La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(44)
Un calor abrasador comenzó a inundar su sangre. A su alrededor surgieron un millar de hogueras. Faith estaba en el centro, protegida pero no resguardada del incendio. Aquellas llamas querían acariciarla, tocarla, lamerla.
Incapaz de soportar el ansia salvaje de la tormenta, de resistir la intensidad de la deflagración, se liberó a fuerza de voluntad del sue?o y regresó al mundo real. Pero el sue?o la siguió. Le ardían los labios y su cuerpo era pasto del fuego. Una llama más intensa la envolvía, una piel que parecía tener una temperatura mayor que la suya, calor vivo sobre su nuca, bajo sus muslos, contra la mejilla apretada sobre una dura y musculosa superficie.
Trató de tomar aire, pero su boca había sido capturada. Alzó los párpados débilmente y se encontró con unas profundidades doradas, brutales, salvajes y… seguras. Sus labios fueron liberados el tiempo preciso que tardó en inspirar y fueron reclamados de nuevo. Se sorprendió al percatarse de que tenía la mano sobre el hombro masculino y que se aferraba a él.
La cabeza le daba vueltas a causa de la vorágine de sensaciones, pero la alternativa era peor. En su estado de semiinconsciencia, no estaba segura de que la oscuridad no fuera a regresar si se apartaba de aquella sobrecarga sensorial. De modo que la acogió, cambiando de posición para rodear con los brazos el cuello del peligroso cambiante que había en su cama y pegarse a su cuerpo.
Si de locura se trataba, prefería ahogarse en aquel calor que verse arrastrada a la sádica crueldad de la oscuridad. Su parte femenina era consciente de que él tenía las manos en su espalda, apretándola contra su cuerpo, y de que a pesar de ser grandes y poderosas, no le hacían da?o. En ese instante, incluso aquel pensamiento se disipó bajo aquella violenta avalancha de sensaciones, y se convirtió en una criatura carnal, sin mente ni voluntad. Entonces Faith cerró los ojos.
Vaughn sintió la absoluta rendición de Faith. El felino estaba dispuesto a tomar lo que era suyo, pero el hombre sabía que aquella no era la clase de sumisión que le satisfaría y que con eso solo conseguiría asustarla. Faith no se estaba entregando a él. Le estaba utilizando para escapar de la oscuridad. A Vaughn no le molestaba que le utilizase, pero sí que no fuera consciente de a quién se aferraba.
Puso fin al beso y tuvo el placer de sentir cómo ella le clavaba las u?as en la piel cuando intentó atraerle de nuevo contra su cuerpo.
—Faith.
Ella se apretó contra el centinela, sin abrir los ojos.
—Faith. —Imprimió en su voz el tono autoritario de un ronco gru?ido. No le resultó complicado. Teniendo en cuenta el estado de excitación en que se encontraba, no le estaba siendo fácil controlar a la bestia. Era algo que Faith tendría que aprender a sobrellevar, pero no en esos momentos. En esos instantes se trataba de mantenerla a salvo—. Abre los ojos.
Ella negó con la cabeza, pero deslizó las manos de su cuello para cerrarlas en dos pu?os contra su torso.
Una sonrisa perezosa se dibujó en los labios de Vaughn.
—No estoy desnudo.
Tomó uno de los pu?os de Faith y lo posó sobre la tela vaquera que le cubría el muslo, entonces tuvo que reprimir un deseo ardientemente sexual cuando ella extendió los dedos y aquella sensación repercutió directamente en su entrepierna.
—?Eres real? —susurró Faith.
Aquella pregunta dejó brutalmente claro hasta qué punto se había replegado dentro de su mente antes de que él la hubiera hecho salir. Vaughn se inclinó y la mordisqueó el cuello, lo que hizo que Faith se sobresaltase y abriera los ojos por fin. Centellas plateadas brillaban en aquellas profundidades estrelladas, vívidas y salvajes.
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—?Qué? —preguntó Faith al ver que él seguía mirándola fijamente.
—Puedo ver una especie de rayo en tus ojos.
—?Cómo…? —Sacudió la cabeza, pero no se bajó de su regazo, y eso le dijo a Vaughn cuanto necesitaba saber—. Gracias.
—De nada.
Faith le miró con recelo.
—?Por qué estás siendo tan simpático?
Porque al felino le resultaba divertido tomarle el pelo.
—Siempre soy simpático.
El recelo se convirtió en completa incredulidad.
—Estás jugando al gato y al ratón conmigo.
Sorprendido por la rapidez con la que se había percatado, Vaughn se encogió de hombros.
—Soy un gato.
—Tienes razón. —Entonces Faith hizo algo que le dejó mudo de asombro. Se irguió, respiró hondo y le besó fugazmente en los labios—. Gracias. No habría logrado salir yo sola.
Una ira visceral acabó de un plumazo con el humor travieso de Vaughn.
—?Qué co?o hacías aventurándote tú sola en esa clase de visión?
—Ya sabes que no puedo controlarlas.
Atrajo a Faith con aquellas manos, cuyas garras amenazaban con surgir, y clavó la mirada en sus centelleantes y tormentosos ojos.
—Pues aprende a hacerlo.
Faith parpadeó, sin saber muy bien cómo manejar a Vaughn en su actual estado de ánimo. Aunque todo lo que había aprendido sobre los depredadores, sobre él, le decía que no dejara entrever su falta de seguridad.
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