Ciudades de humo (Fuego #1)(32)
—Yo me comeré tu plato. —Jake sonrió ampliamente—. ?Hasta luego, Tina!
La mujer les sonrió por última vez y volvió a centrarse en lo suyo.
*
Era la primera vez que Alice olía a comida en casi veinticuatro horas, pero extra?amente no tenía ningún apetito. De hecho, le entraron náuseas.
La cafetería era algo más peque?a que la sala de conferencias y también mucho menos organizada. Vio que había al menos veinte mesas largas a lo largo de la estancia y la gente se sentaba donde y con quien quería, y hablaba también cuando y de lo que le apetecía. Esa situación tan caótica le provocó cierta desazón. Jamás se acostumbraría.
—Hazte con una bandeja —le dijo Jake en voz baja—. Da codazos si es necesario para abrirte camino. La gente con hambre es peligrosa.
Alice lo miró con horror, pero obedeció.
Cogió una bandeja de metal plateada que pesaba mucho menos de lo que creía. En la cantina, dos mujeres servían la comida. Jake les ofreció la bandeja, que llenaron, y Alice lo imitó. La segunda mujer la miró con curiosidad, como también habían hecho muchos de los comensales.
—Ven, Alice —dijo Jake al ver que se quedaba mirando la comida que le habían puesto.
él se deslizó entre las mesas de la cafetería y, al seguirlo, la bandeja de Alice estuvo a punto de salir volando varias veces por los empujones de los alumnos que se cruzaban con ella sin siquiera mirar. Finalmente, dejaron la comida en la mesa en la que se encontraban Saud y Dean.
Ambos pararon de hablar al verlos, o más bien cuando se percataron de la cara de Alice observando la comida. Cuando levantó la cabeza, advirtió que los tres tenían sonrisitas divertidas.
—?Qué es esto? —preguntó, se?alando lo que parecía un extra?o puré de color crema.
—Es mejor que te lo comas —le recomendó Dean—. No volverás a llevarte nada a la boca hasta la noche.
—Pero ?qué es? ?Seguro que es comestible?
—Bueno, por ahora nadie se ha muerto, así que debe de serlo.
Alice metió la cuchara en el puré y le resultó complicado moverla. A su lado, había una fruta peque?a y oscura junto con un vaso de agua. ?Eso era todo?
Pero ?cómo había sobrevivido esa gente tanto tiempo? Necesitaban aprender el significado de la palabra ?nutriente?. Y con urgencia.
—Nadie sabe qué es exactamente. —Jake se encogió de hombros—. Es mejor así, a saber qué le ponen.
—En mi zona comíamos cinco veces al día. Y teníamos fruta fresca.
Jake y sus amigos se miraron entre ellos, sorprendidos.
—Pues te conviene empezar a acostumbrarte a esto —finalizó Saud, tomando una cucharada de su puré.
Alice respiró hondo y, tratando de no pensar en lo que se estaba comiendo, se llevó una cucharada a la boca.
*
Al final se lo había comido casi todo Jake, así que su estómago rugía de hambre mientras se dirigían al siguiente —y, menos mal, último— entrenamiento del día.
Rhett estaba dentro de un peque?o habitáculo que había al otro lado del campo de fútbol. Alice vio que guardaba las llaves en el bolsillo trasero de los pantalones y se preguntó por qué lo cerraban con llave.
—Es una sala de tiro —le explicó Jake al verla observar a Rhett.
—?Y eso qué significa?
Su amigo no pudo responder, pues en ese instante los alumnos empezaron a colocarse en sus puestos Jake le hizo un gesto y ella lo siguió. Le tocó la cabina central, con Trisha al otro lado, quien la miraba con mala cara.
Alice observó a su alrededor. Tenía un pasillo largo y estrecho delante con un hombre dibujado en el fondo. La silueta tenía varios círculos en zonas como la cabeza y el corazón. El arma con la que supuso que tendría que dispararle estaba justo delante de ella, en un panel a la altura de su ombligo. Era parecida al revólver de su padre, pero más grande.
Casi le dio miedo tocarla. Parecía peligrosa. ?Y si disparaba sin querer y hería a alguien?
—Ya sabéis lo que tenéis que hacer —les soltó Rhett. Ella dio un respingo al notarlo tan cerca—. ?A qué esperáis? ?A que os venga a dar ánimos? ?Venga!
Alice vio que Jake alcanzaba una de las cajas de munición de su mesa, abría el arma y metía las balas una a una. Sabía que no debían hablar, le dio la sensación de que Jake llevaba a cabo la labor lentamente a propósito para ense?arle lo que tenía que hacer. Cuando volvió a poner el cargador en la culata del arma, le sonrió y le hizo un gesto disimulado para que ella empezara.
La chica intentó imitarlo, pero mientras los demás ya disparaban, ella todavía trataba de meter las balas. Le temblaban las manos. De hecho, una bala resbaló y cayó sobre la mesa. Rodó hacia el vacío y, justo antes de que se precipitara hacia el suelo, una mano con unos mitones de cuero la atrapó en el aire.