La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(53)
Sascha apretó los labios hasta formar una fina línea blanca.
—He ido a contárselo todo a mi madre.
Las llamas de la traición se extendieron como ácido por la sangre de Lucas.
—Puta. —Le soltó el brazo asqueado.
—Pero no lo hice. —Habló en voz tan queda que casi no la escuchó.
—?Qué?
—No pude contárselo. —Le dio la espalda y fijó la mirada en los árboles que bordeaban el aparcamiento—. ?Por qué no pude, Lucas? Soy una psi. Les debo lealtad, pero no pude articular palabra.
Lucas sintió un alivio tan grande que casi resultaba doloroso.
—?Qué han hecho ellos para ganarse tu lealtad? —Y mezclada con el alivio había ira. Ira porque ella hubiera considerado siquiera el traicionarle.
—?Y qué has hecho tú? —Le miró por encima del hombro.
—He confiado en ti. —Y no era hombre que depositara fácilmente su confianza en los demás—. Supongo que estamos en paz.
Sascha apartó la vista.
—Voy a registrar la PsiNet en busca de información. Te daré lo que encuentre.
En aquella voz perfectamente modulada se percibía una soledad desgarradora, algo que le hizo pensar que ella se haría mil a?icos si no decía las palabras adecuadas.
—Sascha.
Lucas se dispuso a tocarle en el hombro incapaz, a pesar de la cólera, de verla sufrir de ese modo. No se le pasó por la cabeza pensar por qué era tan importante para él que Sascha no sufriera. Simplemente lo era.
—No lo hagas. —Sascha se apartó y luego prosiguió con un hilo de voz—: Necesito ser algo, aunque eso signifique que soy parte de una raza de asesinos. Si no soy una psi, entonces, ?qué soy?
Antes de que pudiera contestar, Zara le llamó y él le respondió agitando la mano.
—?Quién dice que un psi no pueda ser otra cosa? —dijo.
Sascha no dijo nada hasta que Lucas estuvo en el otro extremo de la obra.
—La naturaleza. —Aquel entrecortado susurro reveló el secreto mejor guardado de su raza. Al igual que los demás psi, dependía de la PsiNet para respirar.
Desconectarse durante un lapso de tiempo superior a un minuto o dos supondría para ella una muerte terrible. Y si descubrían su defecto, sería sentenciada a la muerte en vida a causa de la rehabilitación. Su única esperanza de sobrevivir era ser más psi que los propios psi, ser… indestructible.
Esa ma?ana había ido a ver a Nikita con el firme propósito de informarle de todo cuanto sabía. Dominada por la confusión y una especie de ira ciega ante un destino que le había mostrado la gloria y luego le había dicho que no podía tenerla, se había convencido a sí misma de que si traicionaba a los DarkRiver se redimiría a ojos de Nikita y, al fin, sería la hija que su madre siempre había querido.
Pero cuando había abierto la boca para hablar, únicamente había salido una sarta de mentiras por ella. Todas y cada una de ellas contadas para proteger a los cambiantes, para proteger a Lucas. Procedían de una parte oculta de sí misma que nunca antes había visto, un nudo vivo, fuerte, formado de lealtad inquebrantable y férrea determinación. Aquella parte no le dejaría hacer nada que hiriese a la pantera que la había besado y había roto los muros de cristal de su existencia en un millón de a?icos.
Entonces se percató de que, por primera vez en su vida, había una cosa que deseaba aún más que pertenecer a algún lugar. Aunque fuera por un momento, por un solo segundo, quería ser amada.
Un sue?o vano e imposible para un psi.
Nunca se cumpliría, pero al menos podía ayudar a aquella raza que sí sabía amar.
Quizá con eso bastara para saciar la necesidad de su alma. Tal vez…
Lucas consintió que Sascha guardara las distancias mientras concluían con las mediciones, pero no tenía intención de permitir que se encerrara en sí misma. Nunca se le había dado bien acatar órdenes.
?No lo hagas?, le había dicho ella cuando intentó tocarla.
No porque ella fuera uno de los intocables psi, sino porque era algo más: una mujer que sentía. De no haber estado convencido de eso después del beso compartido, las dudas habrían quedado despejadas con su confesión. No la había perdonado por haber considerado siquiera la idea de traicionarle, pero eso no significaba que fuera a dejarla ir.
No podía.
Sascha era suya. La idea de verla marchar era sencillamente intolerable. Tal vez hubiera estado ciego antes, pero ahora el fuego de la cólera que había sentido solo de pensar en que ella le traicionara le había arrancado la venda de los ojos. La verdad le había golpeado con la fuerza de una bofetada. Sascha reaccionaba ante él, tanto como él reaccionaba ante ella: física, mental y sexualmente.
Lo que ella no sabía, porque había tenido mucho cuidado de no permitir que su ágil mente lo descubriera, era que no tocar a quienes no pertenecían a su clan no era algo que soliera hacer. No había bromeado respecto a los privilegios de piel. Sí, era más propenso al contacto físico que los psi, pero no intimaba a nivel afectivo con aquellos que no eran su gente. Sin embargo, desde el principio se había sorprendido jugando con ella tal y como podría hacerlo con una mujer que despertara sus instintos más primarios. Nunca le había dispensado el trato que merecía un enemigo.
Nalini Singh's Books
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