Ciudades de humo (Fuego #1)(48)



—Abrid la puerta —les soltó, todo dulzura.

—Se pide por favor. —Alice frunció el ce?o.

Tanto los guardias como Rhett se quedaron mirándola con la nariz arrugada, como si eso fuera una chorrada. La chica miró de nuevo al frente, notando que sus mejillas ardían.

—?A qué esperáis? —les preguntó Rhett a los guardias, impaciente.

Ellos reaccionaron y se apresuraron a meterse en la cabina de entrada. Casi al instante, la puerta de la ciudad soltó un chirrido y empezó a abrirse lentamente.

Fue entonces, justo en ese momento, cuando Alice se dio cuenta de lo que estaba pasando.

—?Salimos de la ciudad? —preguntó con un hilo de voz.

—Ajá —le dijo él, sin mucho interés —. Tenemos que aprovechar que hoy no llueve.

Aunque no la retuvieran como prisionera, durante semanas había estado pensando en la forma más adecuada de marcharse de allí. Y ahora le estaban brindando la oportunidad. Su corazón empezó a acelerarse de la emoción.

—?Hacia el este?

—?Qué has perdido tú por el este?

Alice entró en pánico por un momento, dudando.

—Déjalo, prefiero no saberlo —murmuró Rhett—. Al este de aquí no hay nada.

Ella analizó sus palabras durante unos segundos, como buscándoles sentido, hasta que se dio por vencida y lo miró con confusión.

—Eso es imposible.

—No lo es.

—Vamos, dímelo, ?qué hay?

—Nada.

Alice volvió a dudar visiblemente.

—No puede no haber nada. Tiene que haber algo.

—Sí. Un océano gigante. Pero dudo mucho que quieras ir al mar, ?no?

Ella lo miró fijamente, confusa. ?No le había dicho su padre que esa dirección era segura?

Se quedó tan absorta pensando en eso que, por un breve instante, se olvidó de lo mal que conducía Rhett. Volvió a acordarse en cuanto este dio un volantazo. Alice soltó un peque?o chillido bastante vergonzoso y se aferró con todas sus fuerzas al asiento, aterrada.

él la miró y se rio a mandíbula batiente.

—?Eso no ha tenido gracia, ha sido malvado! —le espetó furiosa.

Pero Rhett seguía riéndose de ella sin ningún tipo de pudor.

—Dios, tendrías que haberte visto la cara...

—Eres un temerario imprudente. ?Podría haber muerto!

—?Cómo vas a morir?

—?Hay que ser precavido! Lo decían en mi anti...

—En tu antigua zona, sí. —Rhett puso los ojos en blanco—. Si dejaras de pensar en ellos sería más sencillo que te adaptaras a nosotros.

Alice volvió a sentarse correctamente, aunque de brazos cruzados para dejar claro que seguía molesta.

El ruido del coche, lo que él llamaba música, empezaba a sonar bien en sus oídos. Era extra?amente rítmico.

—?Quién hace ese ruido? —lo miró curiosa—. ?Vive en la ciudad?

—No —se rio Rhett—. Dudo que esté vivo, siquiera.

—Ah. ?Lo conocías?

—Ojalá, pero no.

—No lo entiendo... ?Escuchas a un hombre que no conoces?

—Esa es la gracia —dijo, encogiéndose de hombros.

Alice se soltó un poco del asiento, ahora más relajada, pero toda la tensión volvió de golpe cuando vio que Rhett se inclinaba sobre ella para intentar alcanzar la guantera. Por algún motivo, su primer impulso no fue apartarse, sino apartarlo a él de un manotazo.

Se sintió rara. Muy rara. Nunca había tocado a nadie sin su permiso. Y menos a alguien como Rhett.

Escondió las manos bajo sus piernas, avergonzada. él, por su parte, la miraba con una mueca divertida.

—?Qué demonios haces?

—?Debes mirar al frente! —exigió todavía avergonzada.

—Solo era un momento, ?qué...?

—?Te estás saltando las normas de conducción!

—?Y tú qué sabes de eso?

—Las leí, ?vale?

—Dios mío, ?cómo se puede ser tan rarit...?

—?Mira hacia delante!

—Creo que no lo haré. Y vamos a morir los dos aquí, solitos y juntitos. Qué romántico.

—?Que mires hacia delante, Rhett!

—Relájate. Voy a diez por hora. Es imposible matarse a esa velocid...

—?MIRA HACIA DELANTE!

—?Vale, vale! —él centró su atención en la carretera, divertido—. Pero tengo que coger algo de ahí.

Estaba se?alando la guantera. Ella dudó visiblemente.

—Vale.

—Muy bien. Pero no me golpees la mano si te toco sin querer.

—?Hazlo y ya está!

él alargó el brazo hacia ella y Alice se apartó bruscamente, con la cara ardiendo, cuando Rhett le rozó la rodilla con la yema de los dedos. Este esbozó una sonrisita malvada cuando ella le agarró la mu?eca y puso la mano donde había se?alado, lejos de su pierna.

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