada con Dean, Jake y Saud, quienes la observaban con cierta confusión. La chica comía sin mirar a nadie en concreto.
Nunca la había visto comiendo en compa?ía. De hecho, nunca la había visto con nadie.
—Debes de tener hambre —bromeó Jake al ver a Alice.
—No tiene gracia —se enfurru?ó ella—. Ayer no pude probar bocado apenas.
—?Por qué no? —le preguntó Trisha, frunciendo el ce?o.
—Porque el lunático de mi instructor vino a busc...
—Principiante.
Cuando escuchó el timbre grave pero burlón de una voz ya conocida, le entraron ganas de meter la cabeza en el plato de puré y ahogarse en él.
Alice miró a Rhett casi con desesperación.
—?Hace dos días que solo como por la noche!
—Pues bienvenida al club. Venga, vámonos.
él empezó a andar sin esperarla. Alice dejó la bandeja sobre la mesa para seguirlo, frustrada. Al instante, escuchó cómo alguien tiraba de la bandeja, arrastrándola por la mesa. Se volvió y se encontró con la sonrisa de Jake.
Rhett lideró el camino por la ciudad con un humor bastante más alegre que al que la tenía acostumbrada. Alice decidió no preguntar al respecto para no arruinárselo.
Al final, volvieron a la casa de tiro. Como la vez anterior, él dejó las llaves y fue a buscar un arma a la sala contigua.
Solo que esta vez, cuando volvió, sus labios emitían un ruido extra?o y agudo. Alice no pudo aguantarse las ganas de preguntar.
—?Cómo haces eso?
—?El qué? —preguntó él distraídamente.
—Tu boca... hacía un ruido raro.
Rhett pareció ligeramente confuso.
—Estaba silbando.
—?Silbando? —repitió, como si lo analizara.
—Ya sabes... música.
—He... leído sobre ella —murmuró Alice—. Me pasaba muchas horas estudiando en mi zona. Pero no era capaz de imaginarme cómo era exactamente.
él empezó a reírse.
—Vale, doy gracias a Dios por haber nacido en un lugar diferente al tuyo.
Estuvo a punto de preguntar algo sobre ese dios, pero se contuvo. En lugar de eso, se quedó mirando fijamente el arma enorme que transportaba Rhett. Se la puso en las manos y se aseguró de que la sujetaba bien antes de soltarla, aunque lo cierto era que no pesaba tanto como la del día anterior.