Ciudades de humo (Fuego #1)(41)



—?Por qué?

Se encogió de hombros.

—No debemos de ser una atracción turística interesante —bromeó antes de cambiar de tema—. He oído que se te dan bien las armas.

—Y fatal los combates —le dijo, sonriendo amargamente.

—?Pero si los combates son lo más fácil del mundo! Solo tienes que patear el trasero al que te pongan delante.

—Pero el que te pongan delante puede medir dos metros y tener el doble de fuerza que tú.

—?Y qué? Lo importante no es la fuerza, sino la rapidez.

Alice frunció el ce?o. Lo dudaba mucho.

—Mírame a mí .—Shana se se?aló—. Bueno, ahora no soy un gran ejemplo, supongo. Kenneth, uno de mi grupo, es un bestia, por eso tengo el brazo roto. Pero, en general, suelo ganar. Y no soy muy grande, por si no lo habías notado. Lo único necesario es ser más listo y más rápido que el otro.

Se puso de pie e intentó mover el brazo, que parecía haberse recuperado casi mágicamente. Sonrió con una alegría muy contagiosa. Tina entró en ese momento.

—Como nuevo —sonrió Shana felizmente.

—Vuelve cuando quieras, querida. Y dile a Deane que ya hablaré con ella.

La joven se despidió de ellas y cerró la puerta del hospital a su espalda. Tina clavó una mirada piadosa en Alice.

—?Tú también has tenido pelea hoy?

—Sí, pero no vengo por eso. —Estaba empezando a acostumbrarse a los moretones—. Dijiste que otro día me contarías más sobre... los míos.

—Ah, sí, lo dije. —Tina se mordió el labio un momento y después se sentó a la mesa que tenía al lado, tamborileando los dedos sobre ella de forma nerviosa—. ?Qué quieres saber?

Alice lo consideró un momento.

—?Por qué somos diferentes a vosotros?

—?Aparte de lo evidente? —Sonrió.

—?Qué es tan evidente?

—Bueno..., no sois humanos.

Alice frunció el ce?o.

—?Por qué no? Somos idénticos físicamente, e incluso en algunos aspectos emocionales...

—Para empezar, un humano nace del vientre de su madre. Vosotros sois creados.

—No... —Alice enrojeció, incómoda—. No es exactamente así.

—?Por qué funciona tu organismo, Alice?

—Por el núcleo de mi estómago, justo debajo del número. Es lo que hace que mi cuerpo marche.

—Esa es la única diferencia entre tú y yo —concluyó Tina.

Alice dudó un momento.

—Y ?por qué lo hacen? ?Por qué crean copias de humanos? ?De qué les sirve?

—Eso no lo sé. Aunque me encantaría saberlo.

Tina suspiró pesadamente, como si no supiera cómo seguir.

—Os adiestran —le dijo tan suavemente como pudo, y Alice apartó la mirada—. Os obligan a seguir una rutina exacta. Os perfeccionan, y si alguno es defectuoso...

Alice sabía a lo que se refería. Los había visto con sus propios ojos. Androides que no obedecían. Que hacían lo que querían sin seguir las instrucciones de sus padres. Androides que siempre desaparecían. Se preguntó si ella era defectuosa. Probablemente sí.

Además, había presenciado lo que le pasaba a quien se salía de las normas, aunque fuera un poco. Se acarició la mano inconscientemente.

De hecho, le vino a la cabeza un androide. 49. últimamente había pensado mucho en él. En el perfecto 49, adorado por todos los padres y madres. No había nada que no pudiera hacer. Alice llegó, incluso, a sentir algo de envidia.

Cosa por la que, por cierto, sufrió su único castigo. Su padre la tuvo tres días y tres noches encerrada en una habitación sin agua, comida ni entretenimiento. Por lo visto, era el correctivo procedente. Alice llegó a pensar que se volvería loca.

Nunca volvió a expresar un sentimiento en voz alta. Ni siquiera con su padre.

Se preguntó vagamente qué habría sido de 49 tras ponerse a gritar en medio de aquel pasillo. Lo más seguro es que estuviera muerto.

—?Qué pasa con los defectuosos? —preguntó igualmente.

—Los desconectan. —Tina se puso de pie y colocó un dedo justo en el 43 de su estómago, que Alice cada vez veía más innecesario—. Si esto deja de funcionar... Bueno, es la única forma de matar a un androide.

—?Y un disparo en la cabeza?

—El cerebro se apagará durante unos minutos y dará la impresión de que el androide se ha desconectado, pero después volverá en sí. Recuerda que vosotros funcionáis gracias al núcleo.

—Entonces, ?no puedo morir de un disparo en la cabeza?

—No, definitivamente no.

Alice abrió los ojos como platos. ?42!

—Alice —Tina se alejó un paso y la miró—, ?hay alguna razón por la cual me estés preguntando todo esto?

Ella pensó que sí, que la había. Sus sue?os. 42. ?Podía seguir viva, en algún lugar! ?Tenía que encontrarla como fuera!

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