La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(87)
Sascha tenía una respuesta en la punta de la lengua cuando, de pronto, frunció el ce?o y recordó los archivos secretos de su familia que había cogido pero nunca examinado.
—Tengo que pensar —dijo entre dientes al tiempo que se retraía dentro de su mente.
Ninguno de los centinelas dijo una sola palabra, sino que se limitaron a asegurar su protección mientras ella se quedaba allí sentada hojeando las páginas y más páginas de datos mentales. En algún momento, Tamsyn entró en la cocina y se puso a hornear galletas.
Con una peque?a parte de su mente, Sascha sintió la pena que embargaba a la sanadora por haber tenido que enviar a Julian y Roman lejos. Lucas le había contado la verdad sobre su ausencia la noche anterior, demostrando más confianza en ella de la que la propia Sascha tenía. Tamsyn no podía ni quería irse con sus hijos; era la sanadora, y si se derramaba sangre, la necesitarían.
Sin casi pensar en ello, Sascha tomó la mayor parte de la tristeza de Tamsyn y la acogió en su interior. Como siempre, las emociones de los demás se asentaron como rocas contra su corazón, pero sabía que podía con ello. Ignoraba cómo, pero tenía el poder de neutralizar aquellos sentimientos negativos.
No sabía cuánto tiempo había estado allí sentada cuando salió del trance sobresaltada al sentir que le daban un beso en la nuca. Solo había un hombre que tenía el poder de afectarla hasta ese punto. Parpadeó y se volvió para encontrarse con Lucas detrás de ella. Hizo que se levantara con una expresión severa.
—?Qué estabas haciendo? —La furia candente de Lucas era visible en sus ojos.
—Examinando algo de información que sustraje cuando me colé ilegalmente en la red.
?Por qué estaba furioso?
—Te dije que no te movieras. —Las marcas de Lucas se marcaban nítidamente.
—Y estoy aquí. —Su propio enfado fue en aumento—. ?Qué problema tienes?
Su respuesta fue un gru?ido grave que hizo que se le pusiera de punta el vello de todo el cuerpo.
De pronto fue consciente de que no estaban solos. A Vaughn, Mercy y Tamsyn se habían unido Dorian y Clay. Silenciosos como eran los depredadores, los centinelas y la sanadora continuaron con lo que estaban haciendo, pero Sascha sabía que estaban escuchando.
—Lucas —dijo con intención de pedirle que siguieran la discusión en un lugar privado.
—Te dije expresamente que te mantuvieras lejos de la PsiNet. —Cada una de aquellas serenas palabras estaba envuelta en un manto de furia.
—?No he entrado! No soy tan descerebrada. —Ya se había hartado—. ?Esperabas que me quedara aquí… cocinando galletas en tu ausencia? —Una punzada de diversión procedente de alguna parte de la estancia hizo que se diera la vuelta y dijera—: No pretendía ofender, Tamsyn.
—Lo sé, cielo. No eres la clase de mujer que prepara galletas. —La sanadora puso algunas pastas de chocolate en una bandeja.
—Se suponía que debías descansar la mente. Y no me vengas con que fuera lo que fuese que estuvieras haciendo no estabas consumiendo la energía mental que no tienes.
Lucas le asió de la nuca y la acercó a él. Sabía medir bien su fuerza, pero aquel gesto de dominación no le pasó desapercibido a Sascha.
—Basta. —Puede que fuera el alfa, pero ella era un cardinal.
él no se tomó la molestia de responderle, sino que se puso a hablar con los centinelas.
—?Por qué co?o habéis dejado que desobedezca mis órdenes?
Sascha le propinó una patada en la espinilla a Lucas, pero él ni se inmutó.
—Pagaréis por ello —les advirtió con voz sedosa.
Y aquello fue lo que le hizo explotar. Tal vez hubiera sido un fracaso como cardinal, pero contaba con alguna que otra especialidad que la mayoría de la gente desconocía. Abrió la mente y empujó con tal fuerza a Lucas Hunter, que antes siquiera de que pudiera pesta?ear se encontró a unos sesenta centímetros de distancia de ella.
Todos los presentes se quedaron petrificados.
Sascha se dio cuenta de que acababa de atacar al alfa de los DarkRiver. ?Qué lástima! Lucas había estado comportándose como un auténtico neandertal.
Enfrentándose a su mirada, que se había vuelto más felina que humana, plantó las manos en las caderas e intentó fingir que el esfuerzo psíquico no la había dejado agotada.
—?Todavía quieres jugar? —Era una provocación que jamás se le habría ocurrido hacer antes de empezar a pasar tanto tiempo con los cambiantes.
—Ah, sí, gatita, quiero jugar. —Lucas se acercó a la velocidad del rayo con una mezcla de regocijo y desafío.
Sascha estaba preparada. Utilizó la fuerza que le quedaba para saltar de espaldas sobre la mesa casi como si fuera un gato. Su mente psi había visto el modo en que se movían los leopardos y ahora imitaba aquellos movimientos de extrema belleza y gracilidad. Lucas abrió los ojos sorprendido cuando la vio subida en medio de la mesa.
—Has estado guardando secretos.
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