Ciudades de humo (Fuego #1)(47)



—A diferencia del otro que usaste, este es un fusil pesado —le dijo él, como si le leyera la mente—. Tiene más alcance, pero, claro, pesa más.

—?Y es normal que sea así de... sofisticado?

Rhett se encogió de hombros, apartando la mirada.

—Fue un regalo que me hicieron hace unos a?os, pero nunca lo he usado, así que lo guardé aquí por si algún día lo necesitaba. —Hizo una pausa, apretando los labios—. Supongo que puedes utilizarlo tú, el puesto de francotirador se te da mucho mejor que a mí.

Eso, en el mundo de Rhett, era un gran halago.

Quiso preguntar más al respecto, pero por la mirada incómoda del chico supo que no era una buena idea. Además, ya era raro que le contara algo personal. Prefería no forzar todavía más la situación.

Cuando salieron de la sala de tiro, Rhett cerró la puerta con llave. Alice lo miró con curiosidad.

—No podemos utilizarlo aquí —le dijo él, como si fuera evidente—. Terminarías matando a alguien.

—Entonces, ?dónde...?

—Sígueme. En silencio, a ser posible.

Pero no habían dado dos pasos y Alice ya era incapaz de cumplir con esa última condición.

—No me gusta el silencio —masculló.

—Pues a mí me encanta.

—En mi zona me obligaban a estar callada a todas horas, pensé que aquí no erais así.

Rhett le dedicó una mirada de advertencia, así que Alice al final decidió enmudecer.

No pudo evitar poner una mueca de sorpresa cuando vio que él entraba en el edificio de los entrenadores. Subieron juntos la escalera y Alice se detuvo a su lado cuando Rhett llamó al despacho de Max con los nudillos.

Unos segundos más tarde, este asomó la cabeza.

—Listos, capitán —sonrió Rhett burlón.

A Max no pareció hacerle mucha gracia, pero Alice tuvo que ocultar torpemente una sonrisa.

—Un poco de seriedad no estaría mal para variar, Rhett.

—Pero perdería ese magnífico carisma que tanto te gusta.

—Os veo en la colina.

Ni siquiera les concedió tiempo para responder. Cerró la puerta con fuerza y Rhett se volvió hacia Alice, poco afectado.

—Parece que tendremos que ir tú y yo solitos.

Lo siguió de nuevo hacia la salida y él tomó un camino que no conocía. Cuando vio que llegaban a una especie de aparcamiento, observó los coches con curiosidad. No había uno solo que fuera igual que el anterior. Rhett se detuvo delante de una especie de furgoneta grande y negra. Pasó una mano por delante del sensor de la manija y se escuchó un clic. Abrió la puerta trasera e hizo un gesto a Alice, que dejó las armas allí. Después, subió al coche.

Al ver que ella no se movía, sacó la cabeza por la ventanilla y la miró con un gesto burlón.

—?Estás esperando a que te atropelle o qué?

—Es que no sé qué tengo que hacer. Tus instrucciones no son muy claras.

—?Qué tal si te subes al coche? ?Crees que podrás hacerlo tú solita o voy y te traigo en brazos?

—Si quieres, puedes hacerlo —le dijo dubitativa—, pero mis piernas están perfectamente capacitadas para...

—Joder, sube y déjate de historias.

Alice se sentó en el asiento del copiloto, algo indignada, pero toda su irritación se convirtió en terror cuando se dio cuenta de un peque?o y horrible detalle.

—??No hay cinturón de seguridad?! —casi gritó.

él empezó a reírse al verle la cara de horror absoluto. Era la primera vez que lo escuchaba reírse de verdad. No sabía si le gustaba o lo odiaba. O ambas cosas.

—Da gracias que hay puerta —murmuró él, negando con la cabeza. Hizo una pausa y, de pronto, pareció acordarse de algo—. Ah, por cierto, única persona del mundo que no ha experimentado la música... —Rhett pulsó un botón delante de él y un ruido extra?o pero acompasado empezó a inundar el coche—. Disfruta.

—?Qué...?

—Escucha y disfruta, pesada.

—?No me habl...!

—Chis.

—No me...

—Chis.

—?Que no me...!

—?Chis!

—?QUE NO...!

—?CHIS!

?Por qué todos los humanos eran tan testarudos? ?Acaso era una odiosa cualidad obligatoria en ellos o qué?

Al final, se puso a escuchar. O eso pretendía hacer cuando Rhett retrocedió bruscamente y pisó el acelerador, clavándola al asiento. Cuando se agarró con fuerza, él sonrió y aceleró aún más.

Así no podía concentrarse en la música. Estaba más preocupada por no morir estampada contra un edificio.

Empezaron a cruzar la ciudad, que en aquellos momentos estaba desierta, ya que era la hora del almuerzo —para los afortunados, no como ella—, y Rhett no se detuvo hasta llegar a la entrada principal del muro. Estaba vigilada por unos guardias que se acercaron a su ventanilla.

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