La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(49)



—Luego mató a Kylie.

—Ella fue su primer error. —Lucas sentía que las garras pugnaban contra la piel de sus manos—. En cuanto descubrimos el patrón y desenterramos a las otras mujeres olvidadas, iniciamos la caza. También dimos la voz de alarma a todos los clanes cambiantes que pudimos.

Sascha guardó silencio.

Sin saber bien qué era lo que le impulsaba, Lucas giró el cuerpo hasta quedar de frente a Sascha, colocando una pierna flexionada detrás de ella, contra el respaldo, y apoyando la otra rodilla en el suelo antes de cogerle la trenza para juguetear con el extremo.

Necesitaba el contacto. Contrariamente a lo que Sascha creía, no le servía el contacto de cualquiera. Por norma general, solamente los miembros de su clan eran capaces de darle la paz que ansiaba. Por norma general…

—No somos débiles —comenzó mientras le quitaba la goma que sujetaba la trenza.

Sascha parpadeó y su cuerpo se tensó.

—No, no lo sois. —Fue cuanto dijo.

?Estaba tratando de ser amable con él? Lucas miró aquellos ojos infinitos y deseó poder leerle la mente.

—Y no vamos a dejar de buscar porque los psi así lo quieran. Salvaremos a Brenna y ejecutaremos al asesino. Si acaban con los DarkRiver, los SnowDancer continuarán con la lucha. Cuando ellos caigan… vendrán otros.

El mundo estaba cambiando y, tarde o temprano, los psi iban a encontrarse cara a cara con su peor pesadilla: que su raza de seres sin sentimientos quedaba relegada a no ser más que una mera nota al pie en la historia del hombre.

—?Cómo puedes estar completamente seguro de que es un psi? —preguntó—. No voy a traicionar a mi raza basándome en una sospecha.

Elásticos y sedosos rizos empezaron a desbordar sus manos cuando la trenza comenzó a deshacerse por sí sola. La pantera estaba encantada con la textura y la vida que colmaba sus dedos. Pero no bastaba para hacerle olvidar la sangre derramada y todas aquellas muertes.

—Estaba con Dorian cuando tuvo la sensación de que algo iba mal. Debimos de llegar al apartamento de Kylie pisándole los talones al asesino.

Lo que había visto allí había bastado para hacerle creer en el mal como en un ente vivo. Si Sascha quería pruebas, él las tenía: setenta y nueve pedazos exactos, todos cubiertos de sangre y terror.

Aquellos enigmáticos ojos le miraron con lo que quería creer que era compasión.

—Por eso Dorian está tan dolido. Porque piensa que si hubiera sido un poco más rápido…

Lucas asintió, sin sorprenderse ya por la comprensión que Sascha demostraba tener de las emociones que impulsaban a las personas.

—Cuando llegamos, el cuerpo de Kylie aún estaba caliente, pero ella había muerto y el asesino se había marchado. Sin embargo dejó tras de sí un olor que es inconfundible para nosotros.

También había dejado tras de sí una débil vibración psíquica en el ambiente, algo que solo Lucas había percibido. Sabía que esa habilidad era fruto del mismo sentido que le advertía de cuándo se estaba utilizando poder psi. No era algo que estuviera listo para compartir con su psi, y aunque estaba casi seguro de que ella se parecía más a él que a aquellos a los que llamaba su gente… ?casi? no bastaba para un alfa.

—?Son esas todas las pruebas que tienes?

Lucas dejó de jugar con sus rizos.

—La cortó. De forma precisa, limpia y sin errores. Sin vacilar. Ningún corte era más profundo o superficial que los demás. Ninguno más corto o más largo. La cortó exactamente setenta y nueve veces.

—?Setenta y nueve?

—Igual que en los últimos cuatro asesinatos.

Los psi habían sido incapaces de echar tierra sobre ese hecho porque, aunque la médico forense de Arizona era humana, una de sus primas mayores estaba casada con un cambiante. Era una gran familia muy unida, algo que los psi no habían tenido en cuenta, ciegos como estaban por su incapacidad para comprender los vínculos de la sangre. La doctora Cecily Montford se había quedado tan trastornada por la negligencia con que estaban siendo tratados sus informes que había estado más que dispuesta a romper la confidencialidad y hablar con los DarkRiver.

—Dime, Sascha —preguntó sin dejar que apartara la mirada—, ?se te ocurre otra raza sobre la faz de la tierra que posea el control preciso para hacer algo tan atroz y ce?irse fielmente a un patrón determinado?

La voz de Lucas bajó una octava, la sed de venganza hacía salir a la bestia.

—No se desvió ni un solo milímetro en el largo y la profundidad, o en la anchura de los cortes, en los cinco cuerpos de los que pudimos obtener información. Las cortó como si fueran ratas de laboratorio. Ninguno de los cortes fue fatal salvo el último.

La ira que bullía en su interior le impulsaba a presionarla como nunca antes lo había hecho con otra mujer. Estaba acostumbrado a proteger, pero la fría evaluación que Sascha estaba haciendo de la muerte violenta de ocho mujeres —mujeres que habían sido amadas y apreciadas— estaba sacando su lado salvaje.

—Ah, y las autopsias mostraban que tenían la mente hecha papilla a pesar de que el cráneo no estaba da?ado. Dime, ?quién puede hacer eso aparte de los psi? ?Quién?

Nalini Singh's Books