La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(54)
Vaughn sonrió de nuevo pensando en su psi, una psi que tenía un cabreo impresionante, pero que no estaba dispuesta a reconocerlo. Era obvio que sus respuestas condicionadas habían empezado a fallar una tras otra. Y eso le alegraba sobremanera. A ninguna de sus dos mitades le apetecía pasar las noches excitado sin el menor viso de satisfacer ese deseo. Estaba impaciente y más que dispuesto a ponerla en el buen camino. El gato no veía ninguna razón para jugar limpio cuando estaba claro que también ella quería saborearle prolongadamente y sin prisas.
La alcanzó, pero se quedó un poco rezagado dejando la distancia suficiente para admirar el contoneo de sus caderas. Faith tenía un cuerpo perfecto: aunque menuda, no era demasiado delgada, y su figura tenía curvas más que suficientes para resultar satisfactoria y tentadora. Estaba deseando ver aquel trasero respingón moviéndose sobre él. Dada la diferencia de estatura, la mejor posición para disfrutar de esa vista sería estando él sentado y ella de espaldas, acogiéndole en su interior. Un gru?ido amenazó con brotar de su garganta.
Faith miró por encima del hombro.
—Para.
—?Qué? —Se preguntó si toda su piel tenía aquel suave tono dorado, si era igual de exquisita, si invitaba a lamerla, a morderla.
—Sabes perfectamente lo que estás haciendo.
—La cuestión es, ?cómo es que lo sabes tú?
—Soy una psi.
—Eres una psi-c, no una telépata.
Faith entornó los ojos y Vaughn supo que ella no era consciente de aquel revelador gesto. Y aunque disfrutó de ello, tendría que ponerle sobre aviso antes de que regresara a esa prisión que llamaba casa.
—Soy una mujer. Eso es algo inherente en todas nosotras. Así que para de una vez.
—?Por qué?
—?Que por qué? —Le dirigió una típica mirada psi colmada de arrogancia—. ?Te gustaría que yo pensara en ti del mismo modo en que tú estás pensando en mí y en mi cuerpo?
Vaughn esbozó una amplia sonrisa.
—Ya sabes cuánto me gustaría. —Algo en aquel comentario le hizo pararse a pensar—. ?Estás diciendo que puedes ver realmente lo que yo veo?
Un apagado rubor ti?ó las mejillas de Faith y Vaughn la contempló encantado.
El condicionamiento físico estaba comenzando a debilitarse a un nivel mucho más profundo de lo que él había esperado; los psi no se sonrojaban.
—Sí. No sé por qué dado que no puedo percibir nada más en ti. Ninguno de mis escudos parece estar funcionando. Así que contente.
Vaughn pensó en aquello mientras se ponía delante y la conducía hasta el coche. La nueva venda para los ojos estaba sobre el asiento del pasajero; una banda de seda negra que había comprado especialmente para ella. Con la espalda tan rígida que daba la impresión de que fuera a partírsele de un momento a otro, Faith dejó sus cosas en la parte posterior del vehículo antes de cogerla.
—Hazlo rápido.
Vaughn le colocó la banda sobre los ojos y se acercó hasta que su torso se apretó de forma provocativa contra los pechos de Faith.
—Me gusta hacer las cosas despacio. —Imaginó adrede cómo sería provocarla sexualmente mientras tenía los ojos vendados—. Estás a mi merced.
—Ya te lo he dicho, no estoy tan desvalida como crees.
Sus palabras eran beligerantes, pero tenía la voz ronca. A pesar de insistir en que era una psi, Faith ya no estaba completamente dominada por el Silencio. Aunque en esos instantes, lo que a Vaughn le interesaba era el placer.
—Las ilusiones no me asustan, cielo.
Tomándose su tiempo para atar el nudo, dejó que su mente se inundara de imágenes de ella desnuda y con los ojos vendados, las manos apoyadas sobre el cabecero de su cama y las piernas separadas para mantener el equilibrio. Y luego se imaginó acariciando aquella piel cremosa, lamiéndola por todas partes y hundiendo los dedos en la sensual carne de su trasero y sujetándola para tomarla.
Sintió una súbita descarga eléctrica en los dedos allí donde estos se tocaban con la piel de Faith.
—?Joder! —Se apartó gru?endo—. Eso duele. —Pero la aguda punzada en las yemas de los dedos ya empezaba a mitigarse.
—La próxima vez deberías hacerme caso. —Faith se metió en el coche sin vacilar y cerró de un portazo.
Vaughn se preguntó si debía decirle que lo que había hecho hacía que la encontrase todavía más atractiva. A los jaguares les gustaban las mujeres fuertes. Sonriendo, se frotó los dedos sobre los vaqueros y rodeó el coche para ocupar el asiento del conductor.
Faith no abrió la boca hasta que él arrancó.
—?De verdad te he hecho da?o? Nunca antes he utilizado esa habilidad contra un ser vivo.
Su psi, aquella que no podía sentir, estaba padeciendo una punzada de remordimiento.
—Si me lo has hecho, me lo merecía. —Le acarició la mejilla con un dedo—. Eso no significa que vaya a desistir, pero tendré más cuidado al atarte.
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