La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(47)



Arrojar un cubo de fría realidad sobre sus fantasías había resultado mucho más efectivo para contener su anhelo que cualquier truco típico de los psi. Regresó a la cocina cuando lo oyó entrar en el dormitorio, pues otro juego de sombras podría echar todo por tierra.

El café estaba hecho.

—?Qué te apetece comer? —preguntó Sascha sin alzar la voz, sabedora del magnífico oído de Lucas—. Puedo prepararlo.

—Gracias. ?Por qué no calentamos la pizza que Rina se dejó anoche? Está en la nevera.

Sascha apretó los dientes. ?Rina? ?Le habían presentado a esa leopardo? ?Qué importaba si así fuera? ?Y qué si la mujer había estado en casa de Lucas? Una vez encontró la nevera, hábilmente camuflada, tomó varias porciones de pizza y las puso en un recipiente especial antes de meterlas en el horno.

Pensar en Lucas con otra mujer le confirió otro gélido manto de control. Hasta el punto de que cuando el aroma a limpio de Lucas llegó hasta la cocina, ella se había recluido nuevamente en la prisión de su mente, tras los muros que había aprendido a erigir antes siquiera de aprender a caminar.

—Te esperaré en el salón —le dijo cuando se volvió y lo encontró frente a ella.

él la dejó pasar.

—Gracias.

Contempló a Sascha alejarse con los ojos entrecerrados. Algo había cambiado. Su cuerpo estaba rígido y, de no haber sido una psi, habría jurado que estaba enfadada.

Pero su raza era conocida por adoptar una postura erguida en un esfuerzo por convertirse en robot. El horno se apagó y se dispuso a colocar la pizza en una fuente grande.

Rina había llevado demasiada. Incluso con otros dos soldados más presentes para dar buena cuenta de ella, les había sobrado casi una pizza entera. Los tres habían ido para hablarle sobre la seguridad de una de las casas francas, pero Rina se había quedado después para discutir con Dorian. La muchacha aún era joven, y ver al centinela a punto de perder el control la había conmocionado.

Lucas cogió la fuente y solo entonces se percató de que el café estaba listo. Sascha no dejaba de sorprenderlo. Luego se encaminó con la pizza al salón y la dejó en una mesita baja situada en un rincón, antes de arrimarla al sofá contra el que ella se había acurrucado.

Los cojines habían sido dise?ados por Tara, una miembro del clan. Como el fin era acomodar tanto el cuerpo de leopardo como el humano, no había manera de sentarse erguido en ellos.

Lucas sonrió complacido al ver la lánguida postura relajada de las extremidades de la joven.

—Coge un trozo. Iré a por el café.

—Yo no quiero.

—?Por qué?

—No… lo necesito.

—?Agua mejor?

—Gracias.

Mientras se servía café recordó aquella ligera indecisión. ?Había estado ella a punto de decir que no le gustaba el sabor del café o solo intentaba convencerse a sí mismo de cosas que no existían a fin de justificar una atracción tan inapropiada?

Era un alfa y estaba acostumbrado a anteponer el bien del clan por encima de todo lo demás. El deseo que sentía por Sascha era una amenaza a esa lealtad, una tentación que podría llevarle a dormir con el peor de los enemigos. Pero alejarse no era una opción; nunca había sido de los que se rendían y estaba decidido a descubrir lo que se escondía debajo de aquella fría fachada psi.

La vida de todos ellos podría depender de eso.

Sascha estaba sentada en la misma posición cuando regresó de la cocina. Después de dejar el vaso de agua y la taza de café al lado de la pizza, tomó una porción y se dejó caer deliberadamente en el mismo sofá que ella había elegido, acomodando su cuerpo contra el cojín a escasos centímetros del de ella.

—Prueba. —Acercó la pizza a su boca.

Ella dudó y luego tomó un peque?o bocado.

—?De qué clase es?

Lucas se encogió de hombros.

—Mexicana, creo. —Tomó un buen bocado mientras veía a Sascha analizar las distintas texturas. ?O lo estaba saboreando? Se la acercó de nuevo a la boca—. Muerde.

Aquellos inquietantes ojos parecieron centellear.

—No soy uno de los miembros de tu clan para que me des órdenes.

Menudo carácter, pensó. La pantera estaba intrigada por aquel atisbo de temperamento.

—Por favor.

Después de dudar brevemente, se inclinó y mordió. Esa vez el trozo fue mayor, confirmando de ese modo todo lo que creía sobre ella. Tras devorar el resto de la porción, tomó otra. Sascha consumió un buen tercio de la misma.

—?Quieres más?

—No, gracias. —Y cogió su vaso de agua—. ?Quieres que te acerque el café?

—Sí, gracias. —La taza estaba caliente en sus manos, pero era el calor de Sascha el que podía sentir con mayor intensidad. Su cuerpo estaba vivo, su cuerpo sentía. La cuestión decisiva era si su mente era lo bastante fuerte como para dominar su instinto animal.

Nalini Singh's Books