La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(82)



—?Te sientes mejor? —preguntó.

—Sí. —Sus ojos se posaron en la erección que presionaba contra la cremallera de los vaqueros de Lucas.

—?No vas a hacer nada al respecto?

Si no hubiera tenido aquellos sue?os, si no hubiera descubierto que él daba mucho más placer del que jamás exigía, si no hubiera lidiado ya con sus demandas y apetitos masculinos, podría haberse negado a seguir adelante.

Se mordió el labio inferior y recorrió con un dedo su longitud.

—Deja de torturarme —le ordenó, pero no hizo nada por impedir su exploración.

—En mis sue?os… —susurró aceptando lo que sabía desde el principio. Aquellos sue?os habían sido demasiado vívidos como para tratarse tan solo de un producto de su imaginación. ?Cómo podría haber imaginado al amante salvaje que le había ense?ado el arte del placer si jamás había conocido a nadie como él?—. En mis sue?os me decías que te encantaba mi boca.

—Adoro tu boca —dijo contra sus labios, con las manos apoyadas nuevamente a ambos lados de su cabeza.

Luego la besó con sensual entusiasmo, haciéndole sentir que ella era su fantasía hecha realidad.

Sascha no pudo apartarse del mismo modo que no pudo evitar agarrarse a su cintura y hundir los dedos en su carne. Respondió de forma instintiva cuando él le introdujo la lengua en la boca para entrelazarla con la suya. El cuerpo de Lucas era puro calor y sensación bajo sus manos, el cuerpo de un hombre que nunca rechazaría el contacto físico.

—Privilegios de piel —dijo Sascha cuando él dejó que recobrara el aliento.

—Hemos ido mucho más allá de eso, cielo.

Una sonrisa traviesa se dibujaba en los labios de Lucas cuando se enderezó de nuevo para arrodillarse entre sus muslos separados. Consciente de lo que él quería, de lo que necesitaba, Sascha acercó las manos hasta el botón de sus vaqueros y lo desabrochó.

Lucas dejó escapar el aliento con los dientes apretados, y sus ojos parecieron centellear con mayor intensidad. Un gru?ido surgió en el fondo de su garganta cuando ella tiró de la cremallera hacia abajo.

—Con cuidado.

—Siempre. —Con la cremallera ya bajada, pudo ver su erección pujando contra la tela blanca de los calzoncillos—. Tienes que dejar que me levante.

Lucas lo pensó durante un momento mientras sus dedos jugueteaban con el húmedo pezón por encima del suave tejido de algodón.

—No quiero hacerlo.

A Sascha se le encogía el estómago cada vez que él pellizcaba el capullo que había sensibilizado en grado sumo.

—?Cómo voy a… tomarte en mi boca si no lo haces? —En la semioscuridad, aquella pregunta era una erótica invitación que nunca se habría creído capaz de hacer.

Lucas se apartó con tal celeridad que ella apenas captó el movimiento. Verle de pie junto a la cama despojándose del resto de su ropa era un placer en sí mismo. No había necesidad de luz, no cuando, para sus sentidos psi, la piel de Lucas parecía resplandecer con un leve halo de energía salvaje. Le asombraba aquella mezcla de peligro y belleza.

Cuando se incorporó, él movió la cabeza como un rayo para taladrarla con la mirada.

—No quiero que te muevas. —Alfa hasta la médula, su orden denotaba una seguridad colmada de arrogancia.

—Pero quiero moverme. —Dejar que él se saliera con la suya ahora equivaldría al desastre después.

Lucas saltó sobre ella con asombrosa velocidad y Sascha se encontró tumbada de espaldas con aquel cuerpo apretado sobre el suyo. Antes de que pudiera recobrar el aliento, él le había agarrado las mu?ecas y luego se las había sujetado por encima de la cabeza.

—Ahora eres toda mía. —El comentario llevaba impreso el placer de un gato que ha acorralado a su presa.

Pero esta presa tenía garras. Sascha abrió la mente y asió con dedos inmateriales la erección que se apostaba contra su entrada. Lucas arqueó el cuerpo al tiempo que un grito se desgarraba de su interior.

—?Qué estás haciendo, gatita?

—Jugar —repuso haciendo suya la expresión que él siempre utilizaba. Le sentía en todas partes, dentro y fuera, y deseaba saborearle con dolorosa desesperación—. Deja que lo haga.

Lucas descendió y le lamió el pezón por encima de la camiseta, un gesto sumamente felino que le hizo exhalar un gemido.

—No tengo ganas de jugar.

—?No quieres que…? —Utilizó sus manos mentales para apretarle fuertemente, para mostrarle lo que podía tener.

él la mordió en el cuello con la fuerza necesaria para marcarla sin hacerle da?o.

—Deja de hacer eso.

—?Por qué?

En aquel momento no se le ocurrió pensar que conectar con Lucas no debería haberle resultado tan sencillo, que él era un cambiante y ella una psi y que ningún psi había sido jamás capaz de entrar en la mente de un cambiante con tanta facilidad. Lo único que sabía era que se estaba consumiendo por él.

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