La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(48)



Permanecieron en silencio hasta que Sascha dejó el vaso y se volvió hacia él.

—Háblame de los asesinatos.

Un escalofrío enfrió el calor de su cuerpo. Dejando la taza vacía, apoyó la cabeza contra el respaldo.

—Hemos encontrado siete víctimas confirmadas en los últimos tres a?os. Kylie fue la número ocho. Y Brenna, la joven de SnowDancer desaparecida, será la novena si no la encontramos a tiempo.

—?Tantas? —susurró.

—Sí. Pero el instinto me dice que no hemos identificado a todas sus víctimas pasadas; es demasiado hábil.

—?Estás seguro de que se trata de un hombre?

Lucas apretó los pu?os con tanta fuerza que le dolieron las manos.

—Sí.

—?Por qué no habéis hecho algo más para localizarle?

—Kylie fue asesinada hace seis meses. Por entonces no sabíamos que era un asesino en serie y, dadas las pruebas evidentes de la implicación de un psi, creímos que la policía cerraría el caso rápidamente. No les creamos problemas jurisdiccionales; queríamos sangre, pero no una guerra con los psi.

?Estábamos dispuestos a conformarnos con un juicio público. —Eso casi les había destrozado el corazón, pero lo habían hecho por el bien de los jóvenes. La cólera de Dorian no era tanta como para haber olvidado el juramento que había hecho con su sola llegada al mundo: proteger a los débiles—. Comprendíamos que un monstruo no define a toda una raza. A veces, incluso los cambiantes engendran asesinos en serie. —Aunque, de las tres razas, era la que tenía un índice menor.

?Todos creyeron que el Consejo emprendería una cacería en la PsiNet y entregaría al culpable. Con vuestras habilidades psíquicas, no habría duda de su culpabilidad. Hasta entonces el Consejo había hecho algunas cosas cuestionables, pero nadie pensaba que protegería a un asesino.

El cuerpo de Sascha pareció encogerse aún más, como si tratara de abrazarse.

—?Qué habéis averiguado sobre él desde que comenzasteis la investigación?

—Que tiene un amplio radio de caza. De los asesinatos que hemos descubierto, los dos primeros tuvieron lugar en Nevada, el tercero en Oregón, y los cuatro restantes en Arizona. El último fue el de la hermana de Dorian.

Jamás olvidaría el olor a cobre de la sangre inocente, las oscuras salpicaduras de las paredes, el hedor metálico del psi.

—?Abandona los cuerpos para que sean hallados?

Lucas se irguió, cruzando los brazos sobre las rodillas dobladas y sujetándose fuertemente una de las mu?ecas con la otra mano.

—El muy bastardo se las lleva, las tortura y luego las abandona en algún lugar que debería haber sido seguro.

—No lo entiendo. —La voz de Sascha sonaba cercana, como si se hubiera inclinado hacia delante al mismo tiempo que lo había hecho él.

Cuando volvió la cabeza se encontró de frente con aquellos negros ojos estrellados.

—Asesta el golpe mortal en un lugar conocido para la mujer. A Kylie la degolló en su apartamento.

La oscuridad envolvió los ojos de Sascha, destruyendo las estrellas y casi logrando que la sorpresa aplacase su furia. Había escuchado que los ojos de los psi hacían eso cuando estaban utilizando ingentes cantidades de poder, pero nunca lo había presenciado.

Era igual que observar las alas de la noche acabando con el sol. Lo extra?o era que el vello de la nuca no se le había erizado. Si Sascha no estaba utilizando sus poderes, ?por qué sus ojos se habían vuelto dos pozos negros?

—Está muy seguro de sí mismo —dijo haciéndole pasar de la fascinación a la cólera.

—De las otras siete mujeres —prosiguió—, una fue asesinada en su casa, otra en su lugar de trabajo y una tercera en la cripta de su familia. —La ira por cada una de aquellas muertes sin sentido le invadió—. Las cuatro restantes siguen el mismo patrón.

Sascha se rodeó las rodillas con los brazos. La pantera se percató de que había adoptado la misma posición y tomó nota.

—?Por qué los demás clanes cambiantes no hicieron nada?

—Por varias razones, la principal era que esto estaba tan oculto que nadie sabía que se trataba de un asesino en serie hasta que empezamos a escarbar.

—?Y las otras razones?

—Una combinación de la elección de las víctimas y la complicidad de la policía.

La primera mujer no era miembro de un clan determinado; sus padres acudieron a las autoridades, pero no consiguieron nada. —él sabía bien por qué—. Las dos siguientes pertenecían a grupos muy débiles. Ninguno era dominante en su zona y simplemente carecían de la fuerza física y estratégica para presionar y obtener respuestas cuando les cerraron la puerta en las narices.

?La muerte de la cuarta se la achacaron a un renegado y, puesto que ya estaba sentenciado a muerte por su clan, el caso quedaba fuera de la jurisdicción de la policía y fue cerrado. La quinta y séptima víctimas eran dos solitarias, no había nadie que buscase justicia por ellas. La sexta fue asesinada al mismo tiempo que un asesino en serie humano asolaba la región, y ni siquiera su clan estaba seguro de que no hubiera sido una de sus víctimas. Pero cuando lo comparas con los demás asesinatos del psi, no hay duda de que se trata del mismo depredador.

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