La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(45)



—No puedo aprender a controlar algo sin unas reglas —se?aló—, y no hay ninguna para los psi-c, ninguna que garantice que las visiones solo se presentarán cuando yo así lo desee. Sí, normalmente puedo provocarlas con ciertos detonantes, pero no puedo contenerlas durante demasiado tiempo.

—?Quién lo dice?

—Mis instructores, el clan psi, el Consejo… —Comenzó a entender—. ?Por qué no iban a ense?arme a bloquear las visiones si existiera un modo de hacerlo?

—?Qué supondría ese control para el clan psi?

—Contribuiría a un considerable aumento de los ingresos —dijo—. Podría realizar vaticinios a voluntad… no habría posibilidad de que tuviera una visión mientras duermo o en cualquier otra situación donde mi memoria pudiera quedar comprometida, como últimamente me sucede en ocasiones. De modo que carece de sentido que no me ense?aran a controlarlas si saben cómo hacerlo.

—Faith, ?por qué vives en esta casa rodeada de sensores?

Ella no quería responder y aquel impulso contradecía hasta tal punto cualquier clase de comportamiento racional que sabía que no podía rendirse a él.

—A veces las visiones tienen graves efectos sobre mi cuerpo y mi mente. He de ser monitorizada en caso de que necesite asistencia.

—Y si pudieras controlar las visiones, podrías contenerlas hasta que llegaras a un lugar seguro. No habría necesidad de que estuvieras encerrada aquí.

Faith apartó lentamente las manos del cuerpo de Vaughn.

—Quieres que diga que no me ense?aron a controlarlas porque de esta forma dependo de ellos y mi habilidad está a su entera disposición. No tengo más alternativa que realizar predicciones.

—Lo que quiero es que utilices ese pragmático cerebro que tienes… si ellos pueden encauzar tus visiones para que sean lucrativas y se centren en el mundo empresarial, ?no te parece que pueden entrenarte para que decidas si quieres o no entregarte a una visión en un momento dado?

Para tratarse de un miembro perteneciente a una raza conocida por actuar primero y pensar después, lo que Vaughn decía tenía mucho sentido.

—Sea como sea —dijo en vez de enfrentarse a la irrefutable lógica de Vaughn—, ahora mismo no puedo controlar las visiones, y mucho menos controlar las visiones oscuras. Tampoco puedo arriesgarme a desvelar la degeneración de mi condicionamiento solicitando un adiestramiento extra.

—Eres una cardinal. —Vaughn le alzó la barbilla hasta que ella ya no pudo esquivar su salvaje mirada áurea—. No necesitas que nadie te lleve de la mano.

—Pero sí que alguien mantenga a raya la oscuridad. —No había forma de que lograra ser lo bastante competente controlando sus visiones, si acaso era eso posible, ni de que lo consiguiera lo suficientemente rápido como para luchar contra su creciente poder—. No puedo escapar de sus garras cuando se apodera de mí.

—Tal vez sea porque has guardado bajo llave lo que necesitas para combatirlo.

Faith le empujó en el pecho y se bajó de su regazo para arrodillarse lentamente a su lado.

—Las emociones.

Vaughn se tumbó boca arriba actuando como si aquel fuera su territorio. Había leído que a los machos de los clanes depredadores les gustaba marcar su territorio, tanto si se trataba de tierras como de compa?eras sexuales. Las llamas se apoderaron de su cuerpo, un recuerdo de la tormenta eléctrica que había tenido lugar momentos antes.

—Combatir el fuego con el fuego, pelirroja.

El eco de sus pensamientos podría haber sobresaltado a Faith si no hubiera estado concentrada en evitar que sus ojos recorrieran aquel cuerpo que con tanto desenfado reposaba sobre su cama. Grande y poderoso, había algo en Vaughn que invitaba a que lo acariciasen.

—No puedo. —Sacudió la cabeza para disipar tan extra?a compulsión—. No entiendes la magnitud de la locura que infectaba a los psi-c antes de que se implantara el protocolo del Silencio. —Ella había visto los archivos, los cuales nadie podría haber ama?ado—. En el historial de mi propia familia figuran casos de demencia generación tras generación.

—?Cuántos por generación?

La mente de Faith analizó sus recuerdos.

—Al menos uno.

—?Cuántos psi-c en cada generación?

—Siempre han nacido un número inusitadamente alto de clarividentes en el clan NightStar. En cada generación ha habido al menos uno, y a veces dos, psi-c cardinal, y alrededor de diez de bajo nivel.

—Uno entre once o doce parece una probabilidad muy buena comparada con aquello a lo que ahora te enfrentas.

La locura segura dentro de veinte o treinta a?os si tenía suerte, sentenciada a pasar las cinco o seis décadas siguientes encerrada en el infierno de su mente fracturada.

—Pero aquellos que se volvieron locos antes… eran jóvenes. ?Y si soy yo la que está defectuosa en esta generación? Si rompo el silencio, caeré.

—Y si no lo rompes, te pasarás toda la vida encerrada.

—Para ti es fácil. —Meneó la cabeza—. Tú has crecido al aire libre, sintiendo y experimentándolo todo. No puedes ni imaginar lo que me estás pidiendo que considere.

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