La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(86)



No solo sabía demasiado, sino que su deserción supondría un fuerte golpe a la imagen invencible del Consejo.

Vaughn se inclinó, clavando en los suyos aquellos extra?os ojos casi dorados.

—Si hubiera pensado que ibas a hacerle da?o a Lucas, jamás habría permitido que te aceraras a él.

—Así que, ?el hecho de que aún respire es un voto de confianza? —Sascha no dejaría que la intimidase, por mucho que ese hombre hiciera que se le erizara el vello de la nuca a modo de advertencia instintiva.

El centinela torció el gesto.

—No.

Mercy dejó su taza de café.

—Deja de tomarle el pelo, Vaughn. Creo que ya ha tenido suficiente.

—Me parece que nuestra psi es un poco más dura de lo que aparenta, ?no es así, Sascha?

Sus ojos dorados escrutaron el rostro de Sascha en busca de algo que ella no acertaba a imaginar. Solo sabía que lo que la miraba no era algo del todo civilizado.

—He tenido que serlo para sobrevivir. —Sascha le sostuvo la mirada—. Incluso cuando era ni?a sabía que si descubrían que era diferente me enviarían a rehabilitación… una clase de lobotomía psíquica.

Incluso en esos momentos podía escuchar las pisadas y los susurros amortiguados de los rehabilitados recorriendo los pasillos del sanctasanctórum del Centro. Jamás debería haber oído aquellos sonidos ni visto a las espeluznantes criaturas en que los habían convertido, pero Nikita la había llevado de visita cuando apenas tenía diez a?os. Jamás olvidó las palabras de su madre: ?No se te ocurra ser menos que perfecta, Sascha. Este es el resultado del fracaso?.

Sascha no comprendió por qué Nikita había hecho algo así hasta que fue una adolescente. Tenía que haber sido consciente del defecto de su hija, haber mirado dentro de su mente antes de que ella fuera lo bastante mayor para protegerse.

Aquel severo gesto había funcionado: para el mundo exterior, Sascha jamás había sido sino perfecta. Incluso había convencido a Nikita de que su hija imperfecta se había convertido en una psi hasta la médula. Hasta que había comenzado a desmoronarse.

—No puedo creer que le hagan eso a los suyos —murmuró Mercy asqueada—. ?Cómo puede alguien elegir vivir de ese modo? Yo preferiría la muerte.

Las palabras de Mercy hicieron que se le cerrara la garganta.

—Tengo que pediros un favor.

Vaughn enarcó una ceja. Puede que aquel hombre la hubiera dejado vivir, pero sabía que estaba aplazando su veredicto final.

—Si me encierran cuando pongamos en práctica el plan, si me envían al Centro en lugar de ejecutarme —comenzó—, quiero que me matéis. Yo no seré capaz de hacerlo porque encerrarán mi mente.

Sabía que una camisa de fuerza mental era el paso definitivo que la llevaría a la locura.

—Esa es una decisión que corresponde a Lucas —repuso Mercy con tono férreo, indicio de que pese a su belleza era antes soldado que mujer.

—No quiero que lo haga él. —Ya no. No cuando sabía lo que eso le costaría—. No debería tener que ver cómo muere alguien que le importa. —En los ojos de Vaughn vio que era consciente del pasado de Lucas—. Aunque no sintáis nada por mí, hacedlo por él. Lucas se merece algo mejor que tener que presenciar cómo me convierten en un vegetal.

Vaughn se puso en pie y Sascha pensó que se estaba negando a su súplica. Pero en lugar de abandonar la habitación, rodeó la mesa para colocarse detrás de ella. A continuación, colocó las manos sobre la superficie de madera y se inclinó hasta que sus labios le rozaron el cuello. Sascha se quedó paralizada sintiendo el poder contenido en aquel peligroso cuerpo masculino. El centinela podía partirle el cuello con una sola mano.





19


—Tienes privilegios de piel —dijo contra su pulso, mordisqueándola muy suavemente—. Eres del clan.

Eso era lo último que Sascha había esperado oír.

Mercy asió el pu?o apretado de Sascha.

—Nosotros no dejamos que los miembros del clan mueran sin antes luchar.

Sascha sintió que las lágrimas le escocían en los ojos.

—?No lo entendéis!

Vaughn le acarició el cuello con la nariz y le mordió suavemente la oreja antes de erguirse en toda su altura poniéndole las manos sobre los hombros.

—Entendemos que tú crees que la PsiNet es omnipotente. Es porque así te lo han ense?ado. —Rodeó la silla para apoyarse contra la mesa al lado de ella—. Pero las reglas han cambiado.

—?Qué reglas? —dijo sintiéndose vencida por su negativa a ver la verdad—. Siguen siendo igual de poderosos y letales.

—Pero tú eres diferente a cuanto han visto —apostilló Mercy.

Sascha levantó la vista hacia el rostro de la mujer.

—No soy más que un psi roto.

—?De veras? —Vaughn le acarició la mejilla con el dorso de los dedos.

Sobresaltada una vez más, Sascha no sabía cómo reaccionar. Había visto el modo en que los leopardos se tocaban unos a otros, pero nunca esperó ser la receptora de un afecto tan natural. Mucho menos por parte del centinela más mortífero—. ?O eres algo completamente distinto?

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