La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(58)



—Los encontraré.

Los tenientes de los SnowDancer que controlaban esas áreas eran generalmente razonables, pero aquellos no eran tiempos normales.

—Gracias, Lucas.

—Tamsyn, me marcho con Rina. —Se levantó y miró a Sascha—. ?Te quedas?

No estaba convencido de hasta qué punto era seguro lo que ella planeaba hacer, pero tal y como le había recordado Rina, sobre sus hombros recaía mucho más que su deseo de mantener a salvo a Sascha. Eso no hacía que le resultara más fácil dejarla; comenzaba a entender el lugar que ocupaba en su vida a pesar de las barreras que erigiera el día en que lo había perdido todo.

—Sí. —Sus ojos estrellados se enfrentaron a los de él sin inmutarse, pero se negaba a mirar a Rina.

Aquello le hizo sonreír a Lucas a pesar de la desalentadora situación.

—Me encontraré de nuevo contigo si regreso antes de las seis. Si no, déjale un mensaje a Tammy.

—De acuerdo. Espero que encontréis a Kit y a los demás.

—Lo haremos.

Había perdido a uno de sus jóvenes y eso era más que suficiente.

Sascha estaba de pie en el cuarto de invitados intentando concentrarse, pero lo único que podía ver era a Lucas con Rina. Esa mujer rezumaba sensualidad por todos los poros de su piel, intensa, embriagadora y casi tangible. Había tenido la sensación de ahogarse en ella mientras estaba sentada frente a los dos.

Entonces Lucas la había besado y ella había recibido otra sorpresa. Entre ellos se notaba afecto, no pasión, hambre o deseo. Su mente estaba teniendo dificultades con la idea de que el beso de Lucas no hubiera hecho arder de deseo a Rina.

Se sobresaltó cuando llamaron a la puerta, dejando escapar un grito ahogado.

—?Sí?

Tamsyn apareció en la entrada con una sonrisa en los labios.

—Te traigo una taza de chocolate caliente. Si necesitas cualquier cosa, avísame. —Dejó el recipiente sobre la mesilla—. Te dejo tranquila.

—?Tamsyn?

—?Sí? —se detuvo con la mano en el pomo.

—?Puedes explicarme una cosa?

Sascha no podía preguntárselo a Lucas. Eso revelaría demasiadas cosas a las que no estaba preparada para enfrentarse. Sin embargo, Tamsyn le había dicho que era sanadora.

Quizá eso supusiera que lo que hablaran entre ellas sería confidencial.

—?El beso? —Tamsyn enarcó una ceja.

Sascha creía que había disimulado bien su sorpresa.

—Sí.

—Es lo mismo que cuando me besó a mí el día en que tú y yo nos conocimos. Es el alfa y cada vez que nos toca refuerza los vínculos del clan. Normalmente es más afectuoso con las mujeres. —Puso los ojos en blanco—. Son unos cerdos chovinistas, pero los queremos. De todos modos, como digo siempre, ese beso no fue sexual en ningún sentido. Representa… la unión.

—?Y con los hombres? —preguntó Sascha, las semillas del entendimiento germinaban en su mente.

—Van a correr por la noche, luchan entre sí para poner a prueba su destreza y de vez en cuando se juntan para jugar al póquer o ver un partido. Funciona. —Se encogió de hombros con perplejidad.

—Así que, ?un beso no es algo especial para Lucas?

Su estupidez con respecto a aquel hombre continuaba sorprendiéndola e hiriéndola. él le había dicho que se trataba de un experimento. Quizá habría querido saber lo que era besar a un ?bloque de hormigón?.

Tamsyn ladeó la cabeza y la escrutó con la mirada.

—Dentro del clan, es especial porque con ello nos dice que se preocupa por nosotros, que dará su vida por nosotros.

Sascha asintió sintiéndose cada vez peor.

—Pero ?fuera del clan? Las únicas mujeres ajenas al clan que he visto a Lucas besar son aquellas a las que quiere en su cama.

La sonriente sanadora cerró la puerta al salir.

Sascha se puso roja como un tomate. Lucas la quería en su cama. A pesar de su promesa de no dejar que él le afectara, se encontraba en un estado de excitación extrema.

La concentración salió volando por la ventana. Los sue?os se entrelazaron con la realidad y recordó su beso en el bosque al tiempo que rememoraba aquellos mucho más íntimos de sus fantasías.

El prosaico sonido de un motor acercándose la llevó de vuelta a la realidad e hizo que se acordara de lo que pretendía llevar a cabo. Respiró hondo, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y comenzó a recitar un ejercicio mental tan exigente que expulsó de su mente todo lo demás. Preparada, dio el primer paso hacia la red.

El mundo se abrió.

Ante ella se extendía un infinito cielo estrellado. Cada uno de aquellos astros era una mente, algunas fuertes, otras débiles. La suya estaba en el centro de aquel universo porque era el punto de entrada. La PsiNet se extendía por el mundo, pero si deseaba encontrar una mente en particular, lo único que tenía que hacer era pensar en ella y aparecería en su campo de visión, algo parecido a un enlace en el Internet de humanos y cambiantes. Sin embargo, al igual que un enlace, tenía que tener un punto de partida… un conocimiento de cómo era la mente.

Nalini Singh's Books