Ciudades de humo (Fuego #1)(52)



—?No voy a poder aguantar mucho más! —gimoteó Alice aterrada.

—?Cállate, no digas tonterías!

—?NO ME DIGAS QUE ME CALLE!

—Maldita sea, ?intenta agarrarme!

—?No puedo!

él cerró los ojos con fuerza, como si pensara a toda velocidad. Justo cuando Alice creyó que iba a rendirse y abandonarla, vio que agarraba fuertemente el tronco del árbol que había junto a él y se colgaba un poco del precipicio, hacia ella. Prácticamente la mitad de su cuerpo quedó en suspensión, pero no pareció asustarse.

—Te va a doler —le dijo con la expresión contraída por el esfuerzo—, pero necesito que te impulses hacia arriba.

De los nervios, Alice estuvo a punto de echarse a reír. Estaba aterrada.

Se prohibió mirar hacia abajo, donde sus pies se balanceaban en el vacío. No. No debía mirar. Lo que tenía que hacer era obedecer a Rhett.

Así que, sin pensarlo demasiado, se impulsó gru?endo de dolor y enganchó el brazo malo a la raíz, que soltó un crujido horroroso. Se apresuró a levantar el otro brazo, pero apenas pudo hacerlo a tiempo. Su peso había resultado ser demasiado y el estrepitoso crujido de la raíz, de su único soporte, le indicó que acababa de romperse.

Fue el segundo más terrorífico de su vida. Un grito escapó de su garganta y sintió que su cerebro se quedaba en blanco, pero justo entonces notó que alguien la sujetaba con fuerza.

Alice levantó la cabeza, asombrada y desesperada a partes iguales, y vio a Rhett prácticamente echado sobre el precipicio para alcanzarla.

Entonces, se dio cuenta de que tenía que colaborar de alguna forma y obligó a su cuerpo a reaccionar. Intentó clavar desesperadamente las puntas de las botas en la pared para impulsarse hacia arriba y se agarró con la mano a otra raíz para subir con más fuerza. Rhett se fue irguiendo a medida que la acercaba a él, tirando hacia arriba y conteniendo la respiración por el esfuerzo.

Y, por fin, tras esa angustiosa situación, Alice consiguió colocar una rodilla en la superficie de la colina. Fue como volver a respirar. Sin embargo, Rhett no dejó de tirar de ella hasta que estuvieron los dos sentados tras el árbol, protegidos.

Alice se quedó sentada entre sus piernas, de espaldas a él, todavía con el corazón latiéndole a toda velocidad. Notó cómo el pecho de Rhett latía sin control.

—Por poco —murmuró él.

Alice se volvió para mirarlo por encima del hombro y, de todas las cosas que se le pasaron por la mente, solo fue capaz de decir una: —Gracias.

Rhett negó con la cabeza, como si no le diera importancia.

Alice bajó la mirada y vio que su brazo estaba cubierto de sangre. De la impresión, dejó de respirar durante unos segundos.

—Solo te ha rozado —dijo él, sin embargo—. Has tenido suerte.

—?Suerte? —repitió incrédula.

Sin molestarse en responder, la agarró del otro brazo y tiró de ella hacia el coche. Se sentaron en la parte opuesta al precipicio, con las espaldas apoyadas en la rueda delantera. Alice sintió que su respiración se enrarecía. Estaba mareada y tenía la vista borrosa. Rhett se puso de rodillas y se rasgó la parte de abajo de la camiseta. Entonces, le agarró el brazo con una delicadeza sorprendente, pero eso no impidió que sintiera un latigazo de dolor.

Instintivamente, Alice le lanzó un pu?etazo que consiguió impactarle en el hombro, ganándose una mueca de enfado del chico.

—?Duele! —protestó ella.

—?Ya sé que duele! —bufó él—. Cálmate, estoy intentando ayudarte.

Alice intentó apartarse, pero Rhett la sujetó, ahora enfadado de verdad.

—?Es que quieres morir desangrada? —le preguntó bruscamente. La chica cerró los ojos—. Eso suponía. Quieta. Déjame cuidarte, ?vale?

Alice notó que envolvía la herida con el trozo de prenda y la apretaba con fuerza. Se mareó aún más. Tuvo que parpadear para poder ver con claridad. Fue un poco más fácil cuando sintió que él le cogía la mandíbula para que lo mirara. La estaba observando con el ce?o fruncido.

—Eh, vamos —le dijo con suavidad—, no te quedes dormida o me cabrearé contigo y te haré dar diez vueltas corriendo al campo de fútbol.

Alice intentó apartar la cara, pero él no la soltó.

—No era una petición, era una orden. Ni se te ocurra quedarte dormida, ?está claro?

—?Ni siquiera ahora puedes ser un poco comprensivo?

—Perdería mi precioso encanto.

Alice empezó a reírse con una mezcla curiosa de diversión, agotamiento y adrenalina.

Y entonces, un coche se acercó a ellos. Alice vio que Rhett se ponía de pie y sacaba una pistola del cinturón, pero la volvió a esconder en cuando vio que era Max, que se apeó y se acercó corriendo.

—?Qué diablos ha pasado?

—Alguien ha disparado. Un francotirador. Le ha dado.

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