Ciudades de humo (Fuego #1)(44)



Vale, ?no!

Para empezar, no podía hacer eso. Luego se sentiría decepcionada de sí misma.

Y, además, seguro que Rhett la mataría solo por intentarlo. Por mucho que Jake insinuara que no era cierto, se enfadaba con ella a menudo.

No es que le tuviera miedo, ?eh? Era solo que..., bueno, mejor no poner a prueba su paciencia o la tendría corriendo alrededor del campo un día entero.

Su mente se quedó en blanco por unos segundos cuando Trisha le dio un pu?etazo en la nariz. Había aprovechado su distracción. Alice retrocedió, sujetándosela con las manos. Empezó a sangrarle casi al instante.

Solo la perspectiva de que ese líquido caliente y cada vez más abundante que le salía entre los dedos fuera su propia sangre hizo que empezara a marearse. Iba a vomitar. Ay, no. Iba a vomitar e iba a quedar en ridículo. No solo sería una mala alumna, una mala luchadora y una mala corredora, también sería la vomitona de la clase.

Cuando dio un traspié, notó que alguien la sujetaba por los hombros para que no se cayera hacia atrás. Los guantes delataron que era Rhett. Pero Alice no pudo sostenerse y terminó cayendo de rodillas al suelo de todas formas.

Pareció que Trisha iba a acercarse, pero se detuvo en seco cuando Rhett le hizo un gesto con la mano.

—Al otro lado del cuadrilátero —la advirtió, rodeando a Alice para agacharse delante de ella.

Esta, por su parte, tenía los ojos clavados en el suelo, humillada. Casi se sentía como si reviviera su sue?o, ese en el que le rompían las cosas de las orejas y todo el mundo se reía de ella. Ahora nadie se estaba riendo, pero seguro que estaban a punto.

—Creo que eres la única persona que conozco que empeora cada vez que entrena —murmuró Rhett.

Alice no pudo evitarlo y lo miró, furiosa.

—?Eso debería hacerme sentir mejor?

Encima, su voz era nasal porque se estaba tapando la nariz. Todo mal.

—No particularmente. —Rhett se inclinó un poco más—. Déjame ver la herida.

Alice se quitó las manos y notó que el dolor se evaporaba por un peque?o segundo cuando Rhett la sujetó del mentón para revisarle la nariz.

Miró a Trisha por encima de su cabeza. Ya no parecía querer asesinarla lentamente, como antes. De hecho, le pareció ver un destello de culpa en sus ojos.

Entonces, Alice dio un respingo al notar que Rhett le apretaba un lugar exacto del puente de la nariz y le pasaba el guante de la otra mano por la boca para quitarle la sangre. Su respiración se aceleró cuando notó el cuero en los labios, pero él ni siquiera pareció darse cuenta.

—Puedo hacer que deje de sangrar —le dijo en voz baja, para que solo ella pudiera oírlo—, pero... si lo hago vas a tener que volver al combate.

La perspectiva definitivamente no era la mejor, pero Alice no dijo nada.

—Si dejo que siga sangrando —siguió—, tendré que mandarte con Tina y te librarás del entrenamiento.

Entendía a lo que se refería. Le estaba dando la opción de rendirse. Era muy tentador, pero ambos sabían que sus compa?eros no lo olvidarían fácilmente.

—?Y bien? —Rhett enarcó una ceja—. ?Quieres seguir o te mando al hospital?

Alice lo tenía claro, pero para disimular y hacerse la valiente se encongió de hombros.

—No lo sé.

él chasqueó la lengua. Es decir, que el sonidito de desaprobación confirmó que la respuesta no era la que estaba esperando.

—Así que te has rendido —dedujo.

Alice frunció el ce?o.

—No me he...

—Llevas aquí el tiempo suficiente como para haber aprendido a dar, al menos, un pu?etazo decente.

—En mi zona no...

—Me importa una mierda tu zona.

Normalmente, ese tono de voz la habría sorprendido, pero en ese momento estaba tan frustrada que se limitó a dejar que el enfado fuera creciendo. ?Estaba sangrando y a él ni siquiera le importaba!

—No estoy acostumbrada a...

—Bueno, hasta donde yo sé, ahora esta es tu zona. —Hizo una pausa, soltando la nariz de Alice, que ya no sangraba—. ?Quieres quedarte eternamente con los principiantes? ?Es eso?

—No... Yo no...

—?Eso es a lo máximo que aspiras? ?A dejar que te golpeen sin hacer nada para impedirlo?

—?Intento hacer algo! —le espetó ella—.Pero... ?es imposible!

Alice estaba tan frustrada que le temblaban las manos, pero, de nuevo, a él no pareció importarle. Solo la seguía mirando con una ceja enarcada.

—No es imposible —le aseguró.

—Sí, sí lo es.

—Quizá para ti sí.

Eso la dejó descolocada por un momento.

—?Cómo dices? —le preguntó en voz baja.

—Digo que eres peque?a, demasiado delgada y dudo que tus músculos puedan aumentar más de dos centímetros, que no es mucho. No sobrevivirías ni un día tú sola ahí fuera. De hecho, no sé por qué sigues viviendo aquí. No has aprendido absolutamente nada. Y todo porque te das por vencida incluso antes de empezar.

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