La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(81)
—?Sabes cuál fue mi parte favorita? —Sin esperar respuesta, prosiguió—: Cuando me saboreaste. No había tenido un orgasmo tan intenso en toda mi vida. Me sentó como un tiro despertar y ver que estaba solo.
Sascha apenas era capaz de respirar. De pronto hacía mucho calor. Empujó la molesta manta hacia abajo ayudada en todo momento por Lucas. Se percató demasiado tarde de que sus piernas quedaban ahora al descubierto hasta la parte superior de los muslos. Daba igual, solo los sue?os importaban.
—?Cómo es posible que hayas visto mis sue?os? —susurró.
Habían sido su mayor secreto, su tesoro más preciado. En esos sue?os había sido quien podría haber sido de no haber vivido la vida de un psi.
—Tú me invitaste a ellos. —Lucas se incorporó y se colocó a horcajadas sobre sus muslos. Luego se sacó la camiseta por la cabeza y la arrojó al suelo mientras ella observaba con la boca seca—. ?Sabes lo que me gusta?
Sin pararse a pensar, Sascha deslizó las u?as por la tibia dureza de su abdomen, y se quedó paralizada al oírle ronronear.
—No sé cómo lo hice… no fue deliberado.
Nunca habría tenido el coraje de saborearle de haber creído que él era real.
—Eres una psi cardinal.
Al ver que ella dejaba de acariciarle, Lucas se llevó los dedos de ella a la boca y los mordisqueó de forma juguetona a modo de advertencia. Un millar de mariposas revoloteó en el estómago de Sascha. Entonces ella retiró su mano y trató de incorporarse.
—No, gatita. Me gustas así. —Apoyó las palmas de las manos a ambos lados de ella y le olfateó el cuello como si fuera una gran bestia de presa.
Justo lo que era.
Entonces hizo algo completamente inesperado y enloquecedoramente sensual.
Sin previo aviso, movió la cabeza y le mordió suavemente el pezón a través de la camiseta. Sascha arqueó la espalda y apenas pudo contener el grito que pugnaba por salir de su garganta. En lugar de soltarla, Lucas chupó con fuerza haciéndola enloquecer de lujuria.
Cuando al fin la liberó, tenía las rodillas entre los muslos de ella y le estaba separando las piernas lentamente.
—Hueles a mí —gru?ó contra su cuello, lamiéndola rápidamente—. Toda tú hueles a mí.
Sascha gimió.
—?Qu-qué?
Lucas se alzó sobre ella y utilizó los dedos de una mano para pellizcar el pezón que había chupado. Sascha tuvo que contenerse para no alargar la mano y bajarle la cremallera de los vaqueros, sabiendo exactamente cómo sería sentirlo en sus palmas.
Caliente, duro, suave como la seda y perfecto.
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—Esta camiseta es mía.
Liberó su pezón y se incorporó de nuevo a fin de poder deslizar las palmas a lo largo del torso de Sascha y cerrarlas sobre sus pechos.
El cuerpo de la joven palpitaba al ritmo de las pulsaciones entre sus piernas.
—?Por qué me la ha dado Tamsyn?
—Porque de todas formas hueles a mí. —Tras apretarle los pechos una vez más, bajó las manos hasta el dobladillo de la camiseta y se la subió—. Incluso los malditos lobos pueden olerme en ti.
Sascha sabía que debería protestar por el modo en que él actuaba, pero eso era lo que había so?ado, con lo que había fantaseado. La única pregunta era, ?sobreviviría al infierno que ella misma había desatado? Una mano grande y masculina se ahuecó sobre su pubis con tal audacia que los ojos le hicieron chiribitas. Lucas la frotaba con la palma excitándola hasta lo imposible a través del algodón de las braguitas.
—?Dónde está el encaje? —Lucas cesó en sus caricias.
—N-no pares —suplicó con voz ronca y él la recompensó renovando sus sensuales movimientos.
Los ojos de Lucas brillaban en la oscuridad haciéndole parecer increíblemente hermoso e intensamente salvaje a la vez.
—En mis sue?os llevabas braguitas de encaje.
—Los psi no tenemos esa clase de ropa interior.
Se movió contra él ansiando más. Lucas entendió lo que quería y cambió el movimiento de su mano por una fuerte rotación que hizo que a ella se le cerrara la garganta.
Durante los segundos siguientes, Sascha fue completamente insensible a nada que no fuera la delirante avalancha de sensaciones.
La llevó hasta el límite con una apremiante ternura que arrancó un grito de su garganta, a su mente psi ya no le importaba quién había en la casa ni quién pudiera estar escuchando. Dejó que el placer, casi violento, la recorriera hasta que estuvo húmeda, laxa y saciada contra su palma. Cuando abrió los ojos vio que él no había cambiado de posición.
Clavando la mirada en la de Sascha, sacó la mano de entre sus piernas, se la acercó a la boca y se lamió los dedos. Era lo más erótico que ella había visto en su vida.
Su cuerpo se estremecía aún, pero algo más profundo comenzaba a despertar en su interior.
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