La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(46)



—No.

Empleó todo lo que tenía en reconstruir aquellos muros. Su temor a la rehabilitación era tan grande que apagó momentáneamente el calor entre sus piernas.

Solo momentáneamente, pues en cuanto entró en la casa de Lucas se convirtió en un verdadero incendio. Podía ver la silueta de él despojándose de la camiseta, tras un biombo japonés que parecía dividir la amplia habitación en un salón y un dormitorio.

Era incapaz de apartar la mirada mientras las u?as se le clavaban en la palma de las manos.

—?Sascha? ?Te importa abrir el agua caliente? Voy a darme una ducha para limpiarme el sudor de la carrera. Te prometo que no tardaré.

Estaba casi segura de que Lucas intentaba atormentarla de forma deliberada.

—?Dónde están los controles del agua?

Midió bien sus palabras porque, con los ojos clavados en la indistinguible silueta, le resultaba difícil elaborar frases complejas.

—Todo recto y a la izquierda.

Lucas se llevó las manos al botón superior de los vaqueros y comenzó a girar el cuerpo hasta ponerse de perfil. Sascha salió prácticamente corriendo de la habitación.

Las indicaciones la llevaron hasta una peque?a cocina, los controles del agua se encontraban en la pared.

La instalación era incomprensiblemente anticuada, pero supuso que funcionaba con generadores ecológicos ocultos. Ningún cambiante elegiría otro método viviendo en plena naturaleza.

—Hecho —vociferó una vez hubo presionado el botón correcto.

—Gracias, encanto.

Oyó que se movía y, al cabo de unos segundos, el sonido del agua al caer, lo que le indicó que la ducha estaba situada fuera de la zona del dormitorio. Aliviada al disponer de unos minutos para serenarse, se llevó las manos a las mejillas y respiró hondo. El olor a hombre y a bosque se infiltró en su mente como una droga prohibida.

Recordó el afilado destello de sus garras mientras escalaban y no sintió miedo, sino una especie de sobrecogedor asombro.

—Ay, Se?or. Para, Sascha, para.

Concentró la mirada en los objetos físicos que había a su alrededor en un esfuerzo por luchar contra el continuo bucle de placer y temor, sensación y escalofriante terror.

Incluso la amenaza de la rehabilitación retrocedía ante la intensa proximidad de Lucas.

La cocina, peque?a y compacta, contaba con una sencilla placa con horno y algún que otro electrodoméstico. Sascha se percató de que había una cafetera sobre la encimera.

Los psi no tomaban café, y aunque lo había probado, no le había gustado especialmente.

Dado que era obvio que a Lucas le gustaba lo suficiente como para tener una cafetera de alta tecnología, se acercó para ponerla en marcha antes de regresar a la sala.

Se trataba de un espacio amplio y despejado, cuyas ventanas ofrecían vistas al bosque. Habida cuenta de que la guarida de Lucas tenía que estar bien protegida, supuso que los cristales debían de estar tratados para que no reflejaran la luz del sol.

Las plantas trepadoras que ascendían por su superficie procuraban la sensación de que el bosque casi formaba parte del interior de la casa.

A juzgar por la humedad del aire y las plantas acuáticas que había atisbado y reconocido, supuso que se encontraban cerca de un río, posiblemente próximos a uno de los escasos pantanos. Al igual que la mayoría de sus especies, parecía que el alfa de los DarkRiver era capaz de adaptarse con suma facilidad.

Volvió la mirada al interior de la casa y se permitió el lujo de examinar el salón.

Dos lámparas con sensor de movimiento arrojaban una luz tenue sobre el suelo, pero claro, pensó, recordando aquellos ojos brillantes en la noche, Lucas podía ver en la oscuridad. Aparte de eso, la única iluminación procedía de un minúsculo piloto rojo del panel de comunicación integrado en la pared más próxima a la puerta. Tras echar un vistazo más de cerca descubrió que esta también hacía las veces de receptor para ver programas de entretenimiento, aunque tenía el presentimiento de que a Lucas le gustaba entretenerse de un modo mucho más físico… mucho más personal.

Con la cara roja como un tomate, se apartó del panel para echar un vistazo al resto de la estancia. Enfrente de las ventanas había un enorme cojín, una parte del cual se apoyaba en la pared y la otra en el suelo, convertido en un sofá. Tenía una largura más que suficiente para que sobre el mismo pudiera estirarse un leopardo. Había otros tres peque?os sofás situados en las demás paredes.

Demasiados para un solo hombre, pero no para el alfa de los DarkRiver. Era muy probable que los miembros de su clan lo visitaran con frecuencia. Pero… ?solo ellos?

Sascha sacudió la cabeza. No era tan ingenua. Un hombre tan sexual como Lucas tendría unas cuantas amantes. Amantes que se sentían a gusto con su sexualidad, lo bastante liberales e indomables como para practicar sexo con él. No tenía ninguna necesidad de seducir a una psi que jamás había besado a un hombre salvo en sue?os.

El sonido de la ducha cesó y, curiosamente, Sascha se encontraba ya más tranquila.

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