Ciudades de humo (Fuego #1)(40)
Rhett pareció despertar de golpe, y frunció el ce?o.
—Si me hablas, sí. Céntrate.
?Por qué el ambiente estaba tan raro entre ellos ese día?
Alice agarró la munición y cargó el fusil. Se inclinó de nuevo y Rhett tuvo que volver a colocarla dos veces antes de permitirle disparar. Alice sujetó el arma con fuerza. Por algún motivo, le gustó más que las otras que había probado. Se concentró un poco más y, al ver que apuntaba directamente al corazón, apretó el gatillo. El ruido fue muy fuerte y la bala se desvió unos centímetros de su objetivo, pero estuvo más cerca de lo que habría esperado.
Unos diez intentos y varios comentarios de Rhett más tarde, por fin logró acertar.
—Bueno —dijo él, viendo el impacto de la bala—, no ha estado nada mal, principiante.
Un momento, ??eso era otro cumplido?!
Rhett se volvió hacia ella y le dedicó lo que consideró la primera sonrisa real y honesta que le había visto. La dejó tan aturdida que apenas fue capaz de procesar lo que dijo a continuación: —?Ya te has hartado de los principiantes?
Alice tardó unos segundos en ser capaz de responder.
—?Eh?
—Voy a pasarte al grupo de los intermedios —anunció, y apenas le dio tiempo a pensar—. Ahora, ayúdame a guardar todo esto.
—Espera. —Alice lo siguió como pudo, correteando y cargando torpemente con el arma—. ?Me vas a pasar a los intermedios? ?A mí? ?Seguro que no te has equivocado de persona?
—Bueno, no es tan sencillo. Tienes que hacer una prueba, decidir tu especialidad..., y necesitas el permiso de Max, claro.
Ella notó que había a?adido lo último con cierto tono irónico, pero decidió no decir nada al respecto.
—?Y ya no entrenaré ni dormiré con los principiantes?
—No. —Rhett la miró algo confundido—. Deberías alegrarte. Ahora estarás con gente de tu edad.
Alice no dijo nada, pero en su interior sabía que, en caso de que eso sucediese, echaría de menos a sus compa?eros. Especialmente a Jake. Había sido su mayor apoyo.
—?Qué te pasa? —preguntó Rhett, completamente perdido al ver su expresión desolada.
—Yo... no sé si quiero dormir con gente de mi edad —confesó—. Me gusta mi habitación actual.
—?Por la estancia o por tus compa?eros?
Ella se encogió de hombros.
—Puede... que por mis compa?eros.
—Bueno —Rhett suspiró—, a lo mejor cuando estés en la otra habitación conoces a gente con la que también te lleves bien. Que te cambien de grupo no quiere decir que vayas a dejar de ver a tus amigos. —Hizo una pausa antes de enarcar una ceja—. Además, tal vez quieras saltarte la norma contra el contacto físico con alguien de tu nueva habitación, ?no?
Alice resopló casi al instante.
—No, eso no va a pasar.
Rhett esbozó una sonrisita.
—Qué pena.
Alice iba a preguntar por qué le daba pena, pero vio que los demás empezaban a llegar y decidió volver a su lugar.
*
Cuando al terminar la clase llegó al hospital, Tina estaba cubriendo el brazo de una chica de los avanzados con un ungüento marrón. Alice se detuvo en la puerta e intentó no poner una mueca demasiado evidente al ver que la extremidad de la muchacha estaba doblada en un ángulo extra?o. La joven tenía los labios apretados, pero no se quejaba en absoluto. Y eso que el dolor era más que obvio.
Tina la vio casi al instante.
—Pasa, Alice —sonrió, centrada en su trabajo—, enseguida te atiendo. Espera un momento, por favor.
Tina colocó bien el brazo de la chica, que apretó los pu?os. Alice casi podía sentir su dolor.
—?Qué te ha pasado? —no pudo evitar preguntar.
—Deane, eso me ha pasado —dijo la chica, frunciendo el ce?o. Aunque parecía de su edad y mucho más en forma que ella, tenía la voz sorprendentemente ani?ada—. Ha visto que el idiota de Kenneth iba a romperme el brazo y no se ha movido, la muy zorra —soltó la chica—. Ni entrenadora ni nada. Está loca.
—No digas eso, Shana. Y sujétate el brazo cinco minutos, se pondrá bien. Alice, espera un momento aquí, voy a por unas cosas al almacén.
La chica ya no parecía estar sufriendo tanto como antes. Se agarró el brazo flácido y lo sujetó contra su cuerpo, mirando a Alice. Le recordaba un poco a 44. Tenía el pelo de un tono que variaba entre el rojo y el casta?o, el rostro cubierto de pecas y expresión algo frustrada, pero no era tan físicamente perfecta como un androide. Tenía la nariz algo grande y torcida, como si se la hubieran roto en algún momento, y una cicatriz en el brazo bueno.
—No ha sido muy buena forma de presentarme —le dijo un poco afligida—. Me llamo Shana.
—Alice.
—Sé cómo te llamas. Eres lo único de lo que se habla por aquí desde que llegaste. Hacía mucho tiempo que no se unía nadie nuevo.