La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(55)



—Más del que tenemos la mayoría de los psi. Dudo que lo hiciera así.

—?Por qué?

—Los telequinésicos poderosos pueden transportarse fácilmente, pero llevar a otra persona consigo es difícil, sobre todo si no te da acceso a su mente para facilitar la transición psíquica.

Sascha había aprendido todo aquello durante la escuela elemental, cuando las clases eran mixtas y había alumnos psi con habilidades diversas mezclados en aulas.

Antes de que los otros cardinales se hubieran marchado para especializarse y ella se hubiera quedado sola para perfeccionar sus patéticas habilidades, como algo vergonzoso de lo que nadie quería saber nada.

—?Podría haber entrado en su mente por la fuerza?

Lucas estiró las piernas y enganchó los brazos detrás del reposacabezas. Aquel movimiento perezoso hizo que Sascha deseara alargar la manos para acariciarle… tal y como había hecho en aquellos sue?os prohibidos.

Sascha sacudió la cabeza mientras apretaba con fuerza el volante.

—Es una cambiante. Eso multiplica inmediatamente la dificultad, y penetrar en una mente por la fuerza es de por sí una de las empresas más complicadas incluso para un cardinal. Si no te importa matar a la víctima, puede hacerse con una ingente descarga de energía, pero él la quería viva.

Para poder torturarla.

Sascha inspiró profundamente y se obligó a continuar:

—Además, hacer eso y teletransportarla habría requerido energía suficiente como para postrarle en la cama durante días. No conozco a ningún psi tan fuerte en esa situación.

Un psi agotado es algo que tiende a suscitar rumores en la red. —Dio unos golpecitos en el volante—. Podría haberlo planeado detenidamente y tener un vehículo cerca. Un montón de asesinos en serie humanos actúan de ese modo.

—Eso es lo que piensan los SnowDancer. Han encontrado testigos que vieron un vehículo grande con las matrículas cubiertas de barro. —Bajó el cristal de la ventanilla cuando entraron en una parte más arbolada de la ciudad—. La policía no lo sabe.

Exceptuando a los detectives que trabajan en secreto, esta vez nadie se molesta siquiera en fingir que están llevando a cabo una investigación.

El engreimiento de quienquiera que estuviera controlando a la policía echó por tierra las esperanzas de Sascha de que su gente fuera inocente.

—?Pudisteis identificar al propietario del vehículo?

—No.

—?Qué llevaba puesto la joven cuando la raptaron?

La expresión torva de Lucas se traslució en su voz.

—?Para qué necesitas saberlo?

—La PsiNet está llena de información. Cualquier cosa que me ayude a reducir la búsqueda podría ser de utilidad.

No había forma de explicar lo que era la red a aquellos que no la habían experimentado. Era una masa de datos y el único factor de control era la influencia de la MentalNet, que intentaba imponer orden en el caos. Un ente que había evolucionado hasta desarrollar una conciencia propia, no estaba viva, pero pensaba de un modo para el cual se precisaría más que simple maquinaria.

—Vaqueros, camisa blanca y zapatillas negras.

Sascha le echó una mirada.

—No esperaba que tuvieras esa información tan a mano.

—Ya se ha enviado una alerta a todos los clanes cambiantes de la región, amigos o no, avisándoles de la proximidad del asesino y pidiéndoles ayuda. Esta es la foto de Brenna.

Sacó la copia del bolsillo de su chaqueta, aunque esperó para dársela hasta que ella se detuvo en un semáforo.

Sascha la tomó con una sensación de inexplicable pavor. En la fotografía, la joven estaba riendo, la diversión chispeaba en los ojos casta?os y tenía la cabeza inclinada hacia atrás. La luz del sol hacía destellar los mechones dorados de su lacia melena y resaltaba las curvas de su cuerpo. No era excesivamente alta, quizá un metro sesenta y cinco, pero rebosaba tanta vida que parecía empeque?ecer a los dos hombres que salían con ella en la instantánea.

—Los hombres son sus hermanos mayores: Riley y Andrew —le informó Lucas cuando ella le devolvió la foto—. Según el alfa de los SnowDancer, están que se suben por las paredes.

El semáforo cambió mientras intentaba no sucumbir a la desesperación que había sentido al tocar aquella fotografía. Parecía que Brenna hubiera intentado comunicarse y la hubiera empujado al infierno que estaba soportando. ?Brenna.? Un nombre, un rostro, un ser con sensibilidad.

—él quiere robarle la vida —susurró.

—Después de torturarla.

—No, no era eso lo que quería decir.

Dobló hacia el sendero arbolado que finalmente llevaba a casa de Tamsyn.

—?Qué entonces?

—Es una mujer vibrante, rebosante de alegría y vida. Quiere arrebatárselo, lo quiere para él.

Se hizo el silencio en el coche.

—Ignoro cómo lo sé. Simplemente lo sé. —Se detuvo delante de la amplia casa que había visitado en una ocasión anterior—. Debe de impulsarle una rabia sumamente venenosa.

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