La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(85)
—Abre los ojos —le ordenó contra la boca.
Ella lo hizo sin vacilar y se enfrentó al fuego verde de aquellos ojos que se habían transformado por completo en los de la pantera.
—?Por qué?
—Fuegos artificiales —susurró y reclamó sus labios en un beso tan ávido que Sascha se sintió consumida.
Esta vez, Lucas la tomó con embates profundos, rápidos e incesantes. Sascha se dejó llevar y permitió que él la llevara una y otra vez al límite, liberando toda su pasión.
Aquella era la danza más peligrosa y maravillosa de toda su vida. Cuando el cuerpo musculoso de Lucas se estremeció entre sus brazos y profirió un ronco rugido, Sascha sintió cómo todos sus instintos femeninos gemían de placer.
—Mía. —Aquella afirmación incuestionable fue lo último que dijo Lucas en mucho, mucho rato.
Acababan de terminar de desayunar cuando Lucas informó a Sascha de que se iba a hablar con Hawke, el alfa de los SnowDancer al que ella no conocía, al menos no estando consciente. Vaughn y Mercy, que también estaban sentados a la mesa con ellos, levantaron la vista.
—Os dejo de guardia aquí —les dijo—. Clay y Dorian se vienen conmigo.
Sascha tomó un sorbo de té y pensó en lo que iba a hacer. Regresar a su casa no era una opción. Jamás lo sería. Después de la noche que había pasado en brazos de Lucas ya no podía seguir fingiendo que era una psi normal. Sus escudos resistían en el plano psíquico, pero mantener su máscara en el mundo real se había vuelto imposible.
Además, estaba el hecho de que Lucas la había marcado.
En cuanto había entrado en la cocina los ojos de Tamsyn se habían posado en la marca de dientes que tenía en el cuello. Habida cuenta de lo que le había contado el día anterior, había pensado que la sanadora se enfurecería. En vez de eso, la mujer había esbozado una amplia sonrisa y le había dicho:
—Apuesto a que estás famélica.
Hasta el momento nadie había hecho mención alguna a los gritos. Ni a los ara?azos que Lucas lucía en los brazos. Casi se había muerto de vergüenza cuando bajó y le encontró sentado a la mesa ataviado con una camiseta de manga corta. Una cosa era deshacerse entre sus brazos y otra muy distinta tener testigos de su absoluta rendición. Menos mal que se estaba poniendo la chaqueta negra de cuero sintético para marcharse a la reunión con Hawke.
—Quédate aquí —le ordenó pese a que ella no había hecho ademán de marcharse—. Aunque accediéramos a tu estúpido plan, no tienes fuerzas para entrar de nuevo en la red. Así que no te acerques y descansa.
Lucas tenía razón. Seguir a Henry le había consumido más energía de lo que había previsto. Necesitaría al menos un día más para recuperarse lo suficiente para poder poner en práctica el plan.
—No aguantaré más de unos pocos días. —La presión en su interior aumentaba minuto a minuto—. Tenemos que actuar antes o me descubrirán e intentarán recluirme.
Aquellos felinos ojos verdes se entornaron.
—Nadie va a encerrarte.
Lucas rodeó la mesa hasta ella y se inclinó para besarla delante de su gente. No fue un beso en la mejilla, sino uno en toda regla. Sascha se agarró a su cintura y se sujetó mientras él le reclamaba los labios de un modo que era claramente sexual e infinitamente posesivo.
Un minuto después, se había marchado dejándola con ganas de más. Cuando miró a los dos centinelas no vio reacción alguna en sus rostros. Vaughn la asustaba. No era tan frío y distante como Clay, pero había una oscuridad acechante en sus ojos que hacía que se preguntase cuán cerca estaba la bestia de la superficie.
Aunque Mercy era un poco más accesible, no podía librarse de la extra?a sensación de que los centinelas no la querían allí. No podía culparlos. Ella formaba parte de una raza culpable de ayudar a la escoria de la peor cala?a. ?Quién sabía en qué lío había metido a Lucas?
—?Estáis aquí para garantizar mi seguridad? —preguntó consciente de que no había ninguna otra persona vulnerable en la casa.
Ellos asintieron.
—Gracias. —Puso las manos sobre la mesa y se enfrentó a la mirada del centinela macho—. Sé que no soy lo que Lucas necesita, pero dejad que sea mío durante unos días más. Después de eso, dejaré de ser un problema.
Sascha se negaba a permitir que la autocompasión destruyera el milagro que estaba viviendo, pero lo que había dicho era un hecho.
Los cambiantes no conocían la envergadura de la PsiNet. Tenía ojos y oídos en cada rincón del mundo, sombras dentro de otras sombras. Era imposible escapar físicamente aun cuando su mente lograra sobrevivir de algún modo a la separación mental.
Fuera a donde fuese, hiciera lo que hiciese, la perseguirían y la atraparían. Lo habrían hecho con cualquier otro renegado porque la disensión minaba el protocolo del Silencio. No obstante, su caso suscitaría una reacción extrema; ella era la hija de Nikita.
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