La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(80)
Sus ojos se enfrentaron a los de Sascha.
—Con solo dieciocho a?os, todavía un menor según nuestro criterio, salió una noche con un grupo de centinelas y algunos otros. Los centinelas le habían jurado lealtad el día en que se enteraron de que, pese a la tortura, no le habían quebrado.
Sascha no podía ni imaginar la fuerza de voluntad que debió exigirle a Lucas hacer honor a su lealtad para con el clan. Pero lo había hecho.
—Fueron a cazar a todos los machos adultos de los ShadowWalker. —La voz normalmente dulce de Tamsyn estaba te?ida de furia asesina—. Cuando terminaron, los ShadowWalker habían dejado de existir y los DarkRiver eran un clan al que nadie osaría amenazar.
Sascha no se sentía repelida por la violencia. Era mucho más aceptable que la hipocresía de los psi, que dejaban a asesinos en libertad mientras abogaban por su imagen pacífica. Al menos los cambiantes eran honestos. Al menos ellos amaban lo suficiente como para ansiar venganza. Lo único que ansiaban los psi era poder.
—Cinco a?os después —prosiguió Tamsyn arrancando a Sascha de sus aciagos pensamientos—, Lachlan, nuestro alfa gobernante, abdicó en favor de Lucas. Los centinelas realizaron un juramento de sangre sin dudar. —Sacudió la cabeza—. Solo tenía veintitrés a?os. La mayoría de los leopardos casi ni han alcanzado la madurez a esa edad, pero Lucas ya era más fuerte que cualquiera de los demás machos.
—Fue forjado a fuego.
Sascha pensó en el sufrimiento que había modelado a Lucas y lloró por el muchacho que nunca tuvo la oportunidad de ser un joven. ?Cómo debió de ser crecer a la sombra de la sangrienta muerte de sus padres?
—?Lo comprendes? —Tamsyn miró a Sascha a los ojos.
—Sí. —Las lágrimas se derramaban en el fondo de su corazón, pues todavía no sabía llorar abiertamente.
La sanadora no estaba convencida.
—Los ShadowWalker le mantuvieron atado. Hicieron que viera cómo su padre era torturado antes de torturarle a él. Las cosas que le hicieron… No le pidas que sea tu enlace.
?No le pidas que te vea morir mientras se encuentra impotente.?
—Se ofrecerá voluntario. —Sascha sabía la clase de hombre que era Lucas, la clase de líder que era.
—Pues impídeselo. Dile que él no es el idóneo. Yo ocuparé su lugar.
Un pesar descarnado oscureció los ojos de Tamsyn.
Sascha asintió, pero ambas sabían que apartar a Lucas del camino que había elegido era una misión prácticamente imposible.
A pesar del agotamiento mental, Sascha yacía despierta en la cama cuando sintió cerca su presencia. Al cabo de un minuto, él abrió la puerta del dormitorio y la cerró después de entrar, actuando como si la habitación fuera su territorio.
Sascha sabía que dejar que se saliera con la suya solo serviría para reforzar sus tendencias de por sí autocráticas, pero también sabía que las posibilidades de sobrevivir a su inminente crisis mental, con o sin trampa, eran casi nulas. O moría o los mercenarios del Consejo la perseguirían y atraparían después de que sus escudos fallasen.
El tiempo se le escapaba de entre sus desesperados dedos… Esa noche no quería fingir que no sentía adoración por él. Lucas era, sencillamente, todo cuanto había so?ado y nunca se había atrevido a tocar.
Lucas se movió con masculino sigilo en la penumbra, metiéndose en su cama y tumbándose sobre las mantas en tanto que ella permanecía debajo, apenas vestida con una vieja camiseta que Tamsyn había buscado. La sanadora se la había dado a Sascha con un extra?o comentario: ?Ningún otro olor le aplacará?.
Lucas le puso el brazo encima.
—Quiero estar desnudo contigo bajo esas sábanas.
Sascha sintió que se ruborizaba y se regodeó porque al fin era capaz de ser ella misma. La muerte la esperaba. Bien podía disfrutar de la vida que le quedaba.
—?Es así como sueles cortejar a tus posibles amantes? —bromeó; aquello parecía lo correcto, como si le hubiera amado desde siempre.
Lucas le acarició el cuello con la nariz desplazando la mano por encima de la sábana para asir la de ella, que yacía junto a su cabeza.
—Solo a la mujer que ya conoce mi cuerpo por dentro y por fuera, que conoce mi deseo y todos y cada uno de los puntos que me dan placer. Solo a ti.
El corazón de Sascha amenazaba con dejar de latir.
—?De qué estás hablando?
—Me has amado en mis sue?os, gatita. ?Y en la realidad? —Levantó la cabeza y aquellos ojos felinos centellearon de forma inquietante.
Por un instante se sintió completamente fascinada.
—Tus ojos… ?siempre hacen eso en la oscuridad?
—No. —Se inclinó y le mordisqueó el labio inferior, sobresaltándola… dándole placer—. Lo que sucede es que no deseo perderme ni un solo centímetro de tu cuerpo.
Tiró de la manta, pero Sascha la subió de nuevo.
—No soy responsable de tus sue?os.
Lucas habló contra sus labios:
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