La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(46)



Una mano grande se posó en su espalda, a escasos centímetros del nacimiento de su trasero.

—Mírame, Faith.

Ella giró el cuerpo hasta que los dedos de sus pies casi rozaron la tela vaquera que cubría el muslo de Vaughn, sin apartar en ningún momento los ojos de su rostro. Aquel hombre no era dócil y a Faith le atraía eso de él. Pero ella era diferente.

—He vivido en ese recinto desde que tengo memoria. Incluso la libertad de la PsiNet casi me estaba vetada por algún condicionamiento sumamente sutil. —Condicionamiento que había roto por sí misma, se percató con un alborozo que no pudo explicar del todo—. Estoy poniéndole remedio a eso. Me estoy aventurando en la red y viendo la información que ofrece.

—Nada de eso implica abandonar tu peque?o y seguro capullo.

Una respuesta tajante de un hombre cuya parte animal sin duda no veía razón alguna para mentir.

—Crees que eso me convierte en una cobarde, que debería salir y vivir en el mundo. Lo que no entiendes es que el mundo podría matarme.

—Entonces, explícamelo.

Faith sabía que aquel jaguar tendido en su cama, aquel hombre de piel resplandeciente y cabello dorado, no aceptaría sin más la situación.

—Una cosa que no puede fingirse es la reacción que tenemos los de mi designación cuando estamos rodeados por un gran número de individuos sin escudos. Todas las especies poseen un escudo natural, aunque el de los cambiantes es más sólido, pero la capa externa de la mente, el yo público, está desprotegido casi a nivel universal.

—?El mío? —Apretó los dientes.

Faith sacudió la cabeza.

—Tú estás totalmente blindado. Eso es algo que le sucede a algunas personas… una extensión del escudo natural. Sin embargo en tu caso imagino que Sascha ha tenido un poco que ver. —él no respondió y Faith sintió que algo desconocido se marchitaba en su interior—. No soy digna de tu confianza, ?verdad?

Vaughn presionó los dedos sobre su columna.

—La confianza es algo que hay que ganarse.

—Yo confío en ti.

—?De veras? ?No será que te has visto obligada a hacerlo?

No lo sabía, por tanto no tenía ninguna respuesta que pudiera darle. Se movió y dejó de sentir la mano de Vaughn sobre su piel, aunque ahora los dedos de sus pies se apretaban contra el muslo del centinela.

—Ese yo público —comenzó, retomando un tema que le era familiar como medio para serenarse— repele un bombardeo constante de pensamientos y emociones. Todos los psi están entrenados para protegerse contra esos datos aleatorios, hasta el punto de que la mayoría ni siquiera nota ya el ruido de fondo. Pero está bien documentado que a los psi-c nos afectan esos pensamientos, por fuertes que sean nuestros escudos.

—?Cómo os afectan?

él deslizó la mano bajo la tela de la camiseta para posarla sobre la parte baja de su espalda y Faith sintió que se le formaba un nudo en el estómago.

—Tienes que dejar de tocarme.

—?Por qué?

—Porque es demasiado. —Sobre todo cuando le estaba pidiendo que atribuyera todas esas traiciones a su propia gente, a su propia familia—. Por favor, Vaughn.

Faith parecía tan frágil ahí sentada, con aquellos ojos estrellados y esa piel cremosa. De tratarse de cualquier otra mujer, hubiera tirado de ella y la habría abrazado con fuerza. Sin embargo, si le hacía algo así a Faith podría provocarle un ataque de pánico, y en esos momentos no quería que se sintiera vulnerable en ningún aspecto; la oscuridad podría estar al acecho, esperando encontrar cualquier brecha en sus defensas. Aunque tampoco podía dejar que huyera.

—Cada vez que hago lo que tú quieres, estoy ayudando a tu clan y al Consejo a mantenerte prisionera.

—?De verdad lo crees?

—El miedo a que te toque forma parte de su forma de manipularte.

Faith pareció apretar los brazos con que se había rodeado las rodillas.

—Si te pido que rompas el contacto porque voy a sufrir un ataque o a perder la consciencia, tienes que hacerlo. Solo de ese modo dejaré que sigas acercándote a mí.

Una gran satisfacción inundó a Vaughn.

—Así que reconoces que has estado dejando que me acerque a ti.

Ella ladeó la cabeza con tal arrogancia que habría hecho que cualquier felino se sintiera orgulloso.

—Soy una cardinal. Todos nosotros nacemos con unos cuantos poderes… desde que nos conocimos he estado practicando para utilizarlos de forma ofensiva.

—Cuenta.

—No. —Cautivada por el risue?o ambiente de confianza que les envolvía, los ojos de Faith ya no eran las dos frías profundidades de pizarra que viera la noche en que se conocieron—. ?Por qué debería revelarle mis secretos a alguien en quien no confío y que no confía en mí?

—?Ay! —Le acarició la delicada espalda con los dedos—. Sabes cómo hacer da?o.

—Me mantiene viva.

Al jaguar no le gustó oír eso, no le gustó la idea de que Faith necesitara tales armas, porque eso representaba que había peligro.

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