Ciudades de humo (Fuego #1)(30)
Alice vio que él desaparecía en la casita que había al otro lado del campo y, casi al instante, Jake se acercó a ella con una sonrisa muy forzada.
—No ha estado tan mal —dijo poco convencido.
—Un poco más y le aplasta la cabeza —se?aló Saud.
—Es su primer día —la defendió Dean.
Alice se llevó una mano a la espalda. La tenía dolorida. Por no hablar del resto del cuerpo. No sabía ni cómo se sostenía en pie.
—Tina te puede curar —sugirió Jake.
Alice dirigió una breve mirada a Trisha, que la observaba fijamente con una expresión extra?a. Sintió una oleada repentina de rabia que no supo de dónde provenía. No por la chica, sino por sí misma. Habría deseado poder defenderse como ella. ?Estaría su sistema dise?ado para no poder hacerlo?
Volvió a centrarse en Jake y asintió con la cabeza.
—Sería un alivio.
—Nos vemos en la cafetería —les dijo Saud, marchándose con Dean hacia el edificio mediano que había unos cincuenta metros a su derecha.
Jake y ella fueron los únicos que se dirigieron al hospital. Alice lo miró de reojo, caminaba como si no acabara de enfrentarse a alguien y, de pronto, le vino a la mente el día que la había rescatado. Había estado esperando el momento adecuado para sacar el tema, cuando estuvieran solos, y era ese.
—?Por qué no dijiste nada? —le preguntó directamente.
Jake supo enseguida a qué se refería.
—?Por qué debería hacerlo?
—Es lo que hace tu gente —respondió ella en voz baja. Hablarlo en medio de la calle quizá no había sido lo más inteligente del mundo—. ?No?
—?Eso os cuentan en vuestra zona? —él hizo una mueca.
—No hablan mucho de los forasteros. Especialmente de los reb..., de vosotros.
—Bueno, es cierto que a la gente de por aquí no le gustan mucho los androides..., pero a mí me dan igual. Es decir, eres rarita, pero tampoco es para tanto.
No supo si eso era bueno o malo.
—?Por qué no os gustamos?
—Mmm..., la gente cree que los científicos a veces, eeeh, secuestran a personas de las ciudades y..., bueno, las convierten. Y luego las devuelven sin que nadie sepa nada.
Alice frunció el ce?o, confusa.
—?Para qué harían eso?
—Para espiarnos.
—Y ?con qué motivo?
—Bueno, no lo sé. Es lo que dicen, no lo que yo creo.
Pero Alice seguía confusa. Se detuvo y lo miró. Seguía recordando todas las historias terroríficas que había oído murmurar a las madres sobre los rebeldes que vivían en el bosque. En ellas, eran seres horribles y asesinos a quienes evitar.
A ver, los combates que había presenciado en clase probaban que violentos sí que eran, pero tampoco le parecían monstruos sin corazón.
—?No matáis a los androides? —preguntó, ladeando la cabeza.
Jake se detuvo y la miró, sorprendido.
—?Matarlos? —preguntó en voz baja, asegurándose de que nadie les prestaba atención. Podía estar tranquilo, estaban solos.
—Sí..., eso decían las madres.
—?Madres? ?Cuántas madres tienes?
—Muchas —respondió confusa—. Pero no son mis madres biológicas. Son... Eran nuestras cuidadoras. Solían hablar de vosotros.
—?Y decían que matábamos a los androides?
—Sí..., y cosas peores.
—No matamos a androides. —Jake la miró, algo ofendido—. No estamos tan mal de la cabeza.
—Peleáis entre vosotros —se?aló Alice.
—?Necesitamos aprender a defendernos!
—?Y los androides...?
—?Nosotros solo los atrapamos! ?Sabes la recompensa que te dan en Ciudad Capital por un androide?
—?Qué es Ciudad Capital?
—Es donde reside el comité general de las ciudades. —Jake negó con la cabeza—. Es a ellos a quienes no les gustan los de tu clase, no a nosotros. Ofrecen provisiones, ropa, armamento, material sanitario..., a cambio de androides, pero nunca han pedido que los matáramos.
Alice abrió la boca y la volvió a cerrar. No podía creer lo que oía.
—?Nos atrapáis para vendernos?
Jake frunció el ce?o, incómodo.
—Dicho así, suena mal.
—?Qué clase de gente sois? Nosotros no hacemos da?o a nadie. Ni siquiera estamos programados para defendernos. Y, en caso de que fuera cierto que los científicos infiltraran espías en las ciudades, ?qué culpa tenemos nosotros?
—Pues... no lo sé. Alice, en Ciudad Capital os quieren y nosotros lo hacemos para sobrevivir.
—Sobrevivir a cambio de vendernos, claro.
—La gente os tiene miedo, Alice. Creen que algún día seréis más que nosotros y que trataréis de deshaceros de los humanos, pero eso no significa que sean malas personas. Solo están... asustadas. Desean vivir en paz. Tú deberías entenderlo mejor que nadie.