La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(51)
—Voy a dar un paseo —dijo al psi-m que estaba de guardia—. Diles a las patrullas que no se acerquen a mí.
Esa era la misma petición que hacía cada vez que tenía una visión especialmente intensa. Sus sentidos psi siempre parecían funcionar a un nivel más alto después de tales visiones. Acababa oyendo todo lo que sucedía a su alrededor, incluyendo la charla de las mentes supuestamente protegidas de los guardias.
No obstante, hoy no sentía el menor rastro de esa habitual hipersensibilidad, de hecho tenía un absoluto dominio de sí misma a pesar de lo que había sucedido la noche pasada. Y quería disponer de intimidad para pensar en las posibles causas. Decidiendo que bastaría con el sencillo vestido hasta el tobillo que llevaba puesto, salió al fresco aire de la tarde.
No podía ver a los guardias, pero sabía que estaban ahí. Aunque al parecer no servían de mucho, pues Vaughn entraba y salía sin mayor problema. Y a ella no le preocupaba lo más mínimo. La noche anterior había aceptado que sentía miedo de la cólera asesina de las oscuras visiones. Ese día se permitió reconocer que le gustaba Vaughn, le gustaba su temeridad e incluso el peligro que rezumaba. Pero cualquier emoción más intensa continuaba estando fuera de su alcance.
Nadie en el mundo de los cambiantes podría entender lo que era pasar toda la vida sin emociones y luego verse invadido por ellas de la noche a la ma?ana. La oscuridad había llevado a su vida peligro y maldad, lujuria psicópata y una necesidad te?ida de sadismo. Podría haberse hundido bajo su peso si Vaughn no hubiera traído consigo placer, deseo y alegría. No era un hombre de trato fácil, pero eso formaba parte de lo que hacía que fuera tan increíblemente fascinante. La noche anterior se había visto cara a cara con el animal que moraba justo debajo de su humanidad y…
—Faith NightStar.
Miró fijamente a la esbelta morena, casi delicada, que había salido de las sombras de un verde abeto. No debería haber nadie en aquella propiedad salvo los guardias y ella.
—?Quién eres?
Una fría sonrisa, que no alcanzó a iluminar aquellos ojos azul claro, se dibujó en sus labios.
—Interesante. Estás tan aislada que, a pesar de que has estado trabajando para nosotros, desconoces mi identidad.
Faith recordó al escuchar aquella voz.
—Shoshanna Scott.
Un miembro del Consejo de los Psi y su hermoso y fotogénico rostro público.
—Me disculpo por invadir tu intimidad, pero no quería que esta conversación quedase grabada.
—Has sido tú quien ha llamado antes —dijo segura de ello gracias a aquel sentido que tenía y que sabía esas cosas. También sabía que estaba en presencia de alguien muy peligroso, una mujer que podría atacar sin avisar y carente del control que sí poseía el ?animal? al que se había enfrentado solo horas antes.
—Sí. Estábamos revisando la supervisión. Es exhaustiva.
Faith aguardó para ver qué era lo que el Consejo quería de ella. Siempre le habían hecho llegar sus peticiones a través de su clan psi, pero tal vez se tratase de un vaticinio que querían mantener completamente en secreto.
—Tu precisión es impresionante, Faith.
—Gracias.
—?Damos un paseo?
—Cómo no. —Sabía de qué manera tratar con los miembros del Consejo; tal vez hubiera estado aislada, pero no era estúpida—. ?Quieres que intente realizar una predicción sobre alguna cosa? —Había dicho intentar, porque su habilidad no funcionaba siguiendo órdenes. Pero si Vaughn tenía razón, podría ense?ar a su mente a controlar la aparición de las visiones. La idea resultaba seductora.
—Solo quería hablar contigo. —Shoshanna entrelazó las manos a la espalda, el traje totalmente negro que llevaba hacía que sus dedos parecieran blancos como los de un esqueleto—. ?Vistes normalmente así?
Faith era consciente de que no se trataba del estilo corriente de los psi.
—Facilita las cosas a los médicos cuando su intervención es necesaria.
Sin embargo, la verdad era que prefería… que le gustaba, llevar vestido.
—Por supuesto. En realidad nunca he hablado con alguien de la designación ?c?. ?Cómo es ver el futuro?
Los claros ojos de Shoshanna se clavaron en los suyos cuando se detuvieron junto a un peque?o estanque.
—Dado que nunca he vivido de otra forma, no puedo establecer una comparación —repuso, recordándose a sí misma que debía de andarse con mucho cuidado. Un desliz, y Shoshanna sabría que algo no iba del todo bien con aquella psi-c en particular—. No obstante, eso me proporcionó un propósito a una edad en que la mayoría de los psi no están maduros.
—?Llevas trabajando desde que tenías tres a?os?
—De forma oficial. Pero mi familia tiene registros en los que se asevera que estuve realizando predicciones no verbales precisas incluso antes de esa edad. —Confesó aquello porque creía que Shoshanna ya sabía su historia; los consejeros ponían gran empe?o en conocer cosas sobre aquellos con quienes deseaban hablar.
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