La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(52)



?Espérame afuera.?

La imagen de Lucas ordenándole que se marchara cuando Dorian se había venido abajo se fundió con pensamientos de él en la cama con una mujer llamada Rina.

En ningún momento la había tratado como si no fuera una extra?a, pensó olvidándose deliberadamente de aquella visita a casa de Tamsyn porque no encajaba; y necesitaba que algo fuera bien, que algo tuviera sentido.

Necesitaba ser parte de algo.

En cuanto se rebelara contra los psi, no solo le estaría diciendo adiós a su vida, sino también a cualquier esperanza que tuviera de encajar en alguna parte. Y aun cuando lograra sobrevivir a la cólera del Consejo, ?quién iba a acoger a una psi renegada? Los DarkRiver no. Todavía recordaba el odio que había atisbado en los ojos de Dorian cuando les había acusado de ser una raza de psicópatas.

Lucas había apoyado a Dorian en tanto que a ella la echaba; la habían dejado sola, una extra?a una vez más. Los leopardos se había unido por el bien del clan, pero ?quién la había apoyado a ella cuando se encontraba inconsciente en el suelo de su apartamento? Nadie.

Porque no era más que una herramienta.

Lucas no había ocultado su naturaleza en ningún momento. Desde el principio había sabido que él aprovecharía cualquier ventaja de la que dispusiera para salirse con la suya… incluso si eso suponía tener que hacer algo tan desagradable como besar a uno de los apestosos psi. La estaba utilizando para recabar información, y en cuanto se la diera, no querría saber más de ella.

Un dolor agudo le perforó el estómago, pero se mantuvo firme y se obligó a enfrentarse a la verdad. Tal y como siempre había temido, los cambiantes la habían elegido por su naturaleza imperfecta y se estaban aprovechando de ella para conseguir lo que deseaban.

Lucas estaba utilizando su imperfección y la estaba utilizando a ella.

—Estúpida —susurró enjugándose las lágrimas—. Soy una auténtica estúpida.

?Cómo era posible que el resto de su raza le repeliera y ella no? Porque era imposible. únicamente su patética necesidad de ser aceptada, de ser valorada, la había llevado a creer algo tan inverosímil. Había sido culpable de participar en su propio enga?o.

Era hora de impedir que ese hombre continuara cegándola con emociones y trémulos retazos de falsa esperanza y comenzar a pensar como un psi. Quizá no fuera demasiado tarde para salvar su puesto, al menos en el seno de la familia. Lo primero que tenía que hacer era asegurarse de contarle a Nikita todo lo que había averiguado; tal vez nunca llegara a ser un cardinal perfecto, pero podía ser una hija perfecta. Era su oportunidad de ganarse un sitio, de ser algo más que un error.

La humillación y el dolor se conjuraron para crear una peligrosa mezcla. Quería hacer que Lucas pagase, deseaba herirle como él la había herido a ella, destruir sus sue?os como él había destruido los suyos. él le había ense?ado mucho sobre su gente, pero no debería haberlo hecho, pues, a fin de cuentas, ella era una psi.

Y él era el enemigo.





12


Lucas supo que algo no iba bien en cuanto Sascha llegó al emplazamiento donde su equipo y él estaban tomando las medidas iniciales. Habían tenido que cerciorarse de que todo parecía normal a primera vista, no había necesidad de poner a los psi sobre aviso innecesariamente. Se encontraba allí a fin de fomentar esa impresión cuando en realidad preferiría estar persiguiendo a un asesino despiadado.

Observó mientras Sascha aparcaba el coche a cierta distancia de los demás y se encaminaba hasta el extremo oriental de la obra, lejos de donde estaban trabajando.

Lucas, que estaba en cuclillas, se levantó y le entregó el bloc de notas a la mujer que tenía al lado.

—Protege el fuerte, Zara.

—?Qué harías tú sin mí? —La gata montés le gui?ó el ojo.

Sonriendo a pesar de la tensión en el estómago que pronosticaba problemas, se fue hacia Sascha. Fue todo un shock encontrarse frente a frente con ella y darse cuenta de que no quedaba ni rastro de la mujer que había dejado que él la besara. Se puso tenso, todo su ser se negaba a aceptarlo. No a ella, sino a la máscara que se había puesto una vez más.

Sascha se estaba escondiendo y eso era inaceptable para ambos aspectos de su naturaleza.

No había nada que deseara más que obligarla a despojarse de ella… aunque no comprendía por qué eso le enfurecía tanto.

—?Cuánto tiempo falta para que comiencen las obras? —preguntó antes de que él pudiera decir nada.

—Los planos estarán terminados dentro de un mes. Una vez que los apruebes, iniciamos las obras.

—Por favor, mantenme informada. —En sus ojos había una oscuridad que hizo saltar todas sus alarmas.

La pantera se enfureció.

—?Qué has hecho? —preguntó de forma categórica.

—Soy psi, Lucas.

—Maldita sea. —La agarró del brazo y ella se quedó paralizada—. ?Qué co?o has hecho?

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