La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(83)
Lucas apoyó el peso de su cuerpo en las manos dejándole el camino libre para que aferrase la dura longitud de su erección. Cuando ella lo hizo, empujó contra aquel pu?o, echando la cabeza hacia atrás y logrando con ello que los tendones del cuello se le marcaran nítidamente. Sin ser consciente de cómo sabía qué era lo que debía hacer, Sascha se impulsó hacia arriba hasta que pudo deslizar las piernas entre la uve formada por los muslos de él.
Mientras Lucas la observaba para ver qué hacía a continuación, ella deslizó su cuerpo por la cama hasta quedar justo debajo de la rígida evidencia de su deseo. Enseguida le aferró las caderas para ayudarse a levantar la cabeza y lo acogió en su boca.
El gru?ido que emergió de la garganta de Lucas hizo que todas las terminaciones nerviosas del cuerpo de Sascha se pusieran alerta, pero no por eso se detuvo. Poseía privilegios de piel e iba a aprovecharlos al máximo. Lucas sabía mejor que en sus sue?os, tan intenso y delicioso como el más exquisito de los chocolates, tan exótico como la pantera que era.
Se le estaba cansando el cuello, pero no quería parar. Tiró de sus caderas y bajó la cabeza, pero en lugar de seguirla, Lucas se deslizó lentamente fuera de su boca y la llevó al borde de la locura.
?Lucas, por favor.? Sascha le envió una súplica desesperada con la mente.
—Con la condición de que me dejes hacer lo mismo. —Su voz era ronca, ardiente y exigente—. Nada de echarse atrás.
??Puedes hacer todo lo que quieras!?, consintió sin pensar, tan embriagada por la sobrecarga de placer sensorial que era su esclava.
Lucas ronroneó e hizo lo que ella le pedía, moviendo las caderas lo suficiente para provocarla, para tentarla. Llevada por un deseo tan desesperado que ya no podía funcionar a ningún nivel salvo al físico, succionó con fuerza mientras apretaba las manos sobre los tensos músculos de las nalgas de Lucas. De la garganta masculina brotó un gru?ido cuando Sascha utilizó la lengua para acariciar la base de su erección.
Sabía lo que le gustaba, lo había descubierto en aquellos sue?os que no habían sido tales. Teniendo libertad de acción sobre aquel cuerpo varonil, utilizó todas las habilidades que poseía para volver loco a su amante salvaje.
—Más fuerte, gatita —susurró roncamente Lucas.
Ella accedió a su solicitud clavando las u?as en su carne. Aquella peque?a sensación de placer y dolor entremezclados hizo que sus músculos se tensasen en torno a ella. Con un profundo gemido, Sascha se empleó a fondo, amando, lamiendo, succionando y entregándoselo todo.
Lucas se corrió entre estremecidas oleadas de placer al tiempo que un rugido surgía de su garganta.
Unos quince minutos más tarde, Sascha se dio cuenta de que todavía llevaba puesta la camiseta. Intentó salir de debajo de Lucas, que la tenía completamente inmovilizada contra la cama, pero él se negó a moverse. Había enterrado el rostro contra ella y ahora le lamía la zona donde latía el pulso, saboreando lánguidamente la sal de su piel.
Sascha le mordió en el cuello.
—Lucas.
Un grave ronroneo reverberó contra sus pechos produciéndole una asombrosa sensación que recorrió su cuerpo excitado. Todas sus terminaciones nerviosas temblaban dolorosamente de necesidad.
—Quiero quitarme la camiseta.
Tenía demasiado calor y la prenda le resultaba extremadamente asfixiante.
Incluso las braguitas le resultaban demasiado molestas… deseaba sentir hasta el último centímetro de aquella piel resbaladiza de sudor, cada roce salvaje colmado de sensualidad.
Mientras se bajaba de encima de ella, sus ojos eran dos rendijas que desprendían un tenue brillo verde en la oscuridad; que no se apartaron de ella ni un solo instante.
En cuanto estuvo desnuda, saltó sobre ella y, una vez más, Sascha se encontró a su merced. Esta vez tumbada boca abajo, con su dura longitud sepultada en la hendidura entre sus nalgas.
—Pero tú…
Lucas deslizó las u?as por su costado haciéndola estremecer de la cabeza a los pies.
—No soy humano, Sascha. Se necesita más de un asalto para dejarme incapaz de actuar.
Le mordisqueó la oreja.
—Ah.
—Ahora es mi turno.
Aquellos dientes fuertes le rozaron el hombro y una de sus manos se deslizó bajo el cuerpo femenino para tocar los húmedos rizos entre los muslos.
De sus labios escapó un suave gemido tan colmado de necesidad que sorprendió a la propia Sascha y que a Lucas pareció gustarle. Luego él hundió los dedos para frotarla, amenazando con llevarla a la locura.
?Lucas?, susurró de manera íntima.
—Alza el trasero para mí —le dijo al oído al tiempo que levantaba el cuerpo de encima del de ella.
Sonrojada, pero resistiéndose a perderse nada que él quisiera mostrarle, dobló las rodillas y se impulsó hacia arriba. Lucas movió la mano con que le acariciaba los rizos para colocarla sobre su abdomen mientras con la otra le masajeaba las nalgas. Sascha jamás se había sentido tan expuesta, tan vulnerable, en toda su vida.
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